Y en un abrir y cerrar de ojos había pasado una semana. Y ciertamente, Ángeles aguardaba que Farid regresase a casa. Sin embargo, su trabajo se lo impidió; retrasándole una y otra vez. Pero, ello no le desanimó. En efecto, su lesión casi se había recuperado; permitiéndole practicar con su cuerpo en el jardín.
Por otro lado, en la melosa frontera del país, un grupo de personas caminaba por el suelo nevado al amparo de la tormenta de nieve que se les avecinaba. Y tras ingresar a la primera ciudad, 20 de ellos se dispersaron; no sin antes ocultar su rastro.
Así mismo, en un vehículo todoterreno cercano, un hombre de 50 años que llevaba un sombrero viejo, de rasgos faciales fríos y sombríos, observaba a través de la ventana a la gente transitar. En su momento, había perdido repetidamente a sus seres queridos en aquel lugar; por lo que, actualmente se encontraba muy resentido.