En el hospital, ya el primer experimento de la Señora Xi se encontraba listo. En esos momentos, le acompañaba Farid, ofreciéndole paz y tranquilidad. Sin embargo, éste último, quien se hallaba a su lado, lucía realmente inquieto.
"Oye, no estés nervioso. Si lo estás, presionarás al doctor. Debemos confiar en él", manifestó la mayor cogiendo la mano de su hijo.
Farid respiró hondo, y asintió. "De acuerdo".
Entonces, cuando el médico salió con aquel medicamento, la Señora Xi se recogió la manga. Posicionando una aguja en el vaso sanguíneo de su muñeca, le inyectó; al mismo tiempo que le colocaba otra en la cabeza. El joven, desde su posición, se hizo a un lado; entrecerrando a su vez los ojos con fuerza entretanto observaba nerviosamente a su madre.