Tras la derrota de Traset, lo mandaron a sentarse, su rango ahora disminuido. El comandante no perdió tiempo e inició la segunda pelea: Kuda contra Atiart. Mientras tanto, el enojo de Traset era palpable. Reflexionaba sobre cómo había perdido contra alguien cuya mayor ventaja era la larga distancia, y a pesar de haber tenido la victoria asegurada en el combate cercano, fue derribado por las balas. Se odiaba a sí mismo por esa derrota tan humillante.
El comandante dio la señal de inicio. Kuda y Atiart, ambos armados con pistolas, se enfrentaron. Kuda se acercó rápidamente, intentando arrebatarle el arma a Atiart. Este reaccionó con velocidad, propinando un codazo en el estómago de Kuda seguido de una llave. Kuda, al ver la situación, logró escapar con un esfuerzo, aunque perdió su pistola en el proceso. Su única opción era atacar cuerpo a cuerpo, o intentar recuperar su arma, que había quedado lejos.
Kuda hizo amago de ir por su pistola. Atiart, al verlo, le disparó, pero en un instante de vergüenza por aprovecharse de la situación, dudó. En ese preciso momento de vacilación, Kuda tomó de Atiart y la tiró, aunque no sirvió de mucho porque Atiart le dio un golpe en la cabeza. Kuda escuchó el golpe con miedo, al ver que Atiart no se contuvo, pero el impacto le recordó que esta era una pelea para convertirse en soldado. Kuda sentía miedo de lo que estaba pasando, estaba agotado por los golpes e intentó derribar a Atiart sin éxito, cayendo ante un contraataque que Atiart logró dominarlo. Pero por miedo a terminar el combate, Kuda logró agarrar a Atiart y darle la vuelta, sometiéndolo y cortándole la respiración. Así se detuvo la pelea, y Kuda ganó.
Tras la derrota de Atiart, la reflexión de Traset fue abruptamente interrumpida. Ver a otro de los "más fuertes" caer lo hizo cuestionar sus elecciones, pensando que quizás se había juntado con gente mediocre, aunque su orgullo se negaba a aceptarlo. Al mismo tiempo, Traset y Atiart fijaron su mirada en Etirm, quien sintió el peso de la expectativa, un miedo palpable mezclado con la motivación de tener que ganar. Justo entonces, el comandante interrumpió, anunciando el siguiente enfrentamiento: Sebas contra Sudadio.
Sudadio estaba sumido en sus pensamientos, una mezcla de asombro y desesperación al ver la derrota de los que consideraba los más fuertes. Si ellos no pudieron, ¿qué esperanza tenía él? Sin embargo, la promesa que le había hecho a Leudo resonó en su mente, rompiendo el hilo de su reflexión. El anuncio de su combate lo llenó de miedo, pero también de una determinación férrea. Quería cumplir su palabra: ir a ver a Leudo y vengar a quienes admiraba. A pesar de estar derrotados, sus ídolos no mostraban miedo ni arrepentimiento.
El comandante dio la señal de inicio. Sudadio empuñó una espada, mientras que Sebas, con una confianza excesiva, no tomó ninguna arma. El comandante, intuyendo que esa confianza le costaría la pelea, lo ignoró y permitió el inicio.
Sudadio comenzó a acercarse, atacando las rodillas de Sebas. Este esquivó el golpe con agilidad y contraatacó, golpeando directamente el cuello de Sudadio, quien cayó pero no soltó su espada. Cuando Sebas se dispuso a tomar la espada de Sudadio para darle el golpe final, Sudadio le agarró la mano. Esto dejó a Sebas con duda, bajando la guardia y recibiendo un golpe de espada en la mandíbula.
Mientras Sebas estaba en el aire por el impacto, Sudadio se levantó y, tal como Leudo le había enseñado, le propinó un golpe en el abdomen, rematándolo al estrellarlo violentamente contra el suelo. Un último golpe en el pecho resonó con un ruido fuerte, como si los huesos se hubieran roto.
El comandante, inmerso en sus pensamientos, reflexionó sobre cómo Sudadio, a pesar de su inseguridad inicial, había logrado superar el miedo. Posiblemente, la motivación de ver a Leudo y el deseo de encontrarse con él lo impulsaron a esforzarse, incluso cuando estuvo a punto de perder.
Mientras tanto, Traset observó la victoria de Sudadio sobre Sebas. Inicialmente, pensó que quizás a él mismo le había faltado fuerza de voluntad. Sin embargo, rápidamente descartó esa idea al darse cuenta de que no tendria ventaja con la distancia. En lugar de ello, vio en Sebas un claro reflejo de su propia actitud al final de su combate: la confianza excesiva que lo llevó a bajar la guardia y, en última instancia, a la derrota.
Aun así, el comandante dio inicio al siguiente combate: Isma contra Etirm. Etirm sentía el peso del miedo a decepcionar, especialmente después de ver las derrotas de Atiart y Traset. Por su parte, Isma, dándose cuenta de que la distancia le daría ventaja, descartó rápidamente esa idea. Sabía que la pelea se desarrollaría en combate cuerpo a cuerpo, tal como lo habían demostrado todos, y más aún después del enfrentamiento de Atiart. Así que eligió las dagas.
Etirm, observando la elección de Isma y sabiendo que este compensaba su falta de físico con su inteligencia en el campo, optó por un arma de largo alcance para mantener la distancia. Sin embargo, consciente de que no tenía una puntería excepcional, finalmente se decidió por la lanza.
El combate dio inicio. Isma, sabiendo que Etirm intentaría acortar la distancia como la estrategia de Traset y preparó un contraataque, consciente de que un fallo podría costarle la pelea. Etirm, con su lanza, intentó cortar la distancia con precisión, manteniendo un espacio ni demasiado cerca ni demasiado lejos para atacar. Al mismo tiempo, bajó la guardia del lado opuesto al que sostenía su arma.
Isma giró sobre sí mismo justo antes de que el golpe de la lanza lo alcanzara. Etirm vio dónde iba a golpear Isma e intentó detenerlo. Aunque Isma recibió el golpe, logró lanzar una daga al tórax de Etirm con la suficiente potencia para desestabilizarlo. Sin embargo, Isma no pudo aprovechar esta ventaja porque el contraataque de Etirm, dirigido a sus costillas, aunque no impactó de lleno, lo dejó parcialmente fuera de combate.
Recuperándose del golpe, Etirm se lanzó de nuevo al ataque contra Isma. Isma, con solo una daga, se preparó para defenderse de la lanza, buscando una oportunidad para desarmar a Etirm o, al menos, recuperar su otra daga, pensando que si perdía su única arma, la lanza de Etirm también quedaría inútil.
Isma bloqueó otro golpe y, con un rápido movimiento hacia arriba, logró quitarle la lanza a Etirm. Rápidamente fue tras él, pero Etirm, viendo que su lanza estaba arriba por la defensa de Isma, se preparaba para bajarla rápidamente. Si Isma hubiera ido recto a la izquierda, habría recibido un golpe en la cabeza que lo dejaría hacia abajo. Sin embargo, Isma se desvió, yendo por su daga. Esto dejó a Etirm sumido en la duda: ¿Por qué no atacó? ¿Por qué fue por la daga con tanta determinación? ¿Qué planeaba hacer con ella?
La duda nubló a Etirm, y bajó la guardia. Isma atacó, mostrando su daga en la mano como si fuera a usarla directamente. Etirm reaccionó, pero recibió un golpe en su muñeca.
Ahora, retrocedamos un momento para entender el plan de Isma: Al ver que su movimiento anterior (ir por su daga en lugar de atacar a Etirm directamente) había generado una gran duda en su oponente, Isma aprovechó ese instante. Lanzó su daga con precisión y, para que Etirm no viera venir el ataque, Isma fue directamente a su rostro. Cuando Etirm finalmente reaccionó, el golpe de la daga ya había impactado en su muñeca, haciendo que su arma cayera al suelo. El plan de Isma fue un éxito rotundo, dándole una clara ventaja.
Con el dolor de la muñeca recién golpeada, Etirm no pudo reaccionar a tiempo y recibió una ráfaga de golpes de Isma. Pero Etirm, negándose a perder ante una táctica tan engañosa, atacó bruscamente una de las manos de Isma, rompiéndosela.
Isma, aunque con un dolor agudo, se retiró rápidamente para ganar ventaja y pensar. Sin embargo, Etirm, ahora nublado por el enojo, fue directamente hacia él. Isma esquivó el embate y, aprovechando el movimiento, dirigió su ataque a los ojos de Etirm, dejándolo sin vista. Con su oponente cegado, Isma atacó sus puntos débiles, dejando a Etirm desmayado. Isma ganó el combate
Mientras la otra gente se enfrascaba en una contienda por los puestos, Egen y los demás participantes, a quienes se les habían regenerado los huesos con una tecnología avanzada que incrementaba las células, observaban la escena. Egen se burlaba de Sebas por haber perdido contra alguien "tan débil". Sebas, por su parte, le replicó que no le importaba, pues había perdido por confiado, ya que no esperaba que Sudadio fuera tan fuerte. Egen continuaba mofándose, mientras Sudadio observaba la escena, sorprendido por la actitud de ese pequeño grupo.
Poco después, Joseph, Isma, Joshua y Kuda llegaron, intentando calmar la situación. Kuda les pidió que se tranquilizaran. Joseph alejó a Egen, mientras Isma se llevó a Sebas. Joshua, indiferente a la discusión, no le dio importancia al alboroto. En su mente, pensaba que Joseph lo había derrotado, a pesar de que su pelea fue muy pareja, y que había perdido por no aguantar el dolor y perder la postura.
Después de que todas las peleas concluyeron, los resultados fueron los siguientes:
Los que ganaron y avanzaron fueron Isma, Egen, Kuda, Sudadio, Joseph, Josh, Irun, Spawnur, Ajed, y Ekat.
Los que quedaron en el grado de espera son Sebas, Traset, Etirm, Atiart, Pket, Drow, Dispert, Aime, Daytan, Perry, Yfi, jhosua , e Ingt.
Los que perdieron fueron subidos a un camión. Ahora tenían un nuevo comandante que les informó que, por falta de personal, tendrían que entrenar constantemente luchando entre ellos. Los ocho mejores se convertirían en soldados. Tendrían dos meses de entrenamiento riguroso antes de ser trasladados a otra base. Podían quedarse en el camión.
Mientras el comandante se alejaba, Sebas, asegurándose de que no lo oyera, estalló en furia. No podía creer que había perdido contra alguien como Sudadio, quien había mostrado un carácter débil al inicio de la prueba. Su rabia fue opacada por Atiart, quien se burlaba de Etirm por haber perdido debido a su enojo y por haber quedado ciego. Esto enfureció a Etirm, quien golpeó a Atiart, exigiéndole que se callara y recordándole que Atiart perdió por tener piedad cuando tenía la victoria asegurada. La discusión escaló a una pelea y pronto ambos se pusieron cara a cara.
Aime, al presenciar todo esto, se sintió asqueada, pensando que la habían juntado con lo peor. Creía que, si entrenaba mejor, sería como ellos: como Irun y Spawnur, e incluso Isma, quienes eran los más estratégicos. Pero ignoró esos pensamientos. La pelea entre Joseph y Joshua había sido tan estratégica que por un momento estuvieron a la par, pero su contienda fue interrumpida cuando Etirm empujó a Atiart, quien cayó encima de Aime, arrastrándola a la reyerta general que ahora incluía a ella.
Mientras la discusión se desataba, Traset ignoraba la situación, absorto en sus propios pensamientos. Momentos después de la pelea de Etirm, el silencio se cernió sobre ellos por un momento, cada uno lidiando con su derrota.
Entonces, Etirm rompió el mutismo. Dijo que había perdido por dejarse llevar por el enojo. Reflexionó que, de ahora en adelante, tendrían que disminuir sus defectos. Reconoció que se habían enfocado demasiado en el entrenamiento físico porque Traset había argumentado que las estrategias no servirían sin fuerza y velocidad. Atiart concordó, admitiendo que había sido un error. Etirm continuó, afirmando que ahora se enfocarían en sus debilidades, pues, de lo contrario, corrían el riesgo de ser expulsados por su deficiencia militar.
Regresando del recuerdo, Traset sintió los golpes de la reyerta que lo rodeaba, una manifestación del enojo de los demás. Sin embargo, solo pudo ver el alboroto con asco, considerándolo tonto. De pronto, notó que Joshua era el único que ignoraba la situación, absorto en sus propios pensamientos.
Mientras, entre los que habían ganado, Egen soltó una sonrisa arrogante, declarando que Sebas era débil e ignorante. Sudadio lo fulminó con una mirada amenazante, pero Egen no le dio importancia, riéndose de Sebas. Isma lo reprendió por su actitud, aunque el comandante intervino.
El comandante les dijo que, sinceramente, no creía que hubieran ganado solo por suerte. Necesitaban demostrar que sus cuerpos fueran compatibles a los métodos de defensa, pues los agentes informaban que una guerra era inminente y que ahora tendrían que interferir. Procedió a explicarles qué eran las partículas y por qué eran peligrosas para ellos.
Comenzó narrando que, originalmente, solo existían humanos normales. Pero algo sucedió que permitió a estos humanos desarrollar poderes. Cada individuo manifestaba estas habilidades de manera diferente, lo que llevó a una disminución exponencial de la población humana normal, ya que la energía que estos nuevos seres expulsaban era letal para ellos. Además, si dos humanos normales tenían un hijo, este nacía con poderes. Los individuos con poderes comenzaron a ignorar las leyes, matando a la gente o esclavizándolos. Los pocos humanos normales que quedaron se vieron forzados al exilio. Construyeron un domo que los purificaba de la energía de los seres con poderes, permitiéndoles vivir sin extinguirse. Sin embargo, los poderosos siempre intentaban robarles y convertirlos en esclavos, ya que no había humanos normales fuera del domo. Por eso, tuvieron que buscar métodos de defensa.