Capítulo 5 – Todo lo que Arde

Lyra

El problema de jugar con fuego es que, tarde o temprano, todo se quema.

Y yo no tengo miedo de arder.

Desde que me marché de su cama, Alaric no ha vuelto a buscarme.

Y yo no he vuelto a rendirme.

Pero eso no significa que haya olvidado.

No.

Ahora recuerdo todo. Y lo uso.

El dolor es mi nueva arma.

Y él…

él sigue siendo el blanco.

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—¿Estás bien? —pregunta Riven, mientras caminamos junto al río.

—¿Te preocupa eso, o solo quieres meterte en mi cama?

Me sonríe, ladeando la cabeza.

—Tal vez ambas cosas.

—¿No temes lo que diga tu Alfa?

—Mi Alfa no es mi dueño.

Y tú tampoco eres de nadie.

Ese comentario me derrite por dentro.

No porque me guste Riven.

Sino porque sé que Alaric está mirando.

Lo huelo.

Lo siento.

Es como si su sombra me envolviera desde los árboles.

Entonces tomo la chaqueta de Riven.

Y sonrió.

Y esa es la verdadera daga.

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Esa noche no duermo.

La marca en mi pecho arde.

No por la luna.

Por lo que callo.

Porque aunque lo odio…

todavía lo deseo.

Y eso me hace más peligrosa que nunca.

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Alaric

La está usando.

Lo sé.

Y aún así… me duele.

Riven nunca fue rival para mí.

Hasta ahora.

Hasta que la vi aceptar su abrigo.

Su sonrisa.

Su cercanía.

Ella está jugando un juego en el que yo también participé.

Pero ahora… ya no tengo el control.

Y lo peor es que merezco esto.

Porque la marqué sin preguntar.

La rompí sin permiso.

Y la obligué a convertirse en algo feroz.

Ella ya no es la loba que salvé.

Es la que va a destruirme.

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—¿Quieres que la vigile? —me pregunta Elaia esa noche.

—No. Solo quiero saber si…

—¿Todavía te pertenece?

La miro.

Y ella ríe sin risa.

—Te estás enamorando, Alaric.

—Ya era hora, ¿no?

—Demasiado tarde.

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Riven

Ella es peligrosa.

Lo noto en su mirada.

En la forma en que no teme mirarte a los ojos.

En cómo tensa la mandíbula cuando quiere llorar pero no lo permite.

Pero eso es lo que más me atrae.

No quiero ser su consuelo.

Quiero ser su elección.

Y si tengo que enfrentarme a Alaric… lo haré.

Él tuvo su oportunidad.

Él la marcó.

Pero yo puedo ser quien la salve.

O quien la haga olvidar que alguna vez fue marcada.

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—¿Por qué me hablas como si no te asustara nada? —me pregunta Lyra una tarde, mientras entrenamos.

—Porque a ti no hay que temerte.

—¿Y qué hay que hacer conmigo?

—Admirarte.

Y si tengo suerte… besarte.

Ella sonríe.

Y por un segundo, me lo creo.

Hasta que veo la sombra en sus ojos.

Ella sigue pensando en él.

Aunque pretenda lo contrario.

Pero yo puedo esperar.

Porque las llamas también me pertenecen.

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Elaia

Todos juegan.

Y nadie gana.

Yo observo desde el borde de la tormenta.

Porque conozco los finales de este tipo de historia.

Alaric piensa que puede retenerla.

Riven cree que puede reemplazarlo.

Y Lyra…

Lyra aún no sabe que no es solo el deseo lo que la mueve.

Es la marca oculta.

La que nadie más ve.

La que aún no ha despertado del todo.

Y cuando lo haga…

todo cambiará.

Pero aún no.

Kael no está listo.

Y yo tampoco.