---
Capítulo 3 — La Lanza, la Hermana y el Mundo
—Primero, Hestia, probemos qué arma se adapta mejor a ti —dije mientras cruzaba los brazos.
Extendí mi mano, y de mi sombra surgieron dos figuras. Una imitaba mi silueta; la otra se deformaba lentamente, adoptando diferentes formas: espada, lanza, arco, escudo, bastón… Todo tomaba forma como si la misma oscuridad fuera arcilla moldeada por mi voluntad.
—Pelea contra la sombra usando cada arma. Cuando encuentres la más cómoda para ti, nos quedaremos con esa.
—¡Entendido! —respondió con su entusiasmo habitual, siempre tan brillante y sencillo, como una brisa cálida en medio de este eterno caos.
Hestia sujetó primero la espada. Sin dudar, se lanzó contra la sombra. Su cabello se agitaba con cada movimiento; sus pasos, aunque torpes al principio, iban volviéndose más firmes. Sus ojos reflejaban convicción.
Observé desde la distancia. Tranquilo. Había ajustado la fuerza de la sombra para igualarla a la suya. No tenía por qué preocuparme.
Una y otra vez repitió el proceso. Espada, lanza, arco, escudo… Bastón.
Cada choque resonaba en el vacío, dejando cicatrices en el suelo gris bajo sus pies.
Su respiración se volvió agitada; el sudor le recorría el cuello.
Finalmente, se detuvo, jadeante. Me miró y sonrió.
Levantó el arco.
—Hades… me gusta este. El arco. Será mi arma.
Y entonces, riendo, añadió:
—Pero ya me aburrí de pelear contra una sombra muda. ¡Entrena conmigo, hermano! ¡Vamos, entrena conmigo!
Infló las mejillas, haciendo pucheros como si fuera una niña a punto de llorar. Lejos de molestarme, eso solo acentuaba lo adorable que resultaba.
[Contuve la sonrisa que amenazaba con traicionar mi rostro inexpresivo.]
—Está bien. Yo mismo te entrenaré. Pero no esperes que sea indulgente solo porque eres mi hermana.
Formé una lanza de sombra y avancé. Sin previo aviso, lancé una estocada lenta. Al menos, lenta para mí. Para Hestia fue como si el tiempo se hubiese contraído. Apenas logró esquivarla, cayendo de espaldas al hacerlo.
—¡Eso no vale, Hades! ¡Me atacaste por sorpresa!
Se cruzó de brazos y frunció el ceño. Aunque su enfado solo duró unos segundos.
—Ya no quiero entrenar. Solo te observaré. Eso está bien, ¿verdad?
Levanté una ceja.
—¿Y cómo planeas hacerte más fuerte solo mirando?
—Déjame pensar… —puso un dedo en su barbilla, meditando, hasta que sus ojos brillaron—. ¡Ya sé! ¡Tú me protegerás! Con tu fuerza, no será nada proteger a tu débil hermana mayor, ¿verdad?
Su sonrisa… era cálida. Por un instante, incluso este lugar vacío y sin sentido pareció más soportable.
[Hubo una grieta, apenas perceptible, en la armadura de mi indiferencia.]
—Bien. Si no quieres entrenar, al menos no molestes.
Invoqué otro centenar de soldados sombríos. Mi cuerpo se tensó. Mi objetivo estaba claro: alcanzar el nivel de Dios Supremo en físico.
El tiempo comenzó a perder significado.
Sombras me atacaban sin descanso. Y la voz de Hestia flotaba a mi alrededor como un susurro obstinado.
—¿Hades, por qué entrenas tanto?
—¿No te aburres?
—¿No hay métodos más rápidos?
—¿Hades… no quieres que hable mientras entrenas?
Me llevé la mano a la sien. Iba a perder la paciencia.
—Nueva regla: no puedes hacer preguntas mientras entreno.
—¿Y qué gano yo? —replicó, astuta.
—A cambio, te contaré historias. De mi vida pasada, mundos inventados, cualquier cosa… Pero en silencio, mientras entreno.
Dos días después, ya había roto su promesa.
[Comprendí que resistirme era inútil.]
Así pasaron las décadas. Y otro siglo. Dos siglos juntos, compartiendo este rincón olvidado del caos.
---
—Recolección —ordené mentalmente.
> [Ding—Has recolectado: Fuente de Agua Caótica]
Objeto divino. Si se coloca en un reino, produce agua caótica infinita, capaz de nutrir la tierra eternamente y hacer crecer tesoros y plantas divinas.
—Aún no me sirve… pero será útil —murmuré.
Algo suave rozó mi espalda. Dos bultitos tibios, como pequeñas almohadas apoyadas con descaro.
—Hestia —dije sin girarme—. Deja de abrazarme así. Sabes que es peligroso.
—¡Pero estoy aburrida, Hades! Esto es tedioso. ¿Cuándo podremos salir? Además… no me digas que no te gusta. Admítelo.
Su voz era dulce, juguetona, con esa chispa traviesa que le nacía de forma natural.
—Aguanta un poco más. Ya estoy cerca de alcanzar el nivel de Dios Supremo. Cuando lo haga, crearé nuestro propio mundo. Tendrás un reino para explorar.
—¿Y cuánto tiempo más tardarás?
—¿Por qué no buscas a nuestras otras hermanas? Podría aliviar tu aburrimiento.
—Mmm… No es mala idea, pero ya sabes que mi sentido divino es un desastre. ¿Y si me pierdo?
—Yo te buscaré. Como siempre. Ahora ve.
—¡Jun! Solo quieres que me aleje. Pero no voy a cumplir tu deseo. Me quedaré contigo.
[No supe qué responder. Solo suspiré, resignado.]
Así fue como continué entrenando. Y Hestia siguió observándome… aunque nunca pude adivinar qué pasaba realmente por su cabeza.
---
Pasaron otros cien años.
Una figura de tres metros se alzaba solitaria en medio del caos. Su cuerpo, musculoso, parecía tallado por manos divinas. Vestía una túnica de oscuridad viviente. Sostenía una lanza de sombras de cuatro metros, apuntando hacia el vacío.
En su punta, energía negra, pura, abismal, comenzó a concentrarse.
La lancé.
La explosión fue tan violenta que agitó incluso esta nada inmóvil. Una ráfaga me golpeó el rostro.
—Por fin… Dios Supremo. Es hora de hacer germinar mi mundo.
—¡¿En serio, Hades?! —Hestia se abalanzó sobre mí como una bala, aferrándose a mi cuello con esa familiar expresión radiante.
—¿Cuándo estará listo? ¡Quiero verlo ya! ¡No soporto más este lugar!
—Tranquila, falta poco… Pero dime —le sostuve la mirada—, ¿qué me darás por este favor?
Por primera vez en siglos, sentí una expectativa extraña. Algo en mi interior se agitaba, sin nombre, sin forma.
—¿Q-qué quieres de tu pobre y débil hermana? —preguntó sin apartar la vista, fingiendo provocación… Solo logró verse más encantadora.
—Basta de juegos, Hestia. Déjame concentrarme.
Se soltó de mi cuello y, con naturalidad, se subió a mi espalda. Era ya una costumbre entre nosotros.
—Recolección —susurré mentalmente.
> [Ding—Has recolectado: Esencia de Vida Primordial]
Permite acelerar la formación de vida en un mundo recién nacido y estabiliza su evolución.
—Justo lo que me faltaba. Ahora… que nazca mi mundo.
Invoqué la semilla y la fundí a mi cuerpo. De inmediato, mi energía divina comenzó a drenarse como si alguien la desgarrara de lo más profundo.
Intenté sostenerme usando energía de dioses sin dueño. No fue suficiente.
Descendí.
Dios Supremo…
Dios Mayor (pico)…
Dios Mayor (bajo).
Solo entonces el flujo se detuvo.
—Tanto entrenamiento… y desapareció en un instante —murmuré. Sin emoción, pero con cierta pesadez.
—¿Hades? ¿Estás bien? ¿Te duele? Si esto es peligroso… ¡detente! —Hestia me abrazó, temblando.
—Estoy bien. Ya terminó.
Dentro de mí, algo estalló. Un eco profundo. Una vibración silenciosa.
Mandé mi consciencia al interior.
Un mundo.
Inmenso.
Desolado.
Sin cielo. Sin estrellas.
Solo tierra gris, como ceniza congelada.
Extraje la Fuente de Agua Primordial y la canalicé. De ella surgieron cinco ríos colosales, extendiéndose como venas vivas. El agua nutrió la tierra hambrienta. Brotes verdes comenzaron a emerger.
Entonces invoqué la Esencia de Vida.
La vegetación estalló.
El aire surgió.
Árboles colosales, con frutos resplandecientes.
Pequeños animales. Aves. Criaturas acuáticas.
El mundo respiraba. Y yo lo sentía todo.
[Era vasto. Más grande de lo que jamás existió en mi vida pasada.]
—Listo. Ya está creado… de forma preliminar.
---
Si deseas