El timbre sonó con suavidad, marcando el final de la clase.
—Pueden salir a almorzar —dijo Kaien, dejando la tiza sobre el escritorio—. Volveremos en una hora.
Los alumnos comenzaron a levantarse con ese murmullo habitual de sillas arrastrándose y mochilas cerrándose. Algunos se estiraban, otros hablaban de lo que harían más tarde. Era una escena común. Normal.
Naoya no se movió de inmediato. Seguía con los ojos puestos en la palabra que aún brillaba, medio borrada, en la pizarra:
ALMA.
Suspiró por la nariz, leve, y se levantó en silencio.
—Ey, ey, ¿vas a almorzar solo o planeás fundirte con la pared? —Rem apareció a su lado, como si hubiera estado esperando el momento exacto.
Naoya lo miró de reojo, inexpresivo.
—¿No tienes amigos que te soporten?
—¿Soportarme? No, claramente no. Por eso vine a molestarte a ti —dijo con una sonrisa amplia.
Naoya empezó a caminar hacia la salida del aula, manos en los bolsillos.
Rem lo siguió, sin pedir permiso.
—¿Sabes? Estuvo buena la clase. Lo de que el alma se puede romper... suena dramático, pero real. Me hace pensar qué tan rota está la mía —comentó con tono ligero, aunque sus ojos tenían un dejo de verdad.
Naoya no respondió.
Caminaron juntos por los pasillos iluminados, cruzándose con estudiantes de otros grupos. La mayoría reía, hablaba en voz alta, hacían bromas o planificaban dónde almorzar. Naoya no parecía encajar en ese ruido.
Rem tampoco callaba.
—¿Tu crees en eso de que el poder viene del dolor? Porque yo... bueno, digamos que tengo mis días.
Se detuvieron frente al comedor. Había mesas largas, gente sentada comiendo y otras vacías.
—Yo no creo en nada —dijo Naoya al fin, sin mirarlo.
—Genial. Un nihilista. Ya me caes mejor.
Naoya soltó una leve exhalación. No era risa. Pero por un segundo, algo parecido a una mueca cruzó su rostro.
Eligió una mesa apartada y se sentó. Rem se sentó enfrente, como si fuera lo más natural del mundo.
—¿No te molesta el ruido? —preguntó Rem, abriendo su bandeja.
—Me molesta tu voz.
—Entonces estamos progresando, antes ni hablábamos.
Naoya alzó la mirada. Por un instante, sus ojos se clavaron en los de Rem. Como si intentara entenderlo. Como si no pudiera creer que alguien así existiera.
Alegre. Abierto. Sin miedo.
Incompatible con todo lo que había conocido.
Rem notó la mirada, pero no dijo nada. Solo sonrió de nuevo, esta vez más suave.
—Te vas a acostumbrar a mí. Eventualmente.
Naoya no respondió.
Pero no se levantó.
El comedor del edificio norte era más elegante que el del resto de la Academia. Los del Grupo A almorzaban allí, separados del bullicio general.
Las mesas eran más pequeñas, circulares, y todo estaba perfectamente limpio. Aun así, el ambiente seguía siendo el de una escuela: risas, quejas por las tareas, y comentarios competitivos.
Lyra caminaba con su bandeja en las manos, en silencio.
—¡Eh, Lyra! ¡Acá! —Mina le hizo señas desde una mesa cercana a la ventana.
Ella se acercó con paso tranquilo y se sentó frente a ella. Mina ya estaba comiendo, y tenía los palillos cruzados entre los dedos como si fueran espadas.
—No sabes lo que me costó concentrarme hoy —murmuró Mina—. La profe Valeria tiene esa mirada de “me decepcionas aunque respira bien”.
Lyra sonrió con suavidad.
—Es estricta, pero enseña bien. Me gustó cómo explicó el sistema. Tiene sentido… lo de que el poder esté ligado al alma.
Mina asintió, comiendo rápido.
—Sí. Me da un poco de miedo, en realidad. Pensar que una parte de vos puede romperse y que eso haga que explotes... literalmente.
Lyra bajó la mirada un instante.
—No es solo miedo. Creo que también es... triste. Saber que hay personas que se vuelven más fuertes solo porque sufrieron más.
Mina la observó un momento en silencio. Luego entrecerró los ojos.
—¿Estás pensando en ese chico con el que chocaste antes?
Lyra levantó la vista, algo sorprendida.
—¿Cómo sabés?
—Te quedaste colgada cuando se fue. Estaba a un metro tuyo y no me saludaste. Eso solo pasa cuando estás soñando o cuando alguien te deja marcando ocupado.
Lyra rió apenas, negando con la cabeza.
—No es eso. Fue raro. Al tocarlo, sentí... algo. Como si estuviera atrapado en sí mismo. Como si no encajara en ningún lado.
—Oooookay, eso es bastante poético. ¿Le viste la cara al menos?
—Sí. No parecía alguien débil. Al contrario.
Mina alzó las cejas.
—O sea que además de raro, estaba bueno.
Lyra se sonrojó un poco.
—No dije eso.
—Lo pensaste.
—Claro que no.
Mina sonrió satisfecha y tomó un trago de jugo.
—Bueno, ya lo verás de nuevo. En esta escuela no hay tantos raros de alma rota, pero los que hay se hacen notar.
Lyra no respondió enseguida.
Seguía mirando por la ventana, aunque ya no veía el cielo. Su expresión se volvió distante, como si recordara algo que no podía poner en palabras.
—No era fuerza lo que sentí —dijo, apenas en un susurro—. Era… como vacío.
Mina frunció el ceño.
—¿Vacío?
—Sí. Como si todo lo que lo rodeaba no le importara. Como si existiera solo por costumbre. Su mirada... no era fría. Era hueca.
Su voz bajó un poco más.
—He visto personas con rabia, con miedo, con orgullo. Pero él… él parecía no saber qué hacer con lo que sentía. Como si lo hubieran enseñado a no sentir nada.
Mina dejó los palillos sobre la bandeja, mirándola en silencio.
—Y aún así —agregó Lyra, más para sí misma que para su amiga—, había algo en él que no se había roto del todo.
El silencio se mantuvo unos segundos entre ambas.
Después, Mina soltó un suspiro y volvió a su tono de siempre.
—Bueno, cuando lo veamos otra vez, avísame. Quiero ver a ese fantasma existencial con cara linda.
Lyra sonrió con dulzura, pero sus pensamientos seguían lejos.
Muy lejos.
Como si una parte de ella ya supiera que volvería a cruzarse con él.
Y que esa mirada perdida... no iba a dejarla en paz tan fácilmente.
Más tarde, en el aula del Grupo C...
El murmullo de los estudiantes se apagó apenas Kaien cruzó la puerta.
—¿Comieron bien? —preguntó con su calma habitual mientras dejaba unos papeles sobre el escritorio.
Rem levantó la mano sin que nadie lo pidiera.
—¿Profe, qué tan fuerte tiene que ser uno para noquear a otro de un solo golpe?
Algunos se rieron. Naoya ni lo miró.
Kaien esbozó una sonrisa paciente.
—Depende. ¿El golpe es físico o emocional?
Una nueva ronda de risas llenó el aula.
—Ahora en serio —continuó Kaien, ya más serio—. Pronto tendrán su primera práctica de evaluación. Un sparring grupal.
Eso captó la atención inmediata de todos.
—Será supervisado, por supuesto —agregó—. El objetivo no es ganar o perder, sino aprender cómo reaccionan bajo presión, cómo usan sus habilidades en un entorno más real. No esperen combates espectaculares todavía.
Naoya apoyó el codo en el pupitre, la mano sobre el mentón.
—¿Contra quién? —preguntó con indiferencia.
—Contra otro grupo. Aún no está definido, pero será pronto.
El aula volvió al murmullo. Algunos se emocionaron. Otros, como Naoya, simplemente tomaron nota mental del dato.
Kaien caminó hasta la pizarra y escribió:
"El verdadero poder nace del entendimiento de uno mismo."
—Antes de pelear, hay que aprender a escuchar su energía, a leer el alma de sus movimientos. Las técnicas vienen después. Por eso, a partir de mañana, comenzaremos con ejercicios de control interno.
Rem levantó la mano otra vez.
—¿Y si mi alma grita?
Kaien lo miró, sin perder la compostura.
—Entonces aprende a escuchar sin que te aturda.
La clase rió de nuevo. Naoya bajó la mirada. Un eco de palabras antiguas cruzó por su mente. Gritos que no eran su alma… sino cicatrices aún abiertas.
Mientras tanto, en el Grupo A...
Valeria hablaba sin mirar a nadie, con una voz clara y cortante.
—Tendrán una prueba de campo pronto. No se espera que ganen, pero sí que se comporten como miembros del Grupo A. Dominio, precisión y eficiencia.
Lyra parpadeó. No por la prueba, sino por algo más profundo que aún no podía nombrar.
"Como si lo hubieran enseñado a no sentir nada", pensó, recordando las palabras que había dicho a Mina. Y la forma en que él la había mirado… como si no supiera por qué seguía respirando.
—¿Entendido? —dijo Valeria al finalizar.
Todos asintieron. Algunos con ganas de demostrar lo que valían. Otros, como Lyra, con una inquietud distinta en el alma.
Más tarde, en el aula del Grupo C...
El murmullo de los estudiantes se apagó apenas Kaien cruzó la puerta.
—¿Comieron bien? —preguntó con su calma habitual mientras dejaba unos papeles sobre el escritorio.
Rem levantó la mano sin que nadie lo pidiera.
—¿Profe, qué tan fuerte tiene que ser uno para noquear a otro de un solo golpe?
Algunos se rieron. Naoya ni lo miró.
Kaien esbozó una sonrisa paciente.
—Depende. ¿El golpe es físico o emocional?
Una nueva ronda de risas llenó el aula.
—Ahora en serio —continuó Kaien, ya más serio—. Pronto tendrán su primera práctica de evaluación. Un sparring grupal.
Eso captó la atención inmediata de todos.
—Será supervisado, por supuesto —agregó—. El objetivo no es ganar o perder, sino aprender cómo reaccionan bajo presión, cómo usan sus habilidades en un entorno más real. No esperen combates espectaculares todavía.
Naoya apoyó el codo en el pupitre, la mano sobre el mentón.
—¿Contra quién? —preguntó con indiferencia.
—Contra otro grupo. Aún no está definido, pero será pronto.
El aula volvió al murmullo. Algunos se emocionaron. Otros, como Naoya, simplemente tomaron nota mental del dato.
Kaien caminó hasta la pizarra y escribió:
"El verdadero poder nace del entendimiento de uno mismo."
—Antes de pelear, hay que aprender a escuchar su energía, a leer el alma de sus movimientos. Las técnicas vienen después. Por eso, a partir de mañana, comenzaremos con ejercicios de control interno.
Rem levantó la mano otra vez.
—¿Y si mi alma grita?
Kaien lo miró, sin perder la compostura.
—Entonces aprende a escuchar sin que te aturda.
La clase rió de nuevo. Naoya bajó la mirada. Un eco de palabras antiguas cruzó por su mente. Gritos que no eran su alma… sino cicatrices aún abiertas.
Mientras tanto, en el Grupo A...
Valeria hablaba sin mirar a nadie, con una voz clara y cortante.
—Tendrán una prueba de campo pronto. No se espera que ganen, pero sí que se comporten como miembros del Grupo A. Dominio, precisión y eficiencia.
Algunos alumnos intercambiaron miradas tensas. Otros, como John, sonrieron con confianza.
Lyra se limitó a asentir, con el ceño levemente fruncido. No era miedo ni nerviosismo. Solo la conciencia de que la Academia ya había empezado a mostrar sus exigencias.
No dijo nada. Pero por dentro, se preparaba.
No para ganar, sino para entender en qué clase de mundo se había metido.
—¿Entendido? —dijo Valeria al finalizar.
Todos asintieron.
La primera prueba se acercaba, y con ella… las comparaciones, los errores y los primeros roces.
Aunque todavía no lo sabían, ese sería el verdadero inicio.