En ese momento, una sonrisa genuina se dibujó en la comisura de los labios de Malisa, el tipo de sonrisa que surge al saber que ya había tomado una decisión. Ni siquiera se inmutó cuando miró a Cora, sus ojos brillando con un aire de calma determinación.
—Tienes razón, Cora —dijo Malisa suavemente, su voz firme pero llena de tranquila confianza—. Ya he aceptado el estrés mucho antes de que comenzara.
Tomó un respiro profundo, el peso de todo seguía ahí pero de alguna manera más ligero. La presión de la situación, de lo que estaba por venir, ya no parecía tan abrumadora como cuando se enteró por primera vez.
Cora la observaba, su expresión indescifrable, y por un momento, Malisa pensó que quizás había dicho demasiado. Pero no, así era ella. Esta era Malisa: alguien que enfrentaba los desafíos de frente sin titubear.