Lyra
Dormir entre sus brazos se sentía como caer dentro de un volcán…
y quedarte ahí por decisión propia.
Kael no ronca.
Kael vigila.
Despierta antes que yo.
Me observa.
Me acaricia con una ternura que no le encaja en ese cuerpo lleno de cicatrices y poder.
Esa mañana, sus dedos trazaban círculos en mi espalda desnuda.
—Me perteneces —susurró contra mi piel.
—Y tú a mí —le respondí sin abrir los ojos.
—No me gusta cómo te mira Riven.
Me reí suave.
—Riven solo respeta. Nada más.
—Respeta demasiado tu boca.
Tu forma de caminar.
Tu silencio.
Abrí los ojos.
Lo miré.
Kael estaba tenso.
Celoso.
Hermoso.
—¿Estás celoso, Alfa?
—Estoy maldito —gruñó—.
Porque te amo con rabia.
Y me besó.
---
El desayuno con el consejo fue incómodo.
Riven estaba presente.
Elaia también.
Y aunque nadie dijo nada…
la tensión ardía.
Kael no dejaba de tocarme.
Una mano en mi muslo bajo la mesa.
Un roce en la nuca.
Un beso en el hombro.
No era cariño.
Era territorio.
—¿Estás bien? —preguntó Riven.
—Perfectamente —respondí, tomando la copa que Kael sostenía, y bebiendo de ella.
Sin dejar de mirar a ambos.
Kael apretó los dientes.
Sus ojos… eran puro incendio.
—¿Qué pasa? —le dije al oído mientras los demás hablaban.
—No quiero que nadie más diga tu nombre.
No quiero que nadie más te toque la mirada.
—Entonces demuéstramelo.
Me levanté.
Salí del salón.
Y él me siguió como el lobo que siempre ha sido.
---
La sala de los rituales estaba vacía.
Silenciosa.
Oscura.
Kael cerró la puerta tras él.
Se apoyó contra ella.
Me miró como si me deseara y odiara a la vez.
—Demuéstrame que eres mío —le dije.
Y lo hizo.
Me tomó de la cintura.
Me empujó contra la pared de piedra.
Me besó con rabia.
Me mordió el cuello sin romper la piel, solo lo suficiente para recordarme quién era.
Sus manos arrancaron mi ropa.
Su cuerpo me alzó.
Y me tuvo allí mismo, sin palabras.
Solo gruñidos.
Jadeos.
Susurros que eran fuego.
—Dime que nadie más va a tocarte —rugió dentro de mí.
—Solo tú…
Kael.
Solo tú.
---
Me hizo suya más de una vez.
Cada embestida era una promesa.
Cada gemido mío, una victoria suya.
Cada orgasmo, una entrega.
Y cuando terminamos, en el suelo frío, con su pecho subiendo y bajando contra el mío, me miró con esa mirada que quema más que el sol.
—Eres mi maldición favorita.
—Y tú, mi adicción.
Nos reímos.
Pero sabíamos que era verdad.
Porque Kael no quiere compartir.
Y yo… ya no quiero huir de su fuego.
---
Kael
Más tarde, la vi hablando con Elaia.
Riven se acercó.
Demasiado cerca.
Y aunque Lyra no lo miró como antes…
yo lo sentí.
Y decidí que, si quería quedarse en este reino…
iba a tener que entender que Lyra…
ya no estaba disponible.
Estaba marcada con algo más que colmillos.
Con alma.
Con deseo.
Con mi nombre.