La mañana avanzaba con tensión en el aire. El guardia que confrontó a Liam caminaba junto a él mientras explicaba la situación.
—Tu amigo Hiro... es un ladrón. Entró anoche a la mansión de Trout, el exministro. Toda la ciudad está en alerta, y hay órdenes de arrestarlo —dijo el guardia con voz firme, mientras miraba a Liam de reojo.
Liam apretó los puños, intentando controlar su indignación.
—¿Hiro? ¿Un ladrón? Eso no tiene sentido.
—Las pruebas son claras, muchacho. Incluso invadimos la base de los Rangers en busca de pistas. Trout es un hombre importante, y no podemos permitir que esto pase desapercibido —respondió el guardia con seriedad.
A medida que avanzaba, Liam notó cómo los soldados patrullaban por todas partes. Algunos entraban y salían de la base de los Rangers, mientras otros interrogaban a los habitantes de ShelterTown. La ciudad estaba completamente alborotada, derrepente otro guardia se le acercó, era Frank, un amigo cercano de Liam. Frank lo miró con una expresión de tristeza.
—Liam... Lo siento mucho. No pensé que Hiro sería capaz de algo así.
Liam lo miró con seriedad.
—Frank, tú lo conoces. Sabes que Hiro no haría esto sin una buena razón. Algo no encaja aquí.
Frank suspiró, rascándose la cabeza.
—Espero que tengas razón, Liam. Pero el problema es que la evidencia apunta directamente a él.
—Déjame investigar esto. Si Hiro hizo algo, tiene que haber una razón detrás —respondió Liam con determinación.
Frank asintió, pero no sin cierta duda en su mirada.
Cuando Liam comenzó a caminar entre la multitud para llegar a la casa de Trout, en una esquina chocó con alguien. Una joven de aspecto inusual cayó al suelo frente a él. Sus alas, similares a las de un murciélago, se extendieron momentáneamente antes de retraerse.
—¡Lo siento mucho! —dijo la chica mientras se levantaba rápidamente, sacudiendo su ropa.
Liam se quedó mirándola, sorprendido por su apariencia.
—Espera, ¿estás bien?
Pero la chica no le dio tiempo de decir más.
—Estoy bien. Lo siento otra vez. ¡Tengo prisa! —Y con eso, desapareció entre la multitud antes de que Liam pudiera reaccionar.
Algo en ella le pareció extraño, pero no tuvo tiempo para pensar en ello. Poco después, se encontró cara a cara con Kilgore, quien parecía visiblemente preocupado.
—¡Liam! —Kilgore lo llamó mientras se acercaba apresuradamente.
—¿Kilgore? ¿Qué está pasando? Dicen que Hiro es un ladrón —dijo Liam, cruzándose de brazos.
Kilgore bajó la cabeza, avergonzado.
—Es mi culpa... Yo le pedí a Hiro que entrara a la mansión de Trout.
Liam lo miró, incrédulo.
—¿Qué? ¿Le pediste que robara?
—Sí, pero tienes que entender... —Kilgore levantó la vista, mostrando una expresión de desesperación—. Trout me robó primero. Esa capucha mágica pertenecía a mi familia, y sé que Trout está involucrado en actividades turbias. He visto movimientos extraños en su casa por las noches, cosas que no puedo explicar.
—Entonces, si todo eso es cierto, ¿por qué no se lo dices a los guardias? —preguntó Liam, frunciendo el ceño.
Kilgore negó con la cabeza, nervioso.
—No lo entenderían. Trout es poderoso, y yo... Bueno, no tengo pruebas suficientes. Solo quería recuperar lo que me pertenece.
Liam suspiró, llevando una mano a su frente.
—Esto es un desastre. Si Hiro está en problemas por esto, tú deberías ser el que se responsabilice.
—Lo sé, y lo siento mucho. Pero te lo ruego, Liam, salva a Hiro. Tienes una buena reputación en esta ciudad, y sé que puedes ayudarlo.
Liam lo miró con seriedad.
—Lo haré, pero esto no se queda así, Kilgore. Tarde o temprano tendrás que enfrentarte a las consecuencias de tus acciones.
Kilgore asintió, con la mirada cargada de culpa.
—Gracias, Liam. Confío en ti.
Liam se despidió de Kilgore y continuó su camino hacia la mansión de Trout. Su mente estaba llena de preguntas y preocupación. ¿Qué estaba pasando realmente? ¿Por qué Hiro aceptó un trabajo tan arriesgado? Mientras avanzaba, su determinación de descubrir la verdad solo crecía.
La mansión de Trout era imponente. Sus altos muros de piedra blanca se alzaban en medio de un jardín perfectamente cuidado, con fuentes decorativas que reflejaban el brillo del sol poniente. Las ventanas de cristal teñido y los pilares tallados daban un aire de grandeza que no encajaba con el descontento de la multitud afuera. Decenas de curiosos se habían reunido alrededor, murmurando con entusiasmo sobre los eventos recientes.
—¡Siempre supe que ese perro no era de fiar! —gritó un hombre en la multitud.
—Por eso no lo querían en las misiones importantes. Es un ladrón de naturaleza —añadió una mujer, con aire de superioridad.
—¡Dicen que solía robar antes de unirse a los Rangers! —exclamó alguien más, avivando los rumores.
Liam apretó los dientes al escuchar los comentarios. Quería gritar que estaban equivocados, pero sabía que no serviría de nada. Los guardias salieron de la mansión con rostros severos, y uno de ellos levantó la voz para dirigirse a la multitud.
—¡Se ofrece una recompensa generosa a quien proporcione información sobre el paradero de Hiro!
La multitud reaccionó de inmediato. Algunos corrieron a buscar entre los callejones, otros revisaron debajo de los puentes, y los más entusiastas inspeccionaron arbustos y cubetas, como si esperaran encontrar a Hiro escondido en los lugares más insólitos.
Liam, decidido a encontrar a su amigo antes de que lo hicieran los demás, comenzó a buscar por su cuenta. “Si yo fuera Hiro, ¿dónde me escondería?” pensó mientras caminaba por las calles.
Se imaginó a Hiro en un callejón oscuro, ladrando a gatos callejeros que se burlaban de él desde los tejados. También lo visualizó en una panadería, con los ojos fijos en un pastel en exhibición, o en una carnicería, intentando robar un trozo de carne mientras el carnicero lo perseguía con un cuchillo en mano. Incluso lo pensó en el mercado, negociando con comerciantes para intercambiar objetos sin valor. Pero ninguno de esos escenarios resultó ser real.
Después de buscar todo el día sin éxito, Liam regresó agotado a casa. Al llegar, vio a varios guardias salir del edificio con expresiones frustradas. La señora que rentaba las habitaciones salió tras ellos, agitándoles una mano con molestia.
—¡Ya les dije que no lo vi! ¡Dejen de molestar! —gritó, refiriéndose a Hiro de forma despectiva.
Cuando notó a Liam, le sonrió, aunque esta vez con un aire más serio.
—Liam, necesitamos hablar —dijo, guiándolo sin esperar respuesta.
Caminaron hasta la habitación de Liam, y ella cerró la puerta con seguro antes de hablar.
—Los guardias estuvieron aquí todo el día. Revisaron cada rincón de esta casa e interrogaron a todos los inquilinos. No encontraron nada, pero no creo que se detengan.
Liam, preocupado, preguntó:
—¿Y Hiro? ¿Crees que haya escapado de la ciudad?
La señora notó la angustia en su rostro y puso una mano en su hombro para tranquilizarlo.
—Relájate. Creo que sé dónde está.
Señaló hacia la ventana, y Liam la miró con confusión.
—¿Qué quieres decir?
—Mira al tejado —respondió con una leve sonrisa.
Liam sacó la cabeza por la ventana y subió al tejado, encontrándose con Hiro, quien estaba recostado con los brazos detrás de la cabeza, mirando las estrellas.
—¡Estuviste aquí todo este tiempo! —exclamó Liam.
Hiro lo miró con desdén.
—¿Dónde más estaría? Soy un maestro del sigilo.
Liam se rió.
—Pareces más un gato que un perro.
Hiro se incorporó de golpe, ofendido.
—¡Oye! ¡No me compares con esos animales vulgares! Los gatos son astutos, manipuladores y… bonitos, sí, pero te convierten en su esclavo sin que te des cuenta.
Liam, riendo, negó con la cabeza.
—Deberías relajarte.
—Cuando gobierne mi propia ciudad, ¡prohibiré a los gatos! —dijo Hiro con dramatismo, cruzando los brazos.
La señora asomó la cabeza por la ventana y les llamó.
—Bajen ya, preparé comida para ambos.
En la habitación, Hiro comenzó a devorar su plato con entusiasmo mientras miraba a la señorita con sospecha.
—¿Por qué eres tan amable hoy? Siempre te quejas de mí, de las paredes sucias y de la renta.
La señorita suspiró.
—Lo hago por Liam. Él siempre paga puntualmente y me ha ayudado en muchas cosas.
Hiro imitó su voz, burlándose:
—"Liam esto, Liam lo otro". ¡Ya cásate con él!
Ella se rió.
—No seas ridículo. A pesar de todo lo que pasó, no creo que seas un ladrón. Conozco un poco a Liam, y sé que no se juntaría con cualquiera.
Hiro sonrió, sintiéndose halagado.
—¡Al fin alguien reconoce mi grandeza! Bueno, sobre la misión… —Comenzó a relatar lo ocurrido, exagerando detalles como siempre.
Liam lo interrumpió.
—Hiro, compórtate y cuenta la verdad. Si quieres que te ayudemos, necesitamos saber exactamente qué pasó.
Hiro suspiró y, por primera vez, comenzó a relatar los eventos sin tantas florituras.
Bajó la mirada hacia su plato vacío, suspiró y alzó una mano con aire dramático.
—Primero que nada, quiero que me disculpen…
Liam lo miró con un toque de desconfianza.
—¿Disculparte por qué exactamente?
Hiro levantó la vista, buscando un atisbo de compasión.
—Por todo este lío, claro. Pero dime algo, Liam… ¿tú crees que yo lo hice? ¿Crees que robé esa mansión?
Liam cruzó los brazos y lo miró fijamente, como si analizara cada gesto de su amigo. Finalmente, asintió.
—Sí. Creo que lo hiciste.
—¡¿Qué?! —Hiro se puso de pie, llevándose una mano al pecho como si le hubieran clavado un puñal—. ¡Me traicionas, Liam! ¡Tú, mi único amigo en este cruel mundo!
Liam arqueó una ceja, inmune al drama de Hiro.
—Claro que creo que lo hiciste. Pero también creo que fue por una buena causa.
Hiro parpadeó, sorprendido. Luego, una sonrisa de alivio se extendió por su rostro.
—Gracias, amigo… Eso significa mucho para mí. —Se dejó caer nuevamente en la silla y se aclaró la garganta—. Está bien, escucharás mi versión de los hechos.
Liam y la señorita se acomodaron para escuchar, y Hiro comenzó su relato con un tono más solemne.
—Entré a esa mansión oscura y gigantesca con mucho sigilo. Los guardias no eran un problema; los evité fácilmente, como el maestro del sigilo que soy.
Liam rodó los ojos, pero dejó que continuara.
—Buscaba lo que Kilgore me pidió: la capucha mágica. No tenía intención de llevarme nada más, lo juro. Según Kilgore, esa capucha le pertenecía, y Trout se la había robado. Pensé que estaba haciendo algo bueno, devolviendo lo que habían robado… Al menos, eso me repetí para convencerme antes de llegar al almacén.
—¿Y qué pasó en el almacén? —preguntó la señorita, intrigada.
—Bueno… justo cuando estaba por abrir la puerta del almacén, alguien salió con tanta fuerza que la puerta me golpeó de lleno. —Hiro se llevó una mano a la frente, como si aún le doliera el golpe—. Una chica con una apariencia extraña salió apresurada.
—¿Qué aspecto tenía? —interrumpió Liam, interesado.
—Era difícil verlo bien porque estaba oscuro —dijo Hiro—. Pero lo que más recuerdo eran sus alas… Tenía unas alas extrañas, como las de un murciélago.
—¿Y qué dijo? —insistió la señorita.
—Sólo dijo: “Oh, perdona”, y se fue como si nada. Parecía tener prisa.
Liam y la señorita intercambiaron miradas, y Liam asintió con seriedad.
—Vi a una chica así esta mañana. También parecía apresurada.
—¡Entonces tiene que ser ella! —exclamó Hiro, golpeando la mesa con entusiasmo—. Entré al almacén después de que ella salió, pero estaba vacío. ¡Se llevó todo! Incluyendo la capucha mágica.
La señorita frunció el ceño, procesando la información.
—Eso explica por qué los guardias te encontraron allí y te consideraron sospechoso.
—Exacto —continuó Hiro—. Cuando los guardias escucharon el ruido que hizo la puerta al abrirse, se pusieron alerta. No tenía otra opción. Sólo los empujé y salí corriendo.
—Entonces eso explica la razón por la que llegaste tan asustado esta mañana… - dijo la señorita.
Hiro asintió, mirando a ambos con un poco de remordimiento.
—En serio, gracias por ayudarme. Especialmente usted, señorita.
Ella sonrió, aunque con cierto sarcasmo.
—No me des las gracias todavía. Tenemos que encontrar a esa chica si quieres limpiar tu nombre.
Liam frunció el ceño, pensando en las palabras de Hiro.
—¿Crees que ella escapó de la ciudad?
Hiro negó con la cabeza.
—Lo dudo. Cuando los guardias me vieron, cerraron todas las salidas de la ciudad. Nadie podía entrar ni salir.
—Entonces, ¿cómo pudo escapar? —preguntó la señorita.
—Si las salidas están cerradas, la única manera sería… volando —respondió Hiro, encogiéndose de hombros.
Liam suspiró profundamente, procesando la información.
—Entonces tenemos que buscarla. No sólo para limpiar tu nombre, sino también para recuperar la capucha.
Hiro sonrió de nuevo, aunque con una pizca de nerviosismo.
—Eso significa mucho para mí, Liam. Sabía que podía contar contigo.
Liam esbozó una sonrisa, confiado.
—Si vamos a escapar, la mejor forma es ahora, mientras todos duermen.
Hiro lo miró incrédulo desde su asiento. Sus orejas caídas se levantaron ligeramente, mostrando su confusión.
—¿Huir? ¿Pero a dónde? Las salidas están bloqueadas…
—Siempre hay un camino —respondió Liam con calma, pero decidido—. Solo tenemos que…
Un golpe fuerte y seco interrumpió la conversación. Alguien estaba llamando a la puerta, o más bien, golpeándola con fuerza.
—¡Abran la puerta ahora mismo o la derribo! —gruñó una voz autoritaria desde el otro lado.
La sangre de los tres se congeló. Hiro abrió los ojos de par en par y comenzó a mirar alrededor buscando desesperadamente un lugar donde esconderse.
—¡¿Qué hacemos?! —susurró Hiro, comenzando a entrar en pánico.
La señorita, sin decir nada, tomó a Hiro del brazo y lo arrastró hacia el enorme basurero que estaba en una esquina de la habitación.
—¿Qué haces? —protestó Hiro, mirando con horror el basurero lleno de restos de comida y basura.
—¡Cállate y métete ahí! —le ordenó la señorita, empujándolo sin contemplaciones.
—¿Ahí dentro? ¡¿Estás loca?! ¡Soy un semihumano, no un cerdo! —susurró Hiro mientras intentaba resistirse, pero al final cayó dentro del basurero.
La señorita cerró la tapa justo antes de que Liam abriera la puerta.
El soldado, con una postura imponente y mirada severa, entró sin pedir permiso y comenzó a inspeccionar el lugar. Revisó debajo de la cama, detrás de las cortinas, incluso levantó las sábanas de forma brusca. Cada vez que pasaba cerca del basurero, los tres contenían la respiración.
Desde dentro del basurero, Hiro susurró con indignación:
—Esto es un insulto a mi dignidad. ¡Podrías haberme escondido en un lugar más limpio!
La señorita, en voz baja, respondió sin mirarlo.
—Es eso o la cárcel, Hiro. Haznos un favor y quédate callado.
—¡Esto no es justo! ¡Podría oler a basura por días! —siguió quejándose Hiro, mientras movía ligeramente la tapa del basurero.
Liam apenas contuvo una risa, pero rápidamente se enfocó cuando el soldado se acercó a la señorita.
—Sé que están escondiendo a Hiro aquí —dijo el soldado, dando un paso hacia ella con un gesto intimidante.
La señorita retrocedió un poco, pero Liam se interpuso con firmeza.
—¡Basta! —dijo Liam en un tono firme, pero respetuoso—. Está invadiendo una propiedad privada. Aquí no hay nadie más que nosotros.
El soldado lo miró con desdén.
—No tienes derecho a decirme qué hacer.
—Soy miembro de los Rangers —respondió Liam, sin apartar la mirada—. Y usted sabe que tenemos autoridad para intervenir si están abusando de su poder.
El soldado apretó los dientes, claramente molesto, pero sabía que no podía ignorar la advertencia de Liam.
—Esto no termina aquí —gruñó antes de girarse y salir de la habitación.
Cuando el sonido de las botas del soldado se desvaneció, la señorita dejó escapar un suspiro de alivio. Se acercó al basurero y golpeó la tapa ligeramente.
—Puedes salir ahora, héroe.
Desde dentro, Hiro respondió indignado:
—¿Salir? ¡Ni siquiera puedo moverme! ¡Estoy atrapado entre restos de comida y…! ¡Esto es asqueroso!
Liam no pudo evitar reírse.
—Bueno, al menos no terminarás en la cárcel. Aunque… hueles como si hubieras pasado un mes en un callejón.
—¡Cállate, Liam! —gruñó Hiro—. Esto es humillante. ¡Cuando salga de aquí, alguien me debe una disculpa y un baño!
La señorita negó con la cabeza, sonriendo levemente.
—Quédate ahí un poco más, Hiro. Aún pueden estar vigilando afuera.
Hiro resopló desde dentro del basurero.
—¡Esto es un abuso! ¡Soy un semihumano, no basura reciclable!
Liam sonrió, cruzándose de brazos.
—Hiro, si sobreviviste a esto, sobrevivirás a lo que venga. Pero tienes que admitir que, por ahora, es el lugar más seguro para ti.
Hiro se estaba quejando dentro del basurero, removiendo los restos de comida con un sonido asqueroso mientras murmuraba:
—¡Esto es inhumano! ¡Si sobrevivo a esto, será una historia épica, pero asquerosa!
La señorita le lanzó una mirada exasperada antes de hablar.
—Si tanto odias el basurero, tengo una idea: te llevaremos así hasta las afueras de la ciudad. Nadie sospecharía que el "gran ladrón Hiro" está escondido entre restos de comida.
Hiro abrió la tapa del basurero apenas unos centímetros, lo suficiente para mostrar su rostro.
—¿Llevarme en este basurero? ¿En serio? Esto es peor que la cárcel.
Liam cruzó los brazos, evaluando la idea.
—En realidad, no es tan mala idea. Podríamos aprovechar que es de noche.
Hiro suspiró resignado.
—Bien… acepto. Pero cuando salgamos de aquí, alguien me debe un baño y una cena.
La señorita ignoró el comentario de Hiro y se giró hacia Liam.
—¿A dónde irán?
Liam se quedó pensativo, frotándose la barbilla.
—Hmm… Tendremos que buscar un lugar seguro.
Desde dentro del basurero, Hiro interrumpió.
—¡Podemos ir con el viejo Nido! Él podria ayudar… aunque apenas lo conocimos hace un dia y debe estar molesto por quitarle a Susy...
Liam sonrió.
—Está bien, iremos con Nido.
Siguiendo el plan, Liam cargó el pesado basurero mientras Hiro murmuraba quejas constantes.
—¡Cuidado, me estás aplastando! ¡Y huele horrible aquí!
La señorita lo ignoró deliberadamente, mirando a Liam con seriedad.
—Cuídate, Liam. Y regresa pronto… solo tú —añadió, fingiendo no darle importancia a Hiro.
Mientras se alejaban, la señorita susurró casi inaudiblemente:
—Buena suerte también, Hiro… y perdón por tratarte mal.
Dentro del basurero, Hiro escuchó el susurro y se quedó en silencio, sorprendido por la inesperada disculpa.
Cuando llegaron a la salida de la ciudad, se encontraron con Frank, un amigo de Liam que estaba de guardia.
—¿A dónde vas, Liam? ¿Y qué llevas ahí? —preguntó Frank, señalando el contenedor.
Liam, sin titubear, respondió:
—Solo basura. Voy a tirarla fuera de la ciudad antes de que el olor empeore.
Frank arrugó la nariz y asintió.
—Tiene sentido. Bueno, no debería dejarte salir, pero por ser tú… hazlo rápido y no le digas a nadie.
Liam agradeció, y una vez lejos de la ciudad, ayudó a Hiro a salir del basurero.
Después de caminar exhaustos bajo la luz de las estrellas y subir la gran montaña rocosa, finalmente llegaron a la casa destartalada de Nido. Entre las paredes rotas y el techo agujereado, se vislumbraron dos figuras acercándose.
—¿Quién anda ahí? —gruñó una voz anciana desde dentro. Nido abrió la puerta con su bastón en mano, listo para defenderse. Cuando vio a Hiro y Liam, su rostro se torció en una mezcla de decepción y fastidio.
—Oh… son ustedes. ¿Otra vez vienen a quitarme comida? Por su culpa no he comido desde el dia de ayer.
Hiro levantó las manos en gesto de rendición.
—Supera eso, viejo. Estamos aquí porque… bueno… necesito tu ayuda.
Se arrodilló frente a Nido, con expresión seria y remordimiento en sus ojos.
—Por favor, déjame quedarme aquí un tiempo.
Sorprendido por la actitud inusual de Hiro, Nido los hizo pasar. Una vez dentro, escuchó atentamente la historia sobre la acusación contra Hiro. Cuando terminaron, Nido asintió lentamente.
—Ahora entiendo. Fuiste acusado injustamente. Pero esa ladrona… no será fácil de encontrar.
Hiro se dejó caer al suelo, con un suspiro derrotado.
—Déjame quedarme aquí mientras Liam la busca. Por favor.
Nido soltó una carcajada.
—De acuerdo, pero no será gratis. Mira esta casa… se está cayendo a pedazos. Si vas a quedarte, tendrás que trabajar.
Hiro se levantó y asintió con una expresión humilde.
—Está bien… no tengo otra opción.
Nido luego se giró hacia Liam.
—Tú deberías buscar a esa ladrona. Si realmente tiene alas como las que describes, es probable que encuentres pistas en la cueva de ladrones al noreste, cerca de Colisair. Esa ciudad es fácil de reconocer; como su nombre lo indica, tiene un gran coliseo.
Liam asintió, decidido. Hiro, dejando de lado su actitud habitual, lo miró con sinceridad.
—Liam… quiero disculparme por todos los problemas que te he causado desde que nos conocimos. Siempre termino metiéndonos en líos… pero esta vez, por favor, hazlo por mí. Encuentra a esa ladrona.
Liam le puso una mano en el hombro y sonrió.
—No te preocupes, Hiro. Haré lo que pueda para resolver esto. Regresaré pronto.
Con una despedida breve, Liam salió de la casa, dirigiéndose al noreste, hacia Colisair, lleno de determinación.