—¡Deme trabajo, jefe! ¡Estoy listo para todo! —exclamó Hiro, su tono cargado de entusiasmo, como si estuviera pidiendo una oportunidad para demostrar su valía.
Hiro había cambiado mucho en los últimos diez años. Ahora, convertido en un joven de gran estatura y fuerza, se dirigía hacia el anciano al que todos conocían como “Jefe”. Aunque su rostro reflejaba la madurez de la juventud, aún mantenía la energía y la impulsividad que lo caracterizaban. Caminó hasta el Jefe con la confianza de un hombre que aún buscaba su lugar en el mundo.
El Jefe, un hombre de apariencia cansada y sabia, no pudo evitar un suspiro. Con una expresión indiferente, le entregó un papel a Hiro, que ya lo tomaba con ansias.
—Está bien... Aquí tienes algo... —murmuró, su voz grave resonando en el pequeño cuarto.
Hiro, ansioso, desdobló el papel y sus ojos se iluminaron al ver las grandes letras en la parte superior: “SE BUSCA”. Por un momento, pensó que se trataba de una misión importante, algo que pondría a prueba sus habilidades. Pero cuando sus ojos se posaron en la imagen del “criminal” que debía buscar, su entusiasmo se desvaneció en un instante.
—¿Buscar una mascota? —preguntó, frunciendo el ceño y con una mueca de desagrado en su rostro. El papel parecía más un cartel de búsqueda de un criminal, pero la imagen de un animal lo hizo dudar.
—¿No lo quieres hacer? —respondió el Jefe, sin cambiar su postura, como si ya estuviera acostumbrado a la reacción de Hiro.
Hiro, sin poder controlar su frustración, corrió hacia el Jefe, su voz cargada de incredulidad.
—¡Claro que no! ¡Vaya trabajo más estúpido! —exclamó, su rostro enrojecido por la molestia—. ¿Cómo puede alguien perder una mascota? ¡Es una locura! ¿Acaso no se dan cuenta de lo ridículo que suena?
Liam, que había estado apoyado en la puerta, observando en silencio, se acercó con calma para intentar calmar a su amigo. Había crecido también, pero mantenía la serenidad que siempre lo había caracterizado.
—Hiro, no es para tanto —dijo Liam, con un tono tranquilo pero firme—. A veces las cosas simplemente pasan. No tienes que enojarte por algo tan... trivial.
Pero Hiro no se calmaba. Su enojo seguía creciendo, y su tono se volvió más áspero mientras hablaba.
—¿Quién diablos pierde a un animal? ¡Es una idiotez! —dijo, caminando de un lado a otro—. Además, ¿quién tiene un animal de mascota en primer lugar? Para mi, como un “semihumano”, ver a un pariente mío atado con una cuerda y paseando por ahí... ¡Es simplemente raro!
De repente, la puerta se abrió con suavidad y una joven entró en la sala. Su presencia fue inmediata, como una brisa fresca en un día caluroso. Tenía el cabello rubio como el sol y un par de hermosas alas blancas que brillaban a la luz. Aunque su apariencia era angelical, había algo en su mirada que delataba su naturaleza semihumana. Hiro, al verla, se quedó en silencio. Su enojo desapareció de inmediato, y su postura cambió rápidamente, como si intentara ocultar su frustración.
La joven se acercó al Jefe con una expresión preocupada.
—Señor... ¿Ellos encontrarán a mi mascota? —preguntó, su voz llena de ansiedad y preocupación. Sus alas temblaron levemente, reflejando la inquietud que sentía por su querida mascota.
El Jefe miró a la chica, con una expresión que reflejaba algo de preocupación.
— Oh, Yuna... ellos no aceptaron el trabajo…
Hiro, al escuchar esto, reaccionó de inmediato, interrumpiendo al Jefe con energía.
— ¡Espera un momento! ¡Nadie ha dicho que no lo haremos!
Liam, que había estado observando todo con una sonrisa irónica, se acercó a Hiro.
— ¿Lo haremos? Pero si tú querías ir a hacer una misión para ganar dinero y… —intentó decir, pero Hiro no lo dejó terminar.
— ¡Lo haremos! —respondió Hiro, sin dar importancia a lo que Liam estaba a punto de decir, mientras se dirigía rápidamente a Yuna.
— ¡Yuna! ¡Nosotros buscaremos a tu mascota! —exclamó, mostrándole una sonrisa confiada, mientras olvidaba por completo su enojo inicial.
Yuna, algo tímida por la actitud tan impulsiva de Hiro, sonrió de manera nerviosa.
— Bueno... gracias —respondió, aún preocupada por el bienestar de su mascota.
Hiro, al notar la expresión aliviada de Yuna, volvió a mirar al Jefe, pero esta vez con determinación.
— ¡Jefe! ¡Déjanos el trabajo! ¡Nosotros lo haremos!
El Jefe frunció el ceño, claramente dubitativo.
— Mmh... no estoy tan seguro. Enviar a los dos a buscar una simple mascota no tiene mucho sentido... —dijo, mirando a los dos jóvenes con una leve desaprobación.
Liam, aún pensativo, intentó expresar su duda.
— Es cierto... no sé si eso... —comenzó, pero Hiro, con un gesto rápido, lo interrumpió de nuevo.
— ¡Claro que sí! Los amigos siempre vamos juntos, ¡en las buenas y en las malas! —dijo Hiro, sus palabras llenas de entusiasmo y convicción mientras se acercaba a Liam, casi suplicándole con la mirada.
Liam, entre divertido y resignado, no pudo evitar sonreír ante el descaro de Hiro.
— Está bien, está bien... lo que tú digas, Hiro —dijo, un poco derrotado ante la tenacidad de su amigo.
Al escuchar la respuesta de Liam, Hiro no pudo ocultar su alegría.
— ¡Perfecto! ¡Lo tenemos! —exclamó, dirigiéndose a Yuna con una sonrisa aún más amplia.
— ¡No te preocupes, Yuna! ¡Nosotros nos encargamos de todo!
Yuna, visiblemente más tranquila al escuchar la promesa de Hiro, asintió con gratitud.
— Está bien... muchas gracias, chicos. Por favor, busquen a mi mascota, su nombre es Susy. —dijo, saliendo de la habitación con una expresión de alivio, pero aún con algo de preocupación en sus ojos.
Una vez que la puerta se cerró, Hiro no pudo evitar soltar un suspiro mientras se volvía hacia el Jefe.
— ¡Vaya, qué chica tan bonita! —comentó con una sonrisa traviesa, antes de girarse rápidamente hacia el Jefe.
— ¡Jefe, por favor! Déjenos hacer este trabajo. ¡Nosotros lo haremos mejor que nadie!
El Jefe, que ya conocía bien el entusiasmo incontrolable de Hiro, lo miró fijamente antes de hablar con voz grave.
— Como ya te dije, enviar a los dos a buscar una mascota no me parece lo más adecuado... Puedo enviar a Liam a hacer otro trabajo mientras tu te encargas de la mascota.
Hiro, sin perder el ritmo, comenzó a defender su propuesta con más ímpetu.
— ¡Pero Jefe! Entre Liam y yo lo haremos mucho más rápido! Además, ¡el cartel dice que necesitan a esa mascota ya! ¡No podemos perder tiempo!
El Jefe pensó un momento, evaluando la situación. Aunque escéptico, sabía que Hiro había demostrado ser un buen trabajador en el pasado. Después de todo, las últimas misiones de Hiro habían sido exitosas.
En su mente, el Jefe reflexionó: Hiro ha demostrado que es confiable. Ha trabajado bien en las últimas tareas. Tal vez esta vez le dé lo que quiere.
Suspiró y finalmente asintió.
— Está bien, Hiro. Liam y tú irán en busca de esa mascota. Pero no quiero escuchar ni una queja más, ¿me entendieron? —dijo con tono firme, pero algo resignado.
Hiro no pudo evitar sonreír con entusiasmo.
— ¡Gracias, Jefe! ¡Te prometo que lo haremos bien! —gritó mientras se apresuraba a salir corriendo de la habitación.
Liam, entre divertido y algo exasperado, lo siguió sin mucho ánimo.
— Qué emoción… —murmuró, observando la sonrisa radiante de Hiro.
— Aunque si hubieras visto tu cara cuando entró Yuna... ¡jajaja!
Hiro, con una mirada llena de confianza, respondió sin pensarlo dos veces.
— ¡Ja! Claro que tienes envidia, Liam, no lo niegues… ¡Vamos a encontrar a esa mascota! Si la encontramos, ¡quizás Yuna se quede tan impresionada que no podrá resistirse a mí!
Comenzó a imaginarse a sí mismo en una fantasía donde Yuna lo agradecía con un beso, y de ahí a una boda… y después hijos.
— ¡Sí! ¡Vamos a preguntarle a todos en la ciudad si han visto algún animal rondando! —exclamó de repente, con renovada energía.
Liam, mirándolo con una sonrisa burlona, negó con la cabeza.
— Si sigues así, ni yo podré salvarte de tus propios sueños, amigo mío... —comentó mientras caminaba a su lado, dispuesto a ayudar en la búsqueda.
Fuera de la habitación, Liam y Hiro se toparon con Silvia, la chica encargada de recolectar las misiones que los Rangers tomaban. Silvia los miró con curiosidad al escuchar el ruido proveniente del interior.
— ¿Qué fue ese ruido? ¿Se metieron en más problemas? —preguntó con tono un poco burlón, mientras observaba a los dos jóvenes.
Hiro, como siempre, no perdió la oportunidad de hacer una entrada espectacular, aunque adaptó un poco la historia para darle un toque más dramático y heroico.
— ¡Oh, Silvia! No sabes lo que acabamos de hacer... —comenzó Hiro, su rostro mostrando una expresión seria pero exagerada. — Estábamos ante una misión importante... ¡pero al final nos asignaron algo humillante! ¡Teníamos que buscar una simple mascota! ¡Una mascota, Silvia! ¡Eso no es para un hombre de acción como yo! ¡Estoy hecho para misiones grandes, como encontrar una cueva de ladrones o ir al campo de batalla a enfrentar monstruos! —dijo Hiro, subiendo el tono con cada palabra, mientras sacudía las manos como si estuviera rechazando una tarea indignante.
Silvia, al escuchar esto, levantó una ceja, como si estuviera a punto de corregirlo.
— Bueno, realmente no es tan malo, ¿sabes? —respondió Silvia con una sonrisa socarrona. — Algunas personas incluso nos piden que vayamos a limpiar sus casas. Pero sea cual sea la misión, la cumplimos, porque somos Rangers, ¿verdad? Un ranger es de total utilidad, ¡hacemos de todo! Cocinamos, limpiamos, lavamos, y más. Todo con fines de lucro, por supuesto —añadió con un tono de suficiencia, como si fuera algo completamente normal.
Hiro, algo avergonzado por su exagerada interpretación, intentó cambiar rápidamente el enfoque.
— Claro, claro... —dijo Hiro, encogiéndose de hombros. — Pero ¿quién podría resistirse a una misión como la que hago yo? ¿Una verdadera misión heroica, sabes? —presumió, mientras hacía un gesto con la mano, como si estuviera saludando a un público imaginario. — Bueno, Silvia, nos vemos en la próxima misión. ¡Nosotros somos los mejores!
Silvia no pudo evitar soltar una pequeña risa ante el ego de Hiro, pero no dijo nada más.
— ¡Nos vemos, chicos! —respondió Silvia, con una sonrisa divertida, antes de alejarse.
Liam suspiró, observando cómo Hiro se pavoneaba. No pudo evitar sonreír ante la actitud de su amigo. Al final, ambos se dirigieron hacia la salida.
Al salir de la base de los Rangers, un hombre conocido por todos en la ciudad se acercó a Liam. Era Dark, un tipo algo sombrío que siempre tenía un aire de misterio a su alrededor. Dark lo observó con una mirada grave.
— ¿Sabes algo de tu familia, Liam? ¿De tu padre, o de tu hermana? —preguntó Dark, su voz baja y seria, como si temiera la respuesta.
Liam se detuvo por un momento, sintiendo que el aire se volvía más denso. Su rostro se tornó serio y triste.
— No, no sé nada —respondió Liam, con una leve tristeza en su voz. — como todos ustedes saben, ellos desaparecieron sin dejar rastro, y no hay pistas de dónde pudieron haber ido.
Dark permaneció en silencio por un momento, como si estuviera procesando las palabras de Liam. Luego asintió lentamente, comprendiendo lo que implicaba esa respuesta.
Lo siento, Liam. Si llegamos a averiguar o descubrir algo te lo diremos —dijo Dark, antes de dar media vuelta y alejarse sin decir una palabra más.
Liam permaneció en silencio, mirando cómo Dark se alejaba. Hiro, al notar la expresión pensativa de su amigo, se acercó y le dio una palmada en la espalda.
— Oye, no te pongas así. Sé que es difícil, pero ¿sabes qué? ¡Lo vas a descubrir! ¡A tu manera, pero lo harás! —dijo Hiro, tratando de levantar el ánimo de Liam.
Liam sonrió levemente, agradecido por el intento de ánimo de Hiro. A pesar de todo, sabía que su búsqueda aún no había terminado.
Recordaron que debían encontrar a la mascota, pero la ciudad de ShelterTown era enorme, y la mascota podría estar en cualquier parte. ¿Por dónde empezar?
— Este lugar es tan grande... —dijo Hiro mientras miraba alrededor, algo desconcertado. — ¿Dónde podríamos empezar? Podría estar en cualquier rincón de la ciudad…
Liam asintió con una ligera preocupación en su rostro.
— Pues no tenemos más opción que preguntar a todos, ¿verdad? —dijo, comenzando a caminar hacia la primera persona que vieron.
Así, comenzaron a recorrer las calles llenas de gente. Se encontraron con muchas personas que pasaban por allí, y no faltaron las respuestas negativas.
Un hombre de aspecto robusto, con barba tupida y manos callosas, los miró con indiferencia cuando le preguntaron.
— No he visto a esa mascota... —dijo con voz grave. — Pero si se ha salido de la ciudad... no sobrevivirá mucho. Afuera, las criaturas y monstruos que rondan son muy peligrosos, más aún para un animal tan pequeño.
— ¡Eso no suena nada bien! —exclamó Hiro, algo preocupado. — Mejor que no haya salido, entonces…
Ambos agradecieron al hombre y siguieron buscando. Poco después, encontraron a otro hombre, de cabello desordenado y ojos sombríos, que parecía estar mucho más nervioso.
— ¿A la mascota? No... no la he visto —respondió el hombre, casi temblando. — Pero... hace un tiempo, mi gato fue devorado por un monstruo. El gato se fue hacia el sur, cerca de la Montaña Fury... Estaba atrás de la montaña, cuando vi una sombra acercarse a él en la oscuridad. Solo escuché su quejido, y luego ya no pude encontrarlo. Fue horrible...
Hiro se inclinó un poco hacia adelante, visiblemente molesto por la historia.
— ¡Eso suena espantoso! —dijo Hiro, con una mirada seria. — ¡No queremos que le pase lo mismo a esa mascota!
El hombre los miró intensamente, como si les estuviera pidiendo algo más.
— Si encuentran a esa mascota... ¿podrían encargarse también de ese monstruo? —dijo el hombre, con voz baja y grave. — Hace días que no puedo dormir por esa criatura, siempre me ronda la mente.
Liam miró a Hiro y asintió lentamente, sin decir palabra, sabiendo que un Ranger no podía dejar un pedido de lado.
— Claro, lo tendremos en cuenta —respondió Liam, decidido.
Continuaron su camino, encontrando varias personas más en las calles. Mujeres y niños que agradecían a los Rangers por la ayuda que prestaban a la comunidad. La ciudad estaba llena de gente, y muchos Rangers se veían trabajando en diversas tareas, desde ayudar en tiendas hasta limpiar las calles.
Hiro, ya algo cansado de buscar en la ciudad, pensó que quizás la mascota se había refugiado en algún callejón oscuro.
— ¡Quizás se metió en uno de esos callejones! —dijo Hiro, mirando hacia uno de los pasajes estrechos entre los edificios. — ¡Vamos a revisarlos!
Se acercaron y, al asomarse en uno de los callejones, vieron una escena que les dejó sin palabras: una pareja de enamorados se estaba besando apasionadamente en la oscuridad.
Liam los miró brevemente, desconcertado.
— Bueno, definitivamente no es eso lo que buscamos... —comentó, avergonzado y rápidamente apartando la vista.
Hiro suspiró, frustrado.
— ¡Esto es inútil! —exclamó Hiro, cruzando los brazos. — ¿De qué sirve buscar por toda la ciudad si ni siquiera podemos encontrar un simple animal?
Liam se rió, intentando aliviar el ambiente.
— Parece que nos rendimos, ¿verdad? —dijo, con una leve sonrisa.
Ambos se dieron la vuelta y comenzaron a caminar de regreso a casa, sintiendo que el día había sido una pérdida de tiempo.
Al llegar a su hogar, fueron recibidos por una amable señorita que siempre los atendía con una sonrisa. Pero, al ver a Liam, su rostro se iluminó aún más.
— ¡Liam! —dijo ella, con mucho entusiasmo. — ¡Qué bueno verte! Sigue así, ¡sé que lo lograrás! ¡Ánimo, que ya casi lo encuentras!
Liam sonrió agradecido, sintiendo el apoyo de la chica.
— Gracias, siempre es un gusto verte —respondió Liam, mientras la chica lo saludaba cálidamente.
Cuando ella se despidió de Liam, su mirada se dirigió hacia Hiro. Inmediatamente, su tono cambió a uno mucho más serio.
— ¡Hiro! —dijo con firmeza. — No olvides pagar el alquiler. ¡No quiero que te hagas el desentendido esta vez!
Hiro se quedó estupefacto por un momento, sin saber qué decir. De alguna manera, no era la primera vez que le recordaban su deuda, y siempre le parecía incómodo que lo hicieran frente a Liam.
— Sí, sí, ya sé… —respondió Hiro, un poco avergonzado. — No hace falta que me lo digas tan fuerte.
La señorita se fue, dejando a los dos chicos en la entrada. Hiro suspiró con pesadez, mientras Liam lo miraba divertido.
— Parece que te tienes que poner al día con los pagos, ¿eh? —dijo Liam, con una sonrisa burlona.
Hiro, resignado, se encogió de hombros.
— Lo sé, lo sé... ¡pero ya veremos! —respondió con una sonrisa nerviosa, mientras entraban a la casa para descansar.
Liam y Hiro subían por las escaleras hacia el segundo piso, donde alquilaban sus habitaciones. Al llegar al final de las escaleras, se encontraron con un niño semihumano, un perro con orejas puntiagudas y ojos brillantes, que los miraba con admiración. Era su fan número uno, siempre entusiasta por verlos.
El niño dio un pequeño salto al verlos y se acercó rápidamente a ellos, con una sonrisa radiante.
— ¡Liam! ¡Hiro! ¡Los vi! ¡Son ustedes! ¡Qué genial! —dijo el niño, casi saltando de emoción. — ¡Yo soy su mayor fan!
Liam sonrió ligeramente, acostumbrado a las muestras de afecto del niño, pero tenía algo en mente.
— ¿Y tu madre? —preguntó Liam con curiosidad, mirando al niño. — ¿Está en casa?
El niño frunció el ceño, mostrando un poco de frustración.
— Mi mamá... —dijo con un suspiro. — ¡Duerme todo el día! No hace más que quedarse en casa y no juega conmigo. ¡Siempre está dormida o… dormida! Ojalá pudieran venir a visitarnos y jugar un rato, ¡me encantaría!
Hiro, con una sonrisa de orgullo, se adelantó un poco, notando el entusiasmo del niño.
— ¿Y qué tal? ¿Tienen alguna misión peligrosa? —preguntó el niño, mirando a los dos chicos con brillo en los ojos. — ¡Me encantaría verlos en acción! ¡De seguro son los mejores!
Hiro, con su ego siempre a flor de piel, no tardó en responder.
— ¡Misión peligrosa, dices! ¡Pues claro! Estamos buscando una bestia que podría destruir toda la ciudad. ¡Es enorme y feroz, y yo soy el único que puede enfrentarse a ella! —dijo Hiro con tono pomposo, inflando el pecho mientras lo decía.
Liam, viendo cómo Hiro se vanagloriaba, suspiró y decidió ignorarlo. Solo quería acabar pronto con esta búsqueda.
— No, en realidad estamos buscando a una mascota... un animalito que se ha perdido —respondió Liam, cortando el entusiasmo de Hiro.
El niño, al escuchar eso, pareció pensativo por un momento. Luego, su cara se iluminó.
— ¡Ah! ¡Yo vi un animalito! ¡Era muy bonito! —exclamó el niño, saltando un poco en su lugar. — Estaba caminando por las afueras de la ciudad... ¡lo vi salir por la puerta principal!
Hiro se agachó frente al niño, mostrando un interés repentino.
— ¿Qué tipo de animal era? —preguntó Hiro, con tono serio, como si el destino de la misión dependiera de esa respuesta.
El niño se rascó la cabeza, visiblemente confundido.
— Hmm... no sé... —respondió, encogiéndose de hombros. — No era un perro, ni un gato... pero era algo muy bonito. No sé cómo se llama...
Liam y Hiro intercambiaron una mirada, dudando por un momento. ¿Podría ser esa la mascota que buscaban? El niño parecía tan entusiasta, pero la descripción no les aclaraba nada.
— Bueno, gracias por la información —dijo Liam, sonriendo al niño. — Iremos a investigar, pero si ves algo más, avísanos.
— ¡Sí! ¡Por favor, regresen pronto para jugar conmigo! —dijo el niño, saltando de alegría.
Hiro, a pesar de no estar completamente convencido, también sonrió.
— ¡Lo haremos, campeón! —dijo mientras se levantaba. — No te preocupes, ¡lo encontraremos!
Ambos chicos, ya con una nueva pista, se despidieron del niño y se dirigieron hacia la salida de la ciudad. A pesar de que la pista no era del todo clara, la esperanza de encontrar la mascota seguía viva.
— Aún no estoy seguro de si este animal es realmente la mascota que buscamos... —murmuró Liam mientras caminaban. — Pero no tenemos nada que perder. Sigamos buscando.
Hiro, con un aire confiado, asintió.
— ¡Exacto! ¡Vamos a encontrarla, y quién sabe! Tal vez hasta me convierta en el héroe que salva a todos, ¡y Yuna se enamore de mí! —dijo con una sonrisa traviesa, ignorando el hecho de que aún no sabían ni qué animal era.
Liam suspiró, sabiendo que si Hiro no se calmaba un poco, la búsqueda iba a ser mucho más difícil de lo que ya era.
Antes de salir de la ciudad, Liam y Hiro se encontraron con una vieja estatua en la entrada, una figura de dragón de piedra, erosionada por el tiempo. Era una imagen que siempre había estado allí, un símbolo del dios Dragón, protector de la ciudad.
Liam, como siempre, se arrodilló frente a ella en silencio. Hiro, observando a su amigo como lo hacía tantas veces, hizo lo mismo, aunque él no compartía la misma devoción. Sin embargo, Liam le había enseñado que su padre, Sage, siempre le había dicho que era una tradición importante orar al dios Dragón antes de salir de casa, como una forma de protección y agradecimiento.
— Vamos, Hiro. Es una costumbre. —dijo Liam, sin apartar la vista de la estatua.
Hiro, sin decir nada, asintió en silencio. Aunque no lo entendía por completo, el respeto por las tradiciones de Liam siempre le había parecido algo digno de seguir.
Después de unos momentos, se levantaron, y continuaron su camino fuera de la ciudad, la puerta se cerró detrás de ellos.
Mientras caminaban por el camino polvoriento, Hiro y Liam comenzaban a hablar, como solían hacerlo, sobre la misión y lo que había pasado en los últimos años.
— ¿Qué crees que será esa mascota, Liam? —preguntó Hiro, mientras ajustaba su ballesta sobre su espalda.
Liam encogió los hombros, mirando hacia el horizonte.
— No tengo idea. Pero parece importante para Yuna, y eso es lo único que me importa.
Hiro sonrió y asintió, pero su mente comenzó a divagar.
— Yuna... Es hermosa, ¿verdad? Y esas alas... Son increíbles. Seguro que me casaré con ella. —dijo Hiro con una sonrisa arrogante, imaginándose a sí mismo como el centro de atención en algún futuro idílico con Yuna.
Liam, medio sonriendo, observaba a su amigo y sus fantasías.
— Vamos, Hiro. No te adelantes tanto. Solo estamos buscando una mascota, no un compromiso. —rió Liam.
Pero Hiro estaba demasiado ocupado imaginándose cómo sería su futuro con Yuna. Luego, en un breve silencio, Hiro se quedó pensativo, observando el camino mientras caminaban.
— Es curioso... —murmuró Hiro. — En estos diez años, hemos llegado muy lejos, ¿eh? Tú, Liam, has dominado la espada. ¡Hasta me sorprendes a veces! Y yo... bueno, al final, le tomé el truco a la ballesta. Aunque me costó más de lo que esperaba.
Liam sonrió, un poco avergonzado.
— Supongo que sí... pero es lo que tiene entrenar todo el tiempo. Nos hemos vuelto bastante buenos, ¿no?
— ¡Sí! Y lo mejor de todo es que ahora podemos hacer cosas grandes juntos. Misiones, aventuras... ¡y tal vez hasta salvar a la ciudad de monstruos! —dijo Hiro, su entusiasmo regresando.
Cuando caminaban, a lo lejos vieron una carpa de circo. El bullicio y la música llegaban hasta sus oídos. Hiro, siempre en busca de algo entretenido, sonrió.
— ¡Vamos allá! Tal vez podamos encontrar a la mascota en el circo. ¡Puede que tengan un animal raro o algo así! —exclamó Hiro, tomando la delantera.
Liam, un poco escéptico, lo siguió sin mucho entusiasmo, preguntándose si realmente encontrarían algo útil allí.
Al entrar al circo, la multitud de personas les golpeó de inmediato. Los niños reían, los padres se acomodaban en sus asientos, y había una energía palpable en el aire. Un guardia se les acercó rápidamente, pidiendo la entrada.
— Ustedes... ¿quieren entrar? Tienen que pagar primero. —dijo el guardia con voz grave.
Liam dudó. No estaba seguro de si la mascota que buscaban estaba realmente dentro del circo, pero no tenían más opción que pagar y seguir investigando.
— Vamos a pagar. Quizás tengamos suerte... —dijo Liam, mirando el bullicio del circo.
Hiro, mientras tanto, estaba más interesado en lo que podría hacer después de encontrar la mascota.
— ¡Oh, Yuna estaría tan feliz si la llevo al circo! Imagina... ¡le haría un montón de cosas geniales! —dijo Hiro, mientras pagaba la entrada, con su mente completamente ocupada en cómo conquistar a Yuna.
Al entrar, los dos miraron alrededor, pero lo único que encontraron fueron animales que no parecían ser muy interesantes. Un alpaca se acercó y, al ver a Hiro, le escupió en la cara.
— ¡Ugh! ¡Qué asco! —gritó Hiro, limpiándose la cara.
Un poco más lejos, vieron una tortuga que flotaba en un lago artificial, aparentemente muerta.
— ¿Qué es esto? ¿Un circo o una guardería de animales? —preguntó Hiro, mirando a su alrededor, confundido.
Fue entonces cuando un hombre, al parecer el dueño del circo, salió al escenario, con una gran sonrisa.
— ¡Vengan, vengan! ¡Pasen a ver al maravilloso hombre hierba! —gritó el hombre, mientras la multitud aplaudía emocionada.
Liam y Hiro se miraron, sin comprender muy bien de qué se trataba.
— ¿El hombre hierba? —dijo Liam, levantando una ceja. — Esto está raro.
El dueño del circo abrió un telón, mostrando una jaula en el centro del escenario. La multitud se alborotó, pero en el momento en que el dueño del circo abrió el telón, lo cerró de inmediato.
— ¡Y eso fue todo! ¿Les gustó? ¿No les da miedo? —preguntó el dueño con una sonrisa de satisfacción.
La gente comenzó a quejarse inmediatamente.
— ¡¿Eso es todo?! ¡Queremos ver algo real! —gritó una mujer desde el fondo.
El dueño, sin perder la compostura, se encogió de hombros.
— Si quieren verlo mejor, tendrán que pagar dos veces el costo de la entrada. —dijo con una sonrisa burlona.
— ¡Vaya estafa! —gritó Hiro, girándose rápidamente hacia Liam. — ¡Esto es una farsa!
La multitud comenzó a abandonar el circo, decepcionada por lo que acababa de ocurrir.
Hiro y Liam se miraron, sin palabras. Habían perdido su tiempo.
— Bueno, al menos ahora sabemos que la mascota no está aquí... —dijo Liam, con un tono de resignación.
Ambos salieron del circo, buscando en vano por el exterior de la ciudad, sin éxito.
El día había sido largo, y aunque no habían encontrado la mascota, sabían que no podían rendirse.
Liam y Hiro continuaban explorando la vasta pradera, pero el sol comenzaba a ponerse, y aún no encontraban absolutamente nada. La esperanza se desvanecía poco a poco. Al final, Liam se tiró al piso, exhausto. La pradera, infinita y vacía, solo ofrecía más de lo mismo. Hiro, por su parte, comenzó a gritar frustrado.
— ¡Maldita mascota! ¿Dónde demonios te fuiste?! ¡¿Por qué tienes que irte tan lejos?! —gritaba Hiro, su voz resonando por toda la pradera.
Liam, completamente agotado, sólo lo miraba con una expresión cansada, pero no dijo nada. Se acostó boca abajo, dejando que la frustración de Hiro se disipara en el aire. Fue entonces cuando algo llamó la atención de Liam. A través de su agotamiento, algo le hizo levantar la vista. En la tierra frente a él, vio unas huellas. Huellas pequeñas, no muy profundas, pero definitivamente las huellas de un animal.
— ¡Hiro! ¡Cállate un momento y ven a ver esto! —dijo Liam con voz baja pero firme, mientras se acercaba a las huellas.
Hiro, que aún maldecía a la mascota, se calló de inmediato y se acercó a Liam.
— ¿Qué pasa ahora? —preguntó Hiro, molesto pero curioso.
Liam observaba detenidamente las huellas.
— Son huellas de un animal pequeño… pero están tan borrosas que no puedo decir exactamente de qué se trata. Quizá la mascota pasó por aquí. —dijo Liam, mirando hacia el horizonte.
Hiro, observando las huellas con atención, frunció el ceño.
— ¿De verdad crees que esas huellas nos llevarán a la mascota? ¡Están tan difusas que apenas se pueden ver! —dijo Hiro, un tanto incrédulo.
Liam asintió, pero su mirada mostraba determinación.
— No tenemos nada más que esto, Hiro. Si seguimos estas huellas, es nuestra única esperanza. Si no, no tendremos más que rendirnos. —respondió Liam, levantándose del suelo.
Hiro, aunque dubitativo, no podía evitar sentir que tenían que seguir. Estaba demasiado cerca para rendirse ahora.
— Pues vamos, ¿qué más da? Ya no podemos dar marcha atrás. —dijo Hiro con una sonrisa torcida, mientras se levantaba y se ponía en marcha junto a Liam.
Así que comenzaron a seguir las huellas, las cuales los llevaron lentamente de vuelta hacia la ciudad. Las huellas, aunque apenas distinguibles, parecían conducir hacia el mismo lugar. Finalmente, después de varios minutos caminando, llegaron al pie de la montaña Fury.
Liam se detuvo en seco, recordando algo.
— Hiro, ¿recuerdas lo que nos dijo ese hombre de la ciudad? El que nos contó sobre su gato. Dijo que un monstruo se lo había devorado cerca de esta montaña... —dijo Liam, mirando a la montaña con una expresión pensativa.
Hiro frunció el ceño, mirando la montaña. No le gustaba la idea de enfrentarse a otro monstruo, pero tampoco podían perder la oportunidad de acabar con esa amenaza y quizá encontrar la mascota en el proceso.
— Sí, lo recuerdo… pero ¿qué tal si esa bestia está todavía aquí, acechando? No podemos simplemente quedarnos de brazos cruzados, especialmente ahora que estamos tan cerca. —dijo Hiro, ajustando su ballesta. — Si acabamos con ese monstruo, tal vez podamos eliminar dos problemas de un golpe.
Liam asintió, sintiendo la urgencia en el aire.
— Exacto. Puede que esa criatura sea la que se llevó a la mascota... y si está cerca de aquí, lo más lógico es que nosotros nos encarguemos de ella. —dijo Liam, mirando a Hiro. — Pero tenemos que tener cuidado. Esta montaña es peligrosa, y esos caminos no son nada confiables.
Hiro, con una sonrisa de determinación, apretó los dientes.
— No me importa lo que tengamos que atravesar. No me rendiré tan fácilmente. —dijo Hiro, confiado. — Si ese monstruo está aquí, lo vamos a encontrar y derrotar. No solo para la mascota, sino también por el bien de la ciudad.
Liam miró a Hiro, sorprendido por su fuerza de voluntad.
— Bien dicho, Hiro. Vamos. —respondió Liam, tomando la delantera mientras empezaban a subir la montaña.
La subida no era fácil. El terreno era rocoso y escarpado, con caminos peligrosos que se desmoronaban a cada paso. Los acantilados y las cavernas profundas amenazaban con llevarlos hacia el abismo si no eran cuidadosos. Pero, con cada paso, sabían que no había vuelta atrás.
— Esta montaña... es un laberinto. —dijo Hiro, mirando alrededor mientras subían.
— Lo sé, pero tenemos que seguir adelante. Si el monstruo está aquí, debemos encontrarlo. —dijo Liam, sin vacilar.
El aire se volvía más frío a medida que ascendían, y el silencio se hacía más pesado. El peligro acechaba en cada rincón, pero también lo hacía la esperanza: la posibilidad de encontrar la mascota y enfrentarse a ese monstruo de una vez por todas.
Mientras caminaban por el estrecho sendero que los guiaba hacia la cueva, Hiro escuchó un susurro a sus espaldas.
-Pst... pst... ¡Han regresado! -la voz era tenue, como si viniera de todas partes y de ninguna.
Hiro se detuvo en seco, mirando a su alrededor con desconfianza.
-¿Uh...? Liam, ¿dijiste algo? -preguntó, girándose hacia su compañero.
Liam, quien estaba un par de pasos adelante, negó sin siquiera voltear la cabeza.
-No, no dije nada. ¿Por qué?
-Escuché algo... como si alguien nos hablara.
Liam soltó una breve risa.
-Tal vez son alucinaciones.
-¡Claro que puedo tener alucinaciones! respondió Hiro, cruzando los brazos con fingida indignación-. No he comido nada en la última hora, jes normal que pase!
Liam rodó los ojos, pero no replicó. Siguieron caminando hasta que llegaron a la entrada de la cueva. La apertura era enorme, oscura, y parecía devorar la luz del sol que apenas se filtraba por las nubes.
-¿Este es el único camino? -preguntó Hiro, mirando la entrada con un poco de arrepentimiento.
Liam asintió.
-Sí. La geografía de esta montaña no deja opciones. Rodearla sería imposible, y construir caminos nunca fue viable.
Hiro tragó saliva.
-Bueno... por Yuna y Susy, su mascota, haré lo que sea.
La oscuridad dentro de la cueva era abrumadora. Liam encendió una antorcha, y la luz reveló las irregulares paredes de roca. Avanzaron lentamente, con el eco de sus pasos como único sonido.
-Esto me recuerda algo... -dijo Hiro después de un rato, rompiendo el silencio.
-¿Ah, sí? -respondió Liam, sin dejar de caminar.
-Sí, aquella noche en la que nos conocimos. Todo oscuro, con peligro acechando en cada esquina...
Liam sonrió, aunque no dijo nada.
Dentro de la cueva, no encontraron más que algunos ratones y pequeños insectos. Tras lo que pareció una eternidad, finalmente vieron la luz al final del túnel.
Cuando salieron al otro lado, Hiro volvió a escuchar una voz.
-¡Qué suerte! ¡Estaba harta de esperar! -dijo la voz, ahora más clara.
Hiro miró a su alrededor, pero no vio a nadie.
-¿Otra vez? -susurró para sí mismo, frotándose las orejas.
Decidió ignorarlo y siguió avanzando con Liam.
Sin embargo, poco después, un fuerte aleteo resonó desde lo alto de la montaña.
-¿Qué es eso? -preguntó Hiro, deteniéndose en seco.
Liam, ya en posición de combate con su espada desenvainada, miró hacia arriba.
-Prepárate.
Hiro no necesitó más advertencias. Cargó su ballesta y miró al cielo. Tres figuras descendían rápidamente desde las alturas. Eran arpías: criaturas con cuerpo de mujer, alas enormes y garras afiladas como cuchillas.
-¡A por ellos! -gritó una de ellas, lanzándose en picada hacia el grupo.
Hiro disparó, pero la arpía esquivó su flecha con facilidad.
-¡Me pido al mejor! -gritó otra arpía, apuntando a Liam con una risa burlona.
Liam se movió para esquivarla, pero antes de que pudiera reaccionar, una segunda arpía empujó a la primera.
-¡No! ¡Yo quiero ese!
-¡Quítense! ¡Él es mío! -gritó la tercera, uniéndose al ataque.
En un abrir y cerrar de ojos, las tres estaban encima de Liam, atacándolo al unísono con sus garras y chillidos.
Liam esquivaba y bloqueaba con maestría, su espada brillando bajo el sol. Sin embargo, los ataques eran constantes, y la desventaja numérica se hacía evidente. Hiro trató de ayudar, lanzando un disparo bien calculado. La flecha atravesó las alas de las tres arpías, haciéndolas gritar de dolor.
-¡Ya basta! ¡Ataquemos juntas! -gritó una de ellas.
Las arpías comenzaron a coordinarse, y su primera acción fue ir tras Hiro.
-¡El de la ballesta primero!
Hiro disparó dos flechas más, pero ellas las esquivaron con facilidad. Una de ellas lo embistió, derribándolo al suelo y dejándolo vulnerable.
-¡Liam, cuidado! -gritó, tratando de levantarse.
Liam giró justo a tiempo para bloquear un ataque directo al rostro, pero las arpías lo superaron rápidamente, hiriéndolo con cortes profundos en el costado y las piernas.
-¡Maldita sea! -gruñó Liam, jadeando mientras trataba de mantenerse en pie.
La montaña comenzó a temblar con los constantes ataques, y un ruido sordo resonó en la cueva detrás de ellos.
-¡Esto va a colapsar! -gritó Hiro, mirando a su alrededor con desesperación.
Liam, con las fuerzas que le quedaban, levantó su espada y reflejó la luz del sol hacia las arpías.
-¡Ahora, Hiro!
Las arpías se cegaron por el destello repentino, aleteando desorientadas. Hiro aprovechó la oportunidad para cargar su última flecha.
-¡Esto es por Liam, malditas!
Disparó, y la flecha atravesó a las tres arpías, que cayeron chillando por el acantilado, perdiéndose en la profundidad.
Cuando el temblor cesó, Hiro corrió hacia Liam, quien estaba tirado en el suelo, cubierto de sangre.
-¡Liam! ¡No te mueras! -gritó Hiro, tratando de detener la hemorragia con sus manos temblorosas.
Liam abrió los ojos lentamente, apenas pudiendo mantenerlos enfocados en Hiro.
-No... te preocupes... hemos... ganado.
Hiro tragó saliva, con lágrimas comenzando a brotar de sus ojos.
-No... ¡Esto no es ganar! ¡Aguanta, Liam! ¡Te sacaré de aquí!
Hiro volvió a escuchar una voz extraña, más clara esta vez.
—Llévalo dentro de la cueva.
El corazón de Hiro se aceleró. ¿Otra arpía? No, esta voz no sonaba agresiva. Era firme, serena y… convincente.
—¿Dentro? —murmuró Hiro, mirando la entrada—. ¡Esa cueva está a punto de colapsar!
Pero la voz persistió en su mente, como un susurro que anulaba cualquier pensamiento propio. Convencido por la extraña fuerza, Hiro no lo pensó más. Cargó a Liam, quien ya había perdido el conocimiento, y se adentró nuevamente en la cueva.
Al avanzar, algo llamó su atención. Un brillo tenue iluminaba una sección que antes no había visto. Frente a él apareció un manantial hermoso, escondido tras lo que parecía una pared derrumbada durante la batalla.
El agua fluía desde la boca de un dragón tallado en piedra, cayendo con suavidad y acumulándose en un agujero que simulaba una tina. El lugar emanaba una energía misteriosa, casi sagrada.
—Hazlo beber —ordenó la voz con urgencia.
—¿Qué? —preguntó Hiro, sin entender del todo.
—Dale de beber. Ahora.
Hiro no sabía lo que estaba haciendo, pero el tono de la voz y la desesperación por salvar a Liam lo impulsaron a obedecer. Se inclinó, tomó un poco de agua con sus manos y la llevó a los labios de Liam, obligándolo a beber.
Al instante, algo increíble sucedió. Las heridas de Liam comenzaron a brillar con una luz intensa. Los cortes profundos se cerraron lentamente, y su piel volvió a lucir intacta. El aliento contenido de Hiro se liberó en un suspiro de alivio al ver cómo su amigo se recuperaba ante sus ojos.
—¡Liam! —exclamó Hiro con una sonrisa, dejando caer lágrimas de pura emoción.
Liam abrió los ojos con un parpadeo lento, mirando a Hiro con incredulidad.
—¿Qué… qué pasó?
Hiro lo ayudó a incorporarse, su cola moviéndose de un lado a otro de pura alegría.
—Te estás recuperando. Estás… ¡estás bien!
Liam miró a su alrededor, fijándose en el manantial.
—¿Y eso? —preguntó, todavía algo aturdido—. No estaba aquí antes.
Hiro estaba por responder, pero un sonido sordo interrumpió la conversación. La cueva tembló violentamente, las piedras comenzaron a caer, y el eco del colapso se propagó a lo largo del túnel.
—¡Tenemos que salir de aquí! —gritó Hiro, tomando del brazo a Liam.
Ambos corrieron con todas sus fuerzas hacia la salida. Justo cuando cruzaron el umbral, la cueva colapsó completamente detrás de ellos, levantando una nube de polvo y escombros.
Liam, aún jadeando, se apoyó contra una roca cercana.
—Eso estuvo… demasiado cerca.
Hiro soltó una risa nerviosa, mirando a su amigo.
—Sí, pero lo logramos. Estás vivo.
Liam le dirigió una sonrisa, colocando una mano en su hombro.
—Gracias, Hiro. Por todo.
Hiro rascó la parte trasera de su cabeza, sintiendo el calor del momento.
—No fue nada… aunque… —hizo una pausa, mirando la montaña colapsada—. Me pregunto qué era ese manantial y por qué la voz me guió hasta él.
Liam también miró hacia la cueva derrumbada, pensativo.
—Quizá no debimos haberlo dejado atrás…
—¿Qué importan esas cosas? ¡Lo importante es que estás bien! —dijo Hiro con una sonrisa amplia, golpeándole suavemente el brazo.
Liam asintió, aunque la curiosidad seguía brillando en sus ojos. A pesar de todo, sabían que aquel manantial y la misteriosa voz eran un enigma…
Hiro se acercó al borde del acantilado, observando los restos de la cueva y la montaña. Se quedó en silencio por un momento, evaluando el impacto del derrumbe. A sus pies, se había formado un nuevo camino que serpenteaba hacia abajo, como si la naturaleza les hubiera dado una segunda oportunidad para regresar.
—Parece que tenemos un camino de vuelta —dijo Liam, asomándose junto a él—. No necesitaremos la cueva después de todo.
—¡Perfecto! —exclamó Hiro, alzando los brazos al aire en señal de victoria—. ¡Puedo sentir cómo la suerte está de nuestro lado!
Sin embargo, de repente frenó en seco, una sombra de preocupación cruzando su rostro.
—Espera un momento... —murmuró, pensativo.
—¿Qué pasa ahora? —preguntó Liam.
Hiro se volvió hacia su compañero con una mirada seria.
—¿Y si esas arpías… ya se comieron a Susy?
Liam levantó una ceja.
—¿De verdad piensas eso?
—¡Claro que lo pienso! —respondió Hiro, cruzándose de brazos—. No sabemos si estamos siquiera en el camino correcto. Tal vez todo esto ha sido una pérdida de tiempo.
Liam suspiró, colocando una mano en el hombro de Hiro.
—Mira, no sabemos si esas arpías siquiera vieron a Susy. Pero no tiene sentido rendirnos ahora. Ya llegamos hasta aquí, ¿no?
Hiro miró a su amigo, aún con dudas, pero antes de responder, un grito agudo cortó el aire.
—¿Escuchaste eso? —preguntó Liam, mirando en dirección al sonido.
—¡Ese tiene que ser Susy! —exclamó Hiro, recuperando el ánimo. Sin pensarlo dos veces, ambos comenzaron a correr hacia el origen del ruido, descendiendo la montaña y llegando a una vasta llanura que se extendía hasta donde alcanzaba la vista.
Sin embargo, pronto perdieron el rastro del sonido. Hiro se detuvo, jadeando, y cayó de rodillas al suelo.
—¿Y ahora qué? —dijo, abatido—. Tal vez… tal vez no deberíamos seguir.
Liam lo miró, cruzando los brazos.
—¿Qué pasó con el Hiro que nunca se rinde?
—Se quedó en la montaña… —murmuró Hiro, cabizbajo.
Liam se agachó junto a él y sonrió.
—Mira, incluso si no encontramos a Susy, puedes contarle a Yuna cómo salvaste mi vida.
Hiro levantó la vista.
—¿Tú crees?
—Por supuesto. Eso vale mucho más que una mascota perdida, ¿no crees?
La confianza de Liam parecía contagiosa, y Hiro se levantó con una sonrisa renovada.
—¡Tienes razón! Sigamos buscando unas horas más. Si no aparece, al menos lo intentamos.
Mientras caminaban, se toparon con una casa en ruinas, completamente destartalada. Las paredes estaban agrietadas, el techo prácticamente inexistente, y cerca de la entrada había una vieja estatua de un dragón de piedra, cubierta de musgo y grietas.
—¿Qué clase de lugar es este? —comentó Hiro, inspeccionando el área con curiosidad—. Parece que lleva abandonado siglos.
De repente, un grito de auxilio resonó desde el interior de la casa.
—¡Ayuda! ¡Por favor, alguien ayúdeme! —clamaba una voz débil.
Liam y Hiro se miraron, alarmados.
—¡Vamos! —gritó Liam, corriendo hacia la entrada.
Al entrar, se encontraron a un anciano encorvado en una esquina, rodeado por un enjambre de cucarachas que se movían frenéticamente a su alrededor.
—¡Ayúdenme! ¡Estas criaturas no me dejan en paz!
Hiro, con una sonrisa de superioridad, sacó su ballesta y apuntó hacia el enjambre.
—¡Hora de la limpieza! —dijo con entusiasmo.
El anciano, al ver el arma, levantó las manos en pánico.
—¡No, no! ¡No dispares aquí dentro! ¡Es demasiado peligroso!
—¡Bah! ¡Confíe en mí! —respondió Hiro, ignorando las súplicas del anciano.
Con una precisión impecable, comenzó a disparar flecha tras flecha, eliminando a las cucarachas una por una. Sin embargo, algunas flechas rozaron peligrosamente al anciano, quien gritaba de miedo cada vez que sentía el aire cortando cerca de su cuerpo.
Cuando terminó, Hiro se giró con una sonrisa satisfecha.
—¿Qué tal eso? ¿No es la mejor puntería que has visto?
El anciano, todavía temblando, lo miró con ojos entrecerrados.
—¡Estás loco! ¡Casi me matas a mí también!
—¡Pero no lo hice! —replicó Hiro con orgullo—. Además, ya no hay cucarachas.
El anciano suspiró, aunque finalmente sonrió con resignación.
—Supongo que debería agradecerte… a tu manera absurda.
Hiro rió mientras Liam negaba con la cabeza, acostumbrado ya a las excentricidades de su amigo.
El viejo, ahora más relajado tras la ayuda de los chicos, comentó con una sonrisa irónica:
—Por fin se acabó esa pesadilla de cucarachas. Aunque debo admitir que nunca pensé que tendría que pelear con insectos por mi comida. Qué experiencia tan peculiar.
Hiro rió con orgullo mientras inflaba el pecho.
—No es para tanto, viejo. Nosotros peleamos con arpías, ¡y eso sí es una verdadera batalla!
—¿Arpías? No me digas que ustedes son guerreros de renombre o algo así —respondió el anciano, arqueando una ceja con interés.
—¡Exactamente! —exclamó Hiro, poniéndose de pie con una postura exageradamente heroica—. ¡Soy Hiro, el gran semihumano perro, y este aquí es Liam, mi mejor amigo y compañero de aventuras! Juntos somos parte de los Rangers, una unidad de élite que toma las misiones más difíciles y peligrosas.
Liam, siempre más sereno, añadió:
—Quizá no sea tan impresionante como Hiro lo hace sonar, pero hacemos nuestro mejor esfuerzo.
El viejo soltó una carcajada mientras se acomodaba en un rincón de la casa.
—¡Vaya par! Hace años que no me encontraba con tipos tan interesantes. Mi nombre es Nido, por cierto. No tengo historias tan emocionantes como las suyas, pero he pasado mucho tiempo vagando por el mundo. Aunque nunca me imaginé enfrentarme a cucarachas por comida, eso sí es nuevo.
Hiro se cruzó de brazos, con una sonrisa llena de orgullo.
—Bueno, Nido, para nosotros esto es solo otro día más en el trabajo. Peleamos contra arpías, recuperamos mascotas perdidas, ¡lo que sea necesario!
—¿Mascotas? —preguntó Nido, inclinando la cabeza con curiosidad—. No me digan que andan buscando un gato o un perro.
Hiro asintió con firmeza.
—Estamos en una misión para encontrar a Susy.
Nido los miró con incredulidad y luego soltó una risa seca.
—¿Y creen que soy un monstruo? ¿Acaso piensan que me comí a un gato o un perro? Bueno… en realidad sí me comí un gato hace unos días. El hambre es fuerte, muchachos, y el estómago no pregunta.
Liam alzó una ceja, mientras Hiro fruncía el ceño.
—Eso es… un poco perturbador —comentó Liam con cuidado, tratando de no ofender al viejo.
—¡Perturbador! —exclamó Nido—. Ustedes son los que entraron aquí como locos disparando flechas, casi me convierten en un colador.
Hiro se rió, tratando de quitarle importancia al asunto.
—Es cierto, pero al menos te libramos de esas cucarachas, ¿no?
—Supongo que tengo que agradecerles por eso. Bueno, como muestra de gratitud, les compartiré lo que logré atrapar hoy.
Con esas palabras, Nido se levantó y sacó de entre los escombros un pequeño cerdo rosado, atado con una cuerda.
—Este pequeño iba a ser solo para mí, pero compartiré con ustedes.
Hiro se inclinó hacia el cerdito, con los ojos brillando de emoción.
—¡Hace tanto que no como cerdo!
—¿Se ve delicioso, verdad? —preguntó Nido, mientras comenzaba a preparar una rudimentaria cocina con una olla de barro que parecía a punto de romperse.
—¡Claro que sí! —respondió Hiro, relamiéndose.
Nido noqueó al cerdito con un golpe preciso y lo colocó en la olla con agua hirviendo. Mientras tanto, quitó un pequeño collar del animal y lo dejó a un lado, sin prestarle mucha atención.
Hiro, quien observaba el collar, lo tomó entre sus manos por curiosidad. Al leerlo, sus ojos se abrieron como platos.
—¡Espera un momento! —gritó, levantándose de golpe—. ¡Aquí dice Susy!
Liam se giró rápidamente hacia Hiro, sorprendido.
—¿Qué?
—¡Es Susy! ¡El cerdo es Susy!
Sin pensarlo dos veces, Hiro agarró el bastón de Nido y rompió la olla, liberando al cerdito justo antes de que el agua hirviendo pudiera lastimarlo.
—¡Menos mal que nos dimos cuenta a tiempo!
Nido, frustrado, se levantó de golpe.
—¡Oigan, eso era mi cena! ¿Puedo al menos darle un mordisco?
—¡Claro que no! —exclamó Hiro, metiendo al pequeño cerdo en un bolso con cuidado—. ¡Esto es más importante que tu cena!
Mientras Hiro comenzaba a fantasear con cómo Yuna reaccionaría al ver a Susy sana y salva, Liam se inclinó hacia Nido con una expresión de disculpa.
—Lamento todo esto, Nido. De verdad. Hiro tiene… mucha energía. Pero algún día volveré y te compensaré por esto, lo prometo.
—Más les vale —murmuró Nido, visiblemente molesto pero también resignado.
Los dos se despidieron rápidamente, mientras Hiro seguía soñando despierto. Nido los observó mientras se marchaban, suspirando profundamente.
—Qué par tan peculiar… Aunque, después de tantos años, debo admitir que fue bueno tener algo de compañía por un rato.
Liam y Hiro corrieron emocionados montaña abajo, con Susy a salvo en el bolso. Habían estado a punto de rendirse, pero ahora llevaban consigo el objetivo de su misión. El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte cuando finalmente llegaron a ShelterTown.
Al atravesar las puertas de la base de los Rangers, ambos no pudieron contenerse y entraron gritando de emoción. Se dirigieron directamente a la oficina del jefe, donde, al abrir la puerta, se encontraron con una escena inesperada.
Junto al jefe estaban Yuna y dos personas más que compartían su misma raza, identificables por las majestuosas alas en sus espaldas. A diferencia de Yuna, estas personas tenían una actitud seria y distante, lo que hizo que Hiro ocultara rápidamente su entusiasmo. Decidió entrar con una postura más heroica, caminando con seguridad hacia el jefe.
—¡Misión cumplida! —anunció Hiro con orgullo, colocando a Susy sobre la mesa del jefe—. ¡Aquí tienen a la mascota!
Yuna soltó un grito de emoción al reconocer al cerdito. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras se acercaba apresurada.
—¡Susy! ¡Está sana y salva! —dijo entre sollozos de alegría, agradeciendo a Liam y Hiro repetidas veces.
Sin embargo, mientras abrazaba al pequeño cerdo, Yuna notó algo extraño.
—Espera… ¿por qué está tan limpia? ¿La bañaron? —preguntó, mirando a los chicos con curiosidad.
Hiro rascó su cabeza, nervioso.
—Bueno… algo así.
Yuna sonrió ampliamente y se dirigió hacia Hiro. Este, sin poder evitarlo, comenzó a fantasear. Cerró los ojos, abrió los brazos y se preparó para un abrazo, pero…
Yuna simplemente extendió una mano y les entregó una bolsa con una generosa cantidad de dinero.
—Aquí tienen su recompensa. ¡Es más de lo que merecen por todo lo que hicieron por mí!
Hiro, desilusionado, miró la bolsa. Había esperado al menos un gesto más afectuoso, pero intentó ocultar su frustración.
El jefe intervino para romper el momento.
—Llegaron justo a tiempo, chicos.
Hiro arqueó una ceja y preguntó:
—¿A tiempo para qué?
El jefe suspiró y señaló a Yuna.
—Yuna se marcha hoy mismo hacia Zephyra, una ciudad al norte.
Hiro se quedó mudo por un instante, sintiendo una punzada en el pecho. Tratando de ocultar sus sentimientos, forzó una sonrisa. Yuna, ajena a su reacción, se acercó a él.
—Hiro, de verdad te agradezco por todo lo que hiciste por mí. Espero que algún día puedas visitarme en Zephyra. Siempre estaré feliz de recibirte.
Dicho esto, Yuna tomó a Susy en brazos y se despidió de todos antes de salir de la oficina.
En cuanto la puerta se cerró detrás de ella, Hiro dejó escapar un grito de frustración.
—¡No es justo! ¡Ni siquiera me pidió que fuéramos amigos!
Liam se rió ligeramente, dándole una palmada en el hombro.
—Al menos lo intentaste, Hiro. Además, dijo que puedes visitarla. No es el final del mundo.
Hiro bufó, cruzándose de brazos.
—Sí, claro… como si eso fuera suficiente.
El jefe también intentó animarlo.
—Mira el lado positivo: conseguiste una buena paga, y parece que encontrar a Susy no fue nada fácil. Me parece que te mereces un descanso. Has trabajado duro últimamente.
Hiro suspiró, mirando al jefe y luego a Liam.
—Gracias, chicos. Pero siendo realistas, Yuna nunca se enamoraría de alguien como yo. Al menos cumplimos la misión, ¿no, socio? —dijo, dándole un codazo amistoso a Liam.
—Eso es lo que importa, Hiro. Ahora vámonos a comer algo antes de que te desmayes del hambre —respondió Liam con una sonrisa.
Más tarde, después de un buen banquete, ambos se dirigieron a sus respectivas habitaciones. Hiro estaba más animado gracias a la paga de Yuna, pero al llegar fue interceptado por la encargada de las habitaciones.
—¡Hiro! ¿Qué pasa con el alquiler atrasado? Ya te he dado demasiadas oportunidades.
Con una sonrisa triunfal, Hiro sacó la bolsa de dinero y se la mostró.
—Tranquila, señorita. Aquí está todo lo que te debía, ¡y un pago por adelantado!
La mujer se quedó sin palabras mientras Hiro entraba en su habitación con una sonrisa satisfecha. Finalmente, tras un día lleno de emociones, Hiro y Liam pudieron descansar en paz.
A mitad de la noche, los golpes en la puerta de la habitación de Hiro resonaban insistentemente. El ruido no cesaba, cada golpe más desesperado que el anterior. Hiro, con el ceño fruncido y aún medio dormido, se levantó de la cama murmurando.
—¿Quién demonios interrumpe mi sueño perfecto...?
Se arrastró hacia la puerta y la abrió de golpe, mostrando su rostro cansado y algo malhumorado. Al otro lado, un hombre de aspecto refinado y con ropa elegante lo esperaba.
—¿Sí? ¿Qué pasa? —preguntó Hiro mientras frotaba sus ojos.
El hombre, que parecía nervioso, le respondió en un susurro, cuidando que nadie más lo escuchara:
—Necesito tu ayuda… un trabajo importante.
Hiro, intrigado, se apoyó en el marco de la puerta.
—¿Un trabajo? Claro, dime de qué se trata.
El hombre asintió y entró rápidamente en la habitación. Su porte distinguido no pasó desapercibido para Hiro. Era evidente que se trataba de alguien respetable y probablemente rico.
—Mi nombre es Kilgore —dijo el hombre mientras ajustaba su capa—. Soy un comerciante reconocido en esta ciudad, y estoy aquí porque me han robado algo invaluable.
Hiro lo observó, cruzándose de brazos, y arqueó una ceja.
—¿Qué tan valioso?
—Un tesoro único. Una capucha mágica que pertenece a mi familia desde hace generaciones. Fue robada hace pocos días y sé exactamente dónde la tienen, pero no puedo recuperarla por mi cuenta —Kilgore hizo una pausa, mirando a Hiro directamente a los ojos—. Necesito que entres en esa casa y me la devuelvas.
Hiro empezó a caminar de un lado a otro de la habitación, evaluando la situación.
—¿Y cómo estás tan seguro de que puedo confiar en tu historia? —preguntó con cierta desconfianza.
Kilgore, un tanto ofendido, respondió con firmeza:
—Porque no solo soy un comerciante, sino también un hombre que paga bien por los trabajos difíciles.
Hiro reflexionó un momento, rascándose la barbilla, antes de sonreír levemente.
—Está bien. Recuperaré tu capucha.
—Gracias —dijo Kilgore, aliviado—. Si puedes hacerlo ahora mismo, sería lo ideal.
Sin decir más, Kilgore salió de la habitación, dejando a Hiro preparándose para la misión. Mientras revisaba su equipo, Hiro decidió que no molestaría a Liam. Caminó hasta la puerta de su compañero y levantó la mano para golpear, pero se detuvo.
—Nah, mejor que descanse. Aún tiene algunas heridas, y además, yo era el mejor ladrón cuando era niño. Puedo manejar esto solo —dijo en voz baja antes de salir hacia su misión.
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A la mañana siguiente…
Liam despertó con los primeros rayos del sol. Como siempre, la encargada del alquiler lo saludó con una sonrisa exageradamente alegre.
—¡Buenos días, Liam! ¿Cómo dormiste?
—Bien, gracias —respondió con amabilidad mientras bajaba las escaleras.
Antes de ir a desayunar, decidió pasar por la puerta de Hiro para asegurarse de que estaba despierto. Golpeó un par de veces, pero no obtuvo respuesta.
—Hiro debe estar agotado por todo lo que pasó ayer… —murmuró Liam—. Mejor no lo molesto. Además, si lo despierto, no me dejará desayunar tranquilo.
Con esa idea en mente, salió de la casa para dirigirse a su restaurante favorito. Sin embargo, no había avanzado mucho cuando un guardia se le acercó de manera agresiva.
—¡Tú! —dijo el guardia, señalándolo con firmeza.
Liam frunció el ceño, confundido.
—¿Qué sucede?
El guardia dio un paso al frente, con una expresión severa.
—Hiro… tu amigo… es un criminal…