Capítulo 6 – La Marca Que Nunca Murió

Lyra

Algo me arde en el pecho.

No es deseo.

No es culpa.

Es… una quemadura antigua, despertando.

Estoy en la cabaña de Elaia cuando ocurre.

Ella apenas me rozó con sus dedos, limpiando una herida en mi brazo, y de pronto…

el mundo se parte.

Un zumbido me atraviesa el pecho.

Una luz negra palpita justo sobre la marca de Alaric.

—¿Qué… qué es esto?

Elaia no contesta.

Pero su rostro se tensa.

—No deberías estar sintiéndolo aún —murmura.

—¿Sintiendo qué?

Y entonces su voz se rompe.

—Él está vivo, Lyra.

No respiro.

—¿Quién?

—Kael.

El nombre me cae como un disparo.

Kael.

El primer Alfa.

El hermano muerto.

El que, según ella, me había marcado primero.

—Eso no es posible.

—Lo es. Porque nunca murió del todo. Y ahora… ha regresado.

Me pongo de pie. La habitación gira.

La marca debajo de la de Alaric arde como si algo la estuviera empujando desde dentro.

Como si otra parte de mí se estuviera despertando.

—¿Dónde está?

Elaia no responde.

Y eso me basta.

Salgo corriendo.

Sin rumbo.

Sin razón.

Solo con un nombre temblando entre mis costillas.

Kael.

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Llego al borde del bosque.

La luna está alta, casi sangrienta.

Y ahí está.

De pie.

Vivo.

Hermoso.

Peligroso.

Kael.

Sus ojos son idénticos a los de Alaric, pero más oscuros.

Su cabello más largo.

Su cuerpo marcado por cicatrices nuevas.

Y su presencia… brutal.

Me mira como si nunca me hubiera dejado.

Como si siempre supo que volvería por mí.

—Hola, Luna mía —dice con una voz tan profunda que me tiembla el alma.

—Estás muerto —susurro.

—Estaba. Hasta que tú me llamaste sin darte cuenta.

La marca arde.

—Eso no puede ser real…

Él da un paso hacia mí. No me toca, pero todo en mi cuerpo quiere gritar.

—Cuando Alaric puso su marca sobre la mía, me arrancó de ti.

Me arrancó de este mundo.

Pero el vínculo nunca murió.

Solo… dormía.

Y ahora tú lo despertaste.

Con rabia.

Con deseo.

Con dolor.

—Yo no quería…

—Me querías. Antes de todo.

Y ahora, he vuelto a reclamarte.

Mi corazón late con violencia.

Mis piernas tiemblan.

Pero no retrocedo.

—No soy de nadie.

Él sonríe. Y esa sonrisa es fuego líquido.

—Ya veremos.

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Alaric

El aire cambió.

Salí de la reunión con los Betas sintiendo un escalofrío, como si algo hubiera cruzado el velo de la muerte.

Cuando llegué al bosque, ya era tarde.

Ella estaba allí.

Con él.

Kael.

Mi hermano.

El que lloré.

El que traicioné.

El que ahora estaba de pie…

mirando a mi luna.

Y Lyra…

no se movía.

No se alejaba.

No lo golpeaba.

Solo lo miraba.

Y eso fue peor que cualquier mordida.

—¡Kael! —grité.

Él volteó lentamente.

Y al ver mi rostro, su sonrisa se volvió una mueca salvaje.

—¿Viniste a ver cómo recupero lo que es mío?

—Ella no es tuya.

—Lo era antes que tú siquiera supieras cómo tocarla.

—La marqué.

—Y yo la amé.

Silencio.

Denso.

Letal.

Lyra estaba entre los dos.

Literalmente.

Figurativamente.

Espiritualmente.

—No permitiré que la arrastres de nuevo a tu infierno —dije.

—¿Y tú qué hiciste? ¿Crees que poner tu marca sobre la mía te hace mejor?

Me lancé hacia él.

Y el bosque rugió con nosotros.

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Nuestros cuerpos chocaron.

Dos lobos.

Dos hermanos.

Dos bestias que nunca debieron compartir la misma luna.

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Lyra

No sé a quién ayudar.

A quién salvar.

O a quién debería temer más.

Porque uno me marcó sin preguntar.

Y el otro…

me dejó con una promesa que nunca pudo cumplir.

Ambos me rompieron.

Ambos me desearon.

Y ahora ambos…

quieren matarse por mí.

Y yo…

ya no sé si quiero detenerlos.