Cap.12-Sombras en el Cielo

“Cuando los cielos envían a sus verdugos, ya no queda juicio… solo sentencia.”

—Fragmento del Códice del Alba Caída

(Un nuevo hogar para la tierra dormida)

Los días posteriores al descubrimiento del Santuario de las Sombras fueron de silencio y asimilación. Aria, la misteriosa portadora del fragmento de la Tierra, permanecía bajo observación en la enfermería mágica de la Academia Celestia. Sus poderes aún eran inestables y su conexión con el mundo moderno, nula.

Pero su vínculo con Ren crecía. Cuando él entraba en la sala, sus ojos se abrían lentamente. Cuando hablaba, ella lo escuchaba con atención extraña… como si ya lo conociera desde antes de despertar.

—Este mundo… huele diferente —le susurró una mañana, observando el cielo desde la ventana—. Es más ruidoso… pero también más cálido.

—Bienvenida a tu nueva vida, Aria —dijo Ren con una leve sonrisa.

Mientras tanto, Elyra, Kaien y Silne entrenaban a las afueras, combinando sus elementos en duelos amistosos que, si no se supervisaban, podían incendiar media colina.

Y fue en uno de esos entrenamientos que Silne dio su anuncio, con la naturalidad de quien menciona que cambió de peinado:

—Por cierto, dejé mi antigua academia. Me transfirieron oficialmente aquí.

—¿Qué? —exclamó Kaien.

—¡Al fin! —dijo Elyra, más aliviada que sorprendida.

Silne sonrió con elegancia.

—Si vamos a enfrentar cosas como lo que vimos en el santuario, no pienso quedarme en otra escuela fingiendo que todo sigue normal.

Ren solo asintió, sabiendo que la pieza final del grupo había encajado.

(La inquietud en el aire)

Pero mientras el grupo se fortalecía, el cielo comenzaba a hablar.

Esa noche, Ren despertó sobresaltado. No por un sueño… sino por un eco.

Una voz, distante, reverberaba en su mente:

“El precio ha sido marcado. Tu existencia desbalancea la armonía. Juicio… será ejecutado.”

Ren se tocó el pecho. Su fragmento latía, ardiente. El cielo afuera brillaba con una tenue línea dorada que cruzaba las nubes. No era natural.

( El descenso del juicio)

Tres días después, durante una ceremonia de bienvenida para los nuevos estudiantes —entre ellos Aria y Silne—, el cielo se partió.

Una columna de luz descendió del firmamento y se estrelló en el patio central de la academia. Los alumnos gritaron. Los instructores se protegieron con barreras.

Y del cráter emergió un hombre alto, envuelto en una armadura blanca con detalles dorados. En su espalda, un estandarte celestial con símbolos en idioma divino ardía como fuego suspendido.

Su rostro estaba cubierto por una máscara de hierro ornamentado. De sus pies flotaban partículas de luz sagrada… pero el suelo bajo ellos se agrietaba con cada paso.

—Yo soy Malrik, el Inquisidor Caído. Portador del decreto celestial. Vengo por el fragmento prohibido.

Todos miraron a Ren. Su sangre se heló.

Malrik alzó la mano, y su lanza de luz se materializó en un destello violento.

—Aquel que fue maldecido por el equilibrio… será eliminado.

—¡Sobre mi cadáver! —gritó Kaien, lanzando una llamarada.

Pero la lanza se movió más rápido que el ojo. Kaien fue derribada con un solo movimiento. No herida… pero sí completamente desarmada y paralizada.

—No es su pelea, portadora de la Furia Ígnea.

Silne se movió veloz como el viento. Elyra levantó un muro de agua. Aria golpeó el suelo, alzando una muralla de piedra.

Pero el inquisidor no se detuvo.

Ren, sin pensarlo, activó su fragmento. El aura oscura y brillante surgió como una explosión contenida. Una de sus manos ardía en negro; la otra brillaba en blanco. Una mezcla de lo prohibido.

Cuando las energías chocaron —la lanza sagrada contra el puño de Ren—, un relámpago dividió el cielo.

Ambos se deslizaron varios metros hacia atrás.

Malrik lo observó, esta vez con cierto respeto. Y por primera vez, habló con un tono distinto.

—Así que los fragmentos eligieron bien…

Pero eso no cambiará tu condena.

Luego, desapareció en un haz de luz ascendente. La tierra tembló.

Silencio.

Ren cayó de rodillas, respirando agitado.

—¿Qué fue eso…? —susurró Aria.

—El pasado… —murmuró Ren— está empezando a perseguirme.

(Vigilancia desde lo alto)

Esa noche, en un plano más allá del cielo, los dioses observaban desde sus tronos de luz.

—El niño del abismo ha despertado su dualidad —dijo una voz femenina, etérea y gélida.

—Y el inquisidor no pudo eliminarlo —agregó otra, de tono más severo.

—Entonces es momento de preparar el segundo sello —concluyó un tercero, con voz de trueno—. Si ese niño alcanza la corona celestial… nada podrá detenerlo.