A medida que avanzaba en su formación, Thomas enfrentó su primer gran desafío: una prueba de conocimientos y de fe que pondría a prueba todo lo aprendido hasta ese momento.
El rector del seminario anunció que todos los seminaristas debían preparar una reflexión profunda sobre un pasaje bíblico y presentarla ante el claustro y sus compañeros.
Thomas eligió un pasaje que siempre le había conmovido: el llamado de San Mateo. Pasó días meditando, escribiendo y orando para que sus palabras fueran sinceras y llenas de significado.
El día de la presentación llegó, y aunque sentía nervios, Thomas habló con claridad y pasión sobre la importancia de responder al llamado de Dios con valentía y humildad.
Al terminar, recibió aplausos y felicitaciones, pero lo que más valoró fue la mirada orgullosa del padre Miguel y el reconocimiento de sus compañeros.
Esa experiencia fortaleció su confianza y le enseñó que, aunque el camino sea difícil, la fe y la preparación son sus mejores aliados.