Capítulo 3: Protección y Desconfianza

El hospital privado donde ingresaron a Alicia Salvaterra olía a desinfectante y desesperación. Alice caminaba por los pasillos con los brazos cruzados sobre su pecho, aún con la ropa manchada de sangre. Su madre estaba siendo atendida en una sala de emergencias, y los médicos aseguraban que, aunque la herida en su pierna había sido grave, se recuperaría.

Maximiliano, en cambio, no podía quedarse quieto.

Con el ceño fruncido y el teléfono pegado a la oreja, caminaba de un lado a otro en la sala de espera.

—Quiero seguridad privada en la mansión y en el hotel de inmediato. Doble turno. Nadie entra ni sale sin mi autorización —ordenó con tono cortante.

Alice lo observó, sintiendo una mezcla de admiración y miedo. Su padre siempre había sido un hombre fuerte, pero ahora se veía diferente: más tenso, más peligroso.

Cuando colgó, se pasó una mano por el rostro, exhalando pesadamente.

—Vamos a reforzar la seguridad —dijo sin mirarla—. No permitiré que esto vuelva a pasar.

—¿Tienes idea de quién hizo esto? —preguntó Alice en voz baja.

Maximiliano apretó los puños.

—Todavía no… pero lo averiguaré.

Alice tragó saliva. No necesitaba que su padre lo dijera en voz alta para saber que cuando descubriera la verdad, alguien pagaría caro.

Un golpe en la puerta interrumpió el momento. Un hombre alto, vestido de traje oscuro, entró con pasos firmes.

—Señor Salvaterra, soy Marco Ferrel, encargado de seguridad.

Maximiliano estrechó su mano con firmeza.

—¿Dónde está tu equipo?

—Ya están en la mansión y en el hotel. No dejarán que ni una mosca entre sin autorización.

Alice suspiró, sintiendo una pequeña chispa de alivio.

—Además —continuó Marco—, mi primo Dere Ferrel ha sido asignado como el guardaespaldas personal de la señorita Alice.

Alice alzó una ceja.

—¿Mi qué?

En ese momento, la puerta volvió a abrirse y Dere Ferrel entró.

Alto, musculoso, con la piel bronceada y cubierta de tatuajes, su presencia era imposible de ignorar. Su cabello oscuro estaba cortado corto, y su mirada afilada escaneó la habitación con frialdad. Vestía una camisa negra arremangada, dejando al descubierto los tatuajes en sus brazos.

Sus ojos grises la inspeccionaron con seriedad antes de hablar.

—Soy tu nueva sombra, princesa.

Alice sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

No sabía si sentirse protegida… o en peligro.

¿Qué te parece? ¿Quieres más tensión o detalles?