Al abrir los ojos, esperaba estar en la cama de mi habitación.
El destino, o algo más, parece haberme traído aquí una vez más: la pintura, que es como decidí llamar a este lugar blanco.
Aunque supe que me terminaría llevando una decepción, de todos modos intenté mirar a los alrededores por alguna pista acerca de este lugar, o de aquella persona.
Seguí mirando un rato más, esperando despertar por mi cuenta o ver la figura del sueño pasado. Antes de darme cuenta, algo negro se asomó por el rabillo del ojo. Volteé rápidamente para ver qué era. Para mi sorpresa, era una mano, pero a diferencia de la figura de antes, esta era de un color negro; no tenía otro color más que ese, un negro profundo, como el de la primera vez que vine aquí y todo el lugar cambio.
La mano seguía inmóvil, ahí donde estaba. Entonces, desde la palma de la mano, empezó a emanar una especie de líquido, del mismo color que ella. Esta sustancia se derramó, pero no de la misma forma que lo haría el agua al caer de un vaso o una cascada; esta parecía seguir un trazo, hacia arriba. Continuó hasta que estuvo cerca de donde se supone que debería estar mi hombro Ahí se detuvo.
No pasó nada más por unos cuantos minutos. Repentinamente, la sustancia empezó a dividirse como las raíces de un árbol; empezó a crear una forma.
Mi forma.
Esta sustancia se moldeaba y creaba las partes de mi cuerpo. Después de la mano y el brazo completo vinieron el torso, el diafragma, el otro brazo, la cadera, las piernas y los pies, y por último la cabeza. Al terminar este extraño proceso, sentí un dolor inimaginable. Fue cien veces más doloroso que la evaluación del maestro Aleph. Se sentía como saltar a una piscina llena de agujas. No podía soportarlo, pero lo peor era que no podía moverme. Sentía el dolor, pero no era mío... no aún.
Eso es lo que pensé.
El dolor paró después de lo que parecieron horas, pero más que dolor residual sentí una gran emoción y alegría. Al fin podía usar este cuerpo. Moví los brazos, las piernas, toqué mi cuerpo, pero se sentía extraño. Era como si tocara una roca, metal o alguna clase de material bastante duro. A pesar de esto, no le tomé importancia. Al menos tenía un cuerpo.
Intenté moverme a través del lugar, pero simplemente flotaba, como un astronauta en el espacio. Esto me pareció injusto. ¿Por qué darme un cuerpo en un lugar donde es inútil usarlo?
Parecía que este sueño no iba a acabar pronto, así que lo único que se me ocurrió fue intentar hablar de nuevo con aquella persona. Inhalé todo el aire —si es que existe en primer lugar— y grité:
—¡Ayudaaa! ¿Hay alguien ahí? ¡Holaaa!
No hubo cambios ni señales de que algo pasaría. Estuve otro rato intentando hacer contacto con algo o alguien, pero nada pasó. Cuando perdí la esperanza, pensé en hablar una última vez.
—Si hay alguien por ahí... ¿puedes ayudarme, por favor?
No hubo respuesta. Cerré los ojos y pensé en rendirme. Los abrí de nuevo, pero me sorprendió ver una luz a lo lejos. Mis ánimos se dispararon al cielo e intenté llamar a lo que sea que fuese esa cosa.
—¡Holaaa! ¡Por aquí! ¡Ayuda! ¡Oye! ¿Me escuchas?
La luz no parecía moverse ni hacer algo. Entonces empezó a parpadear para después desvanecerse.
Qué estupidez, pensé, y di un gran suspiro. ¿Por qué me pasa esto a mí?
La luz me cegó repentinamente. Apareció frente a mí de forma abrupta e instantánea. Cerré los ojos y me cubrí con las manos. Después abrí un poco los ojos para intentar ver algo, y lo que vi no me sorprendió... tal vez un poco, pero muy dentro de mí ya lo esperaba.
Ahí estaba la persona de esa vez ¿ o no...?. Esta vez no era del mismo color que la anterior. En esta ocasión, era de un color azul, pero un azul oscuro, como la profundidad del océano. En el centro de su pecho, que parecía estar formado por agua, había un orbe del que venía toda esa luz: un orbe azul como el cielo, incluso más brillante.
Me quedé inmóvil. Esta vez no sé si era por el hecho de tener un cuerpo o por alguna razón especial, pero sentí miedo, ansiedad y nerviosismo. La presencia de esta persona activó las alarmas de mi cuerpo. Mi mente me decía que no era nada, pero mi cuerpo no pensaba igual. Quería huir. Tenía que hacerlo.
Sentí como si mágicamente tocara el suelo debajo de mí, como si en todo esto aún existiera un suelo invisible que se podía recorrer. Intenté correr de ahí, pero no podía. Ahora que tenía hacia dónde y por dónde, mi cuerpo no respondía.
—¡¿Por qué haces esto ahora, estúpido cuerpo?!
Golpeé mis piernas como si eso las fuera a hacer reaccionar. Levanté la mirada solo para encontrarme con la cabeza del nuevo ser que había aparecido. Pero este, a diferencia del otro, sí contaba con rasgos faciales. Lo más sorprendente y aterrador eran sus ojos: no había nada. Entonces, de aquellas cuencas vacías empezaron a derramarse gotas de la misma sustancia negra que formó mi cuerpo. Solo que esta vez, al terminar, la sustancia se tornó de un color verde brillante, como una esmeralda. Sus ojos eran hermosos.
Antes de darme cuenta, la figura habló.
—Kael Drakewill, el elegido de esta vez. Hmm... Veo que ahora tienes un cuerpo. Bien. Parece que el Señor obtuvo a alguien que por fin vale la pena.
—No te preocupes, no te haré nada. Solo quería ver al invitado que trajo el Señor esta ocasión. No tuve el honor de conocer a los seis anteriores a ti, ¿sabes? Siento que me excluyen a veces. Tal vez sea por mi rango, pero esas sabandijas estarán un día a mis pies, se los juro.
La figura soltó una risa maniática.
—Estúpidos e insolentes pedazos de—... Perdón, me desvié un poco del tema. Como sea, espero poder verte seguido. Quizás, si mencionas que soy la más apta para ti, pueda venir contigo. Sería divertido, ¿no crees? ¿O prefieres al cabezota de Anubis? Por lo que oí, fue un poco rudo. Viniendo de él, no me sorprende. Así que si quieres que te cuide alguien buena onda como yo, habla bien de mí, ¿quieres?
La figura se desvanecía poco a poco, pero antes de hacerlo por completo me dirigió la palabra otra vez:
—¡Oh! Qué descortés de mi parte, casi me parezco a Anubis... Mi nombre es Theia. Nos veremos luego, o eso espero, Kael Drakewill.
La figura que se hacía llamar Theia desapareció por completo, y del mismo lugar desde donde se fue, el lienzo se pintó del color del cielo, como el orbe en su cuerpo. Después vino la sensación de la rapidez imposible.
Desperté nuevamente bajo el techo de mi habitación, en mi cama.
Intenté procesar todo lo que había pasado. ¿Por qué regresé allí? ¿Es alguna clase de broma de mal gusto hacia un niño? ¿O es algo más allá de mis conocimientos? Theia... suena lindo. Y Anubis... ¿no es ese un dios o algo por el estilo?
¿Qué demonios está pasando? ¿Puedes hablar con los dioses en este mundo? ¿O soy alguna clase de caso especial?
Bueno, por cómo me han llamado —el elegido— tal vez lo sea. Pero de todas formas dijo que ya hubo seis antes de mí. ¡¿Habrá más detrás de ellos?! ¿Qué quieren de mí?
Mis pensamientos fueron interrumpidos.
Mi estómago rugió más fuerte de lo que pensé que sería capaz.
—...Tengo hambre.
Maldito sea este cuerpo.
Me vestí y me dirigí hacia la cocina. Traté de no darle más vueltas a lo que estaba pensando. Ahora no puedo hacer nada... no podría. ¡Estamos hablando de un dios! Maldita sea...
¿En qué clase de mundo llegué a parar?