La mirada confusa pero penetrante del viejo amo Giltstone estaba fija en Vivianna. ¿Era ella la mujer que había dado a luz a su nieto? Independientemente de su apariencia, su tranquila personalidad lo había sorprendido por un instante.
A él no le parecía que el rostro de ella trasluciera cobardía.
"¡Señorita Vivianna, por favor tome asiento!", indicó el presidente Giltstone al tiempo que señalaba la silla que estaba frente a él.
Vivianna se sentó y colocó su bolso sobre sus rodillas. Le resultaba difícil ocultar su nerviosismo mientras se sentaba erguida.
"Relájate. Al fin y al cabo eres la madre de mi nieto. Solo quería conocerte y charlar contigo un rato", explicó el presidente Giltstone con suavidad.
Vivianna frunció los labios, pero no conseguía relajarse. Abrió la boca y preguntó: "No sé por qué usted me está buscando".
"Por el bien de mi hijo y de mi nieto, me gustaría tener una buena conversación contigo", dijo sin rodeos el viejo Giltstone.