En ese momento, los labios de James temblaron ligeramente, y su respiración se volvió irregular. Sus manos temblaban mientras miraba fijamente la caja fuerte vacía. Las palabras que salieron de su boca eran lentas y entrecortadas, como las de un hombre tratando de convencerse de una realidad que no tenía sentido.
—¿Qué... qué está pasando? —murmuró, con voz casi en susurro—. Claramente recuerdo... lo guardé aquí. Justo aquí. ¿Dónde... dónde se fue?
Sus ojos recorrieron rápidamente la caja fuerte, como si esperara que la memoria USB apareciera mágicamente en un rincón que de alguna manera había pasado por alto. Pero la verdad lo miraba fría e innegable.
Emily, de pie justo detrás de él, sintió un escalofrío recorrer su espalda. Frunció el ceño, y su voz bajó a un tono cauteloso mientras preguntaba:
—Espera... ¿estás seguro de que realmente lo guardaste aquí? ¿Completamente seguro? ¿Podría haber estado en otro lugar? ¿Quizás otra caja fuerte? ¿Otro cajón?