Capítulo 3 – El Juego de la Luna

Lyra

Desde esa noche, Alaric me evita.

Pero su manada no.

Ahora me observan diferente.

Como si supieran lo que pasó.

Como si pudieran olerlo en mi piel.

Y yo me dejo ver.

Vestidos cortos. Cabello suelto. Sonrisas suaves a guerreros como Riven, que no disimulan su interés.

Una tarde, Alaric me encontró en el bosque, entrenando con él.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con voz baja, casi peligrosa.

—Entreno.

—Con Riven.

—¿Y eso te molesta?

Riven se apartó al instante, pero yo no.

—Lyra…

—¿Te molesta que otro me toque? ¿Que me mire como tú ya no lo haces?

Sus ojos brillaron.

—Eres mía.

—Entonces demuéstralo.

Y lo hizo.

---

Me llevó a su cabaña.

Me arrancó la ropa sin palabras.

Me levantó en brazos y me arrojó sobre la cama como si hubiera esperado este momento desde hacía años.

—¿Sabes lo que haces? —me preguntó con voz rota.

—Sí. Lo arruino todo. Como tú lo hiciste.

Me tomó con furia. Me hizo suya hasta que no recordé mi nombre.

Hasta que su cuerpo y el mío fueron uno.

Hasta que la marca en mi pecho ardió como si intentara prenderme fuego desde dentro.

—Eres mía, Lyra.

—Solo hasta que me canse —le respondí, jadeando.

---

Después, mientras dormía a mi lado, me levanté sin hacer ruido.

Y fui otra vez a ver a Elaia.

Esta vez no fui por respuestas.

Fui por la verdad.

Y ella me la dio.

—Tu marca, Lyra… no fue de Alaric al principio.

—¿Qué?

—Alguien más te había marcado.

Antes que él.

Su hermano.

El mundo se detuvo.

—¿Kael?

—Sí. El Alfa que murió.

Él te eligió primero.

Y Alaric… cubrió esa marca con la suya.

Para borrarlo. Para callarlo.

Sentí náuseas.

No solo era una luna marcada.

Era una luna robada.

Y ahora, no sabía si el hombre que me tocaba cada noche me amaba…

o solo me odiaba lo suficiente como para no dejarme ir.