La entrada a la mazmorra se alzaba frente a ellos como la boca de una criatura dormida. Una grieta en la tierra rodeada de pilares de obsidiana y símbolos antiguos que palpitaban con una luz roja tenue. El aire era denso, cargado de una energía que oprimía el pecho.
—¿Esto es una “mazmorra intermedia”? —preguntó Ren, mientras su capa ondeaba con el viento ardiente que salía de la caverna.
—Bienvenidos al sistema Xel’Narah —anunció la instructora desde una plataforma mágica—. Nivel tres: Ruinas Ígneas. Formaciones vivas, trampas antiguas, y posibilidad alta de enemigos elementales.
—¿Eso incluye dragones? —preguntó otro estudiante, pálido.
—Solo si tienen suerte.
El escuadrón de Ren estaba conformado por cinco: Elyra, tres estudiantes de apoyo… y él. Elyra parecía tranquila, como si hubiera entrenado para esto desde antes de nacer.
Ren, por otro lado, sentía una presión familiar en el pecho. Como si algo… lo estuviera esperando.
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(Dentro de la mazmorra)
El primer tramo fue sencillo: corredores de piedra negra, algunas estatuas que se movían si no las mirabas, y trampas que se activaban con sonido. Elyra desactivó la mayoría con precisión helada, congelando mecanismos y sellos sin fallar una vez.
Pero entonces, llegaron a una cámara circular custodiada por una puerta sellada con cadenas vivas.
—Esto… no estaba en el mapa —susurró uno de los estudiantes.
Ren se acercó, y al tocar el metal, sintió una descarga. No de electricidad, sino de dolor. Voces, gritos, fuego.
—Estas cadenas… —Elyra murmuró, posando su mano sobre la piedra—. No son de este mundo. Fueron colocadas para confinar algo.
La puerta tembló. Las cadenas comenzaron a romperse solas. Y una voz surgió desde dentro. Una voz débil… femenina.
—¿Hay… alguien… ahí…?
Ren dio un paso atrás.
—¡Esa voz…! No suena como un enemigo.
—Tampoco como alguien que debamos liberar sin pensar —dijo Elyra con firmeza.
Pero las cadenas ya se estaban cayendo por sí solas. Como si reconocieran a Ren.
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( Kaien, la Llama Dormida)
La cámara se iluminó en rojo, y de entre la niebla caliente emergió una figura encadenada al centro del santuario: una chica de cabellos llameantes, ojos ámbar brillantes… y grilletes cubriendo brazos, cuello y piernas. Su cuerpo estaba marcado con runas de sellado que parecían quemar su piel cada segundo.
—¿Quién… quién me ha despertado?
Elyra desenvainó una daga de hielo. Ren levantó la mano.
—No… no siento hostilidad. Ella… está sufriendo.
La joven lo miró, confusa.
Y entonces… lo reconoció.
—Tú… tú tienes esa… cosa dentro. Eres como él…
—¿Quién es “él”? —preguntó Ren.
Pero antes de poder responder, las paredes comenzaron a derrumbarse. Un grupo de criaturas ígneas emergió desde los costados, invocadas por el desbalance de energía: gólems de lava, centinelas de fuego, y una criatura parecida a un perro infernal de tres cabezas.
—¡Tenemos compañía! —gritó Elyra, lanzando una lanza de hielo que atravesó al primero.
Ren desenvainó su espada. El suelo temblaba, los enemigos se multiplicaban… y la chica encadenada comenzó a arder.
—¡NO LOS TOQUEN! ¡¡SOY UN PELIGRO!!
Pero Ren ya estaba junto a ella, bloqueando con su espada el ataque de uno de los gólems que intentó alcanzarla.
—Entonces será mejor que quemes a los enemigos, no a nosotros.
Las runas se rompieron una a una. El calor aumentó.
Y entonces…
Kaien despertó.
Su cuerpo se envolvió en llamas blancas, sus cadenas se deshicieron, y una explosión de maná arrasó la sala, desintegrando a todos los enemigos.
Ren cayó de rodillas. Elyra lo alcanzó segundos después, medio chamuscada.
—¿Estás… vivo?
—Creo que sí. Aunque no siento mis cejas.
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( Después de la tormenta)
Kaien yacía sobre el suelo de piedra, exhausta pero libre. Cuando abrió los ojos nuevamente, tenía forma humana, con piel trigueña, ojos de fuego domesticado, y una expresión serena.
—Soy Kaien. Antigua guardiana del Templo del Núcleo Carmesí. Me encerraron cuando… cuando perdí el control. Maté a quienes me cuidaban. Todo por este maldito poder…
—No fue tu culpa —dijo Ren, extendiéndole la mano—. Nadie debería cargar con eso solo.
Ella lo miró por un largo momento.
—Tú… también lo sabes, ¿verdad?
Ren no respondió. Pero su mirada fue suficiente.
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( De regreso a la Academia)
Kaien fue llevada a la academia bajo custodia temporal. Sorprendentemente, accedió a una condición:
—Déjenme estudiar con ustedes. Puedo aprender a controlarlo. Si alguien puede ayudarme… es él.
El director la aceptó tras hablar con los instructores.
Así, Kaien se convirtió en una estudiante más, y desde ese día, una compañera inseparable de Ren.
Sus días de fuego encerrado habían terminado.
Pero su historia con Ren…
apenas comenzaba.