Capítulo 12: La Tensión Creciente

La tarde en la mansión Salvaterra se había tornado tranquila, casi placentera. Sin embargo, había una inquietud flotando en el aire, algo que no se podía ignorar: el regreso de Julián Lombardi. Alice intentaba mantener la compostura mientras paseaba por los jardines, pero en su mente los recuerdos de su pasado con él se entrelazaban con las nuevas emociones que sentía hacia Dere.

De repente, el sonido de un coche deportivo interrumpió sus pensamientos. Era el mismo Julián, quien había decidido ir a visitarla de nuevo, esta vez con una propuesta clara.

— Alice, ¿te gustaría salir a bailar esta noche? He reservado una mesa en uno de los clubes más exclusivos de la ciudad. Quiero que volvamos a lo que éramos — dijo con esa sonrisa encantadora que siempre la había cautivado.

Alice, aunque sabía que salir con él no era la mejor idea, no pudo evitar sentir una chispa de emoción. Aquella era la oportunidad perfecta para desafiar los límites, para hacer que Dere notara lo que sentía por ella. Sin embargo, había algo más en su mente, algo que la hacía vacilar.

— Bueno, voy a pensarlo — respondió con una sonrisa juguetona, ya sabiendo que, de alguna manera, tendría que pedir permiso.

Al final, Alice decidió hablar con su padre. Aunque Maximiliano estaba de viaje, ella sabía que su madre Alicia, recién recuperada de sus heridas, sería quien tomara las decisiones. Cuando Alice le preguntó si podía salir con Julián, su madre, con su habitual tono protector, le respondió:

— Sabes que eres adulta y capaz de tomar tus propias decisiones, pero creo que deberías ir acompañada de alguien. Esas fiestas no son el mejor lugar para estar sola. — Alicia hizo una pausa, reflexionando un momento, y luego agregó: — Dere puede acompañarte. Lo tiene que hacer como parte de su trabajo.

Aunque no le gustaba la idea, Alice aceptó a regañadientes. Lo que no sabía era que esto desataría una tensión palpable entre los dos hombres.

La noche llegó rápidamente, y Julián la recogió a la hora acordada. Alice, usando un vestido ajustado de color rojo, con escote discreto pero elegante, se sintió poderosa. El coche deportivo de Julián brillaba bajo las luces de la ciudad mientras ella se acomodaba en el asiento del copiloto. De alguna forma, sentía que había algo excitante en todo esto, algo que no podría tener con Dere.

Mientras tanto, Dere se encontraba dentro del mismo vehículo, el de servicio, observando de lejos. No le gustaba la idea de que Alice fuera con Julián sin él a su lado, pero era parte de su trabajo, y aunque él lo sabía, no podía evitar sentirse celoso. Un sentimiento que nunca había experimentado antes, y que lo confundía. Los ojos de Dere seguían el coche de Julián, con sus faros iluminando la oscuridad de la noche. Una sensación extraña recorría su cuerpo. Su deber era protegerla, pero no podía evitar pensar en ella de otra manera.

El club estaba lleno de luces brillantes, música electrizante y gente disfrutando de la noche. Julián y Alice entraron al lugar, mientras Dere se quedó cerca, observando desde la distancia. La presencia de Alice parecía iluminar la pista de baile, como siempre había hecho. Julián, sin perder tiempo, la tomó de la mano y la condujo al centro del salón.

A lo lejos, Dere los observaba. La tensión en su pecho aumentaba conforme veía la forma en que Julián sonreía y acariciaba la mano de Alice. ¿Cómo debía reaccionar? ¿Cómo debía mantenerse en control cuando la mujer a la que estaba destinado a proteger parecía tan distante de él, tan cerca de otro hombre?

La música comenzó a retumbar en el aire, y Julián no perdió el tiempo. Tomó a Alice por la cintura y la atrajo hacia él, bailando con una confianza que solo él podía tener. Ella, disfrutando del momento, lo miró con una sonrisa coqueta, aunque su mente seguía algo dividida. Sentía algo por Dere, algo que no podía entender, y lo que sucedía en ese momento solo la confundía más.

Pero fue entonces cuando Alice lo vio. Desde el lado opuesto de la pista, Dere estaba parado, observando con una mirada fría y calculadora. Alice sabía que este era el momento de probar algo, de hacer que él reaccionara, de una vez por todas.

Con una sonrisa traviesa, Alice se alejó un poco de Julián y, antes de que pudiera hacer algo, se acercó a él y lo besó en los labios. El beso fue fugaz, pero cargado de provocación, un mensaje claro hacia Dere, que no podía ignorar lo que estaba sucediendo.

Julián, sorprendido por la audaz reacción de Alice, la miró fijamente, pero no dijo una palabra. Por otro lado, Dere, desde su lugar en la esquina, sintió un golpe en su estómago. La sensación de celos creció en su pecho, pero, más allá de eso, la incomodidad de ver a Alice tan cerca de otro hombre lo desbordó.

La noche pasó con una mezcla de tensión, provocación y silenciosos reproches. Dere permaneció vigilante, como siempre, pero su mente no dejaba de recordar el beso de Alice y la forma en que se había apartado de él.

Al final, cuando la noche llegó a su fin, Alice se sintió extraña. Había conseguido lo que quería, pero al mismo tiempo, algo en ella había cambiado. Dere, con su mirada tan seria y su actitud de protección constante, había dejado una huella en su mente, y esa huella crecía con cada paso que daba hacia él. Quizá lo que había hecho en la fiesta no fue solo por celos, sino por una necesidad de ver hasta dónde llegarían sus sentimientos, tanto para él como para Julián.

La tensión entre ellos había alcanzado su punto más alto, pero el camino aún era largo. Dere no iba a dejar que su rol como guardaespaldas fuera solamente un título, y Alice no podía dejar de preguntarse qué tan lejos podía llevar este juego. Lo único cierto era que, a partir de esa noche, nada volvería a ser igual.