"¿Qué ves, mono?", dijo un niño de cabello castaño corto y peinado de libro, con ojos que rebosaban confianza. Estaba sentado en una máquina de entrenamiento, sus ojos revelaban que se creía superior. Era Sebas.
El otro niño entró. Tenía el cabello blanco con tonos duraznos que le cubría la cara y ojos color verde esmeralda. "Este pavo, préstame la máquina. Necesito entrenar para el levantamiento de nuestro triple de peso", dijo Jhosua.
Mientras tanto, otro veía todo, pensando que era el peor momento para entrenar. Sus ojos, café fuerte e intensos, solo podían observar el suceso que se desarrollaba. Tenía el cabello chino, dorado y naranja con piel oscura. Era Isma.
Isma iba a hablar y detenerlos, pero pensó que era mejor ver cómo se desarrollaba la situación; disfrutaba observar las cosas sin intervenir. Sin embargo, alguien gritó desde lejos. Era Kuda, quien los detuvo, lanzando latas: "¡USTEDES 2, PAREN!". Su voz logró tranquilizar la ira de Sebas, mientras Jhosua, con su habitual tranquilidad, comentó: "Dile a este que se toma todo personal".
Isma, en su mente, solo pensó que le habían arruinado el espectáculo. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la burla que Sebas le hizo a Jhosua, imitándolo con una cara graciosa, lo que hizo reír a Kuda. Incluso Isma lo encontró divertido.
Pero de repente, la atmósfera se volvió tensa. Traset había entrado a la sala. No habló, solo los miró con una expresión hostil.
Tiempo después, a la hora del almuerzo, Kuda se sentó junto a Jhosua a conversar. Aunque Jhosua parecía responder de forma automática, algunas palabras suyas dejaban entrever algo más. Sebas aprovechó esto para unirse a ellos, y los tres comenzaron a hablar y conocerse, aunque Jhosua no parecía muy interesado.
Todo esto fue observado por Isma y Joseph, quienes tuvieron una idea similar: intentar averiguar de qué hablaban, pues ambos eran, sin negarlo, chismosos. Con precaución, se levantaron, dándose cuenta de que ambos habían pensado lo mismo. Joseph, por pena, iba a volverse a sentar, pero fue interrumpido por alguien de cabello blanco y ojos café oscuro que les dijo: "Vengan, vamos los tres. Sé que ustedes también lo pensaron". Era Egennver.
Egennver obligó a Joseph a dar el primer paso, integrándolo al grupo. Sebas, con su ego inflado, proclamó: "Ya sé que vinieron por mí". Egennver se rio, y remató: "Para ver al más débil". Jhosua añadió: "Exacto, el que entró por pura suerte". Esto hizo que todos rieran, y Sebas se enojó, reprochándoles.
Mientras tanto, en otra mesa, tres siluetas grandes observaban. Una de ellas preguntó; era la chica de cabello como el sol, con esos ojos anaranjados y una mirada que te quemaría: "¿Quiénes son ellos y por qué hacen tanto ruido hablando?". El chico de al lado, de pelo chino, tez morena y cabello negro como la oscuridad, comentó: "Tenías que ser ciega, son unos niños". Viendo mejor, añadió: "Están los tres niños más castrosos". Eran Jean y, comiendo tranquilamente a su lado, Anderson, con su pelo negro con tono verde y ojos morados de forma rara. Él solo miraba su plato mientras Jean y Sol hablaban.