El sol apenas se alzaba sobre el horizonte cuando Ren pisó por primera vez los caminos reales del Reino de Zevhen. Vestía ropas sencillas y cargaba una vieja espada envuelta en cuero —un regalo de Khalen, su maestro, su padre adoptivo.
El mundo era más grande de lo que jamás imaginó.
Torres flotantes, ciudades talladas en cristal y bosques que cantaban al viento eran solo algunas de las maravillas que encontró. Caravanas mágicas surcaban el cielo. Razas de todo tipo caminaban juntas: elfos, enanos, bestia-hombres, y otros más extraños aún. Todo era nuevo. Todo era vivo.
Pero también… todo parecía estar mirándolo.
Ren no era como los demás. Incluso con sus intentos por lucir normal, algo en él —su presencia, su energía— atraía miradas curiosas… y sospechosas.
⸻
(La Academia de Héroes de Zevhen)
Ubicada en la cúspide de una montaña que flotaba sobre la capital, la academia era una fortaleza viva. Su estructura cambiaba según la estación, y su campo de entrenamiento era tan vasto como una provincia entera.
Ren fue llevado hasta el gran salón de iniciación, donde cientos de jóvenes esperaban su turno para ser asignados a sus grupos. La mayoría lucía emocionada o nerviosa. Él, simplemente… observaba.
Y entonces la vio.
Una chica de cabellos azul celeste, piel pálida y mirada serena como un lago congelado. Vestía el uniforme de la academia, pero su porte era digno de la realeza.
Elyra, hija del Clan de los Inviernoeterna. Una noble elfa del hielo.
Ren no supo por qué, pero al cruzar miradas con ella… sintió algo. No atracción. No miedo. Reconocimiento.
Como si ya se conocieran.
—¿Eres nuevo? —preguntó Elyra, acercándose con elegancia—. No llevas el broche de ningún reino.
—Sí… vengo del sur. Montañas heladas. Mucha nieve, pocos amigos.
Ella lo miró con expresión neutra, pero en sus ojos brilló una chispa de curiosidad.
—Hablo en serio —añadió él.
—Eso no lo dudo.
Ren sonrió. Elyra se giró sin más y volvió con su grupo. Pero desde ese momento, no dejó de observarlo.
⸻
(El comienzo del entrenamiento)
Los días pasaban rápido. Las clases eran intensas, los combates controlados, pero exigentes. Instrucción mágica, estrategia, alquimia, combate físico y entrenamiento espiritual.
Ren intentaba pasar desapercibido. Lo intentaba de verdad. Pero no había forma.
Cada vez que blandía una espada, el instructor alzaba las cejas. Cada vez que liberaba un hechizo —aunque fuera un simple destello de luz— el maná a su alrededor se desbordaba.
—¡Ren, otra vez no quemes el campo de prácticas! —gritó un profesor.
—Solo era una esfera de fuego… pequeña.
—¿¡Pequeña!? ¡Explotó como si invocaras un meteorito!
Los demás estudiantes se reían, algunos lo admiraban, otros lo envidiaban.
Un día, mientras ayudaba a cargar equipo, una piedra mágica se activó sola al tocar su mano. El cristal flotó y proyectó una runa desconocida.
—¡Ren! ¿¡Qué hiciste ahora!?
—Solo la toqué. Lo juro.
Incluso los instructores más experimentados comenzaron a susurrar entre ellos.
—Ese chico… ¿de qué linaje viene?
—No hay registros. Su aura es inestable… y poderosa.
Ren suspiraba cada noche. No quería destacar. No todavía.
Pero la verdad era inevitable:
No importaba cuánto lo intentara… Ren no podía ocultar lo que era.
⸻
(Elyra y el vínculo inesperado)
En una clase de meditación elemental, los estudiantes debían sincronizar su maná con un cristal guía. Cuando fue el turno de Ren, el cristal se volvió negro… y luego blanco.
—¿Eso es normal? —preguntó él.
—No. Para nada —susurró Elyra a su lado, intentando disimular una sonrisa.
Después de clases, ella se le acercó.
—No me sorprende que no puedas ocultarlo. Lo que llevas dentro… es demasiado grande.
—¿Qué crees que llevo?
—No lo sé. Pero me gustaría averiguarlo.
Por primera vez en mucho tiempo, Ren sintió algo parecido a la paz. No porque Elyra fuera amable, sino porque ella no le temía.
⸻
(Una mirada al cielo)
Esa noche, mientras observaba las estrellas desde el tejado del dormitorio, Ren pensó en Khalen.
—Estoy aquí. Lo logré —murmuró.
Pero el viento le susurró algo más. Como una voz sin dueño.
Una promesa antigua, lejana.
Una advertencia.
“Estás más cerca de lo que fuiste. Pero también, más lejos de lo que debes ser…”