Capítulo 13: Tensión y Juegos de Poder

Los días siguieron pasando, y con cada amanecer, la tensión entre Alice, Dere y Julián crecía más. Julián no era de los que se daban por vencidos fácilmente, especialmente cuando se trataba de Alice. Como capitán del equipo de fútbol, su carisma y su confianza parecían arrastrar a todo el mundo, y a Alice no le era indiferente su presencia. Cada vez que él llegaba a la mansión, su actitud arrogante y su manera de halagarla le daban una sensación de poder. No obstante, algo en su interior la hacía sentirse incómoda, pues en lo más profundo, sabía que esa relación estaba tejiendo una red de tensiones no solo entre ella y Julián, sino también con Dere.

Julián la visitaba casi a diario, trayéndole pequeños obsequios de lujo: un collar de diamantes, un par de zapatos exclusivos, una billetera de piel italiana. Cada regalo parecía una forma de ganarse su corazón, pero Alice no podía evitar notar lo que sentía Dere cada vez que Julián estaba cerca. El hombre que siempre la observaba desde la distancia, con su actitud seria, de acero, y su figura poderosa como un muro, parecía desconcertado, molesto por la cercanía de su antiguo amor con el carismático capitán del fútbol.

Julián no solo pasaba el tiempo en la mansión con Alice, sino que todos los días, cuando no tenía partidos, la sacaba a bailar o a cenar en lujosos restaurantes. La ciudad de noche se convertía en su escenario de juego, y Julián disfrutaba del espectáculo de ser el centro de atención, rodeado de chicas que suspiraban por él, mientras Alice parecía estar atrapada en una constante indecisión.

Dere observaba desde su posición en la mansión, como siempre, y aunque mantenía su postura profesional, su mirada nunca dejaba de seguirlos. Cuando él veía que Julián tomaba la mano de Alice o la besaba en la mejilla, algo oscuro se encendía dentro de él. ¿Qué era lo que realmente sentía por ella? Sabía que su deber era protegerla, pero las emociones eran difíciles de controlar. Como si fuera parte de un juego ajeno a su voluntad, Dere mantenía su rol, pero sus sentimientos crecían sin poder detenerlos.

Al principio, él no podía comprender por qué Alice lo provocaba tanto. Ella no era solo una joven mimada, ni una simple hija de un magnate; había algo en ella que lo desarmaba, algo que se ocultaba tras esa fachada de arrogancia y desprecio. Alice, por su parte, continuaba con su juego. Disfrutaba de la compañía de Julián, pero algo en la mirada de Dere, sus silenciosas actitudes protectoras y su cuerpo tan fuerte y lleno de tatuajes la descolocaban. En un principio, se burlaba de él, como si fuera solo un objeto más a su disposición, pero con el paso del tiempo, algo comenzaba a cambiar en su interior. No podía ignorar que Dere despertaba algo más que incomodidad en ella. Pero en ese momento, Alice no estaba lista para enfrentarse a esos sentimientos.

Un día, después de otro largo y fastidioso paseo con Julián, Alice se subió al coche de la mansión, con un aire de arrogancia y cansancio. Julián la miró, ofreciéndole una sonrisa encantadora, pero algo en su mirada cambiaba cuando notaba que Dere no estaba lejos. A menudo, cuando no estaba cerca de Alice, Dere se desvanecía en la oscuridad de la mansión o se montaba en uno de los vehículos de la familia para alejarse. Ya no estaba tan presente, pero su figura seguía siendo inconfundible en el aire.

Al día siguiente, mientras Alice disfrutaba de su mañana relajada, Julián llegó con otro regalo: un reloj de pulsera de oro macizo, con una placa grabada con sus iniciales. Alice sonrió, sin mostrar demasiado interés, pero aceptó el obsequio con gracia, como siempre hacía. Esa era su forma de manejarlo. A veces pensaba que tal vez debería abrir su corazón a Julián, pero no podía. Sabía que nada de lo que él ofrecía podría llenar ese vacío que ella sentía cuando pensaba en Dere.

Después de todo, Julián tenía la ventaja de ser un hombre popular, conocido, admirado. Mientras que Dere era simplemente su guardaespaldas. Un hombre serio, sin complicaciones, cuyo único deber era mantenerla a salvo. Pero Alice no podía negar que esa postura de Dere la atraía de una manera inexplicable.

Una tarde, Dere decidió que ya había tenido suficiente. Alice lo provocaba constantemente con su arrogancia, mientras él se mantenía impasible. Sin embargo, esa vez fue diferente. No podía más con la idea de ser solo un observador distante, de estar en la sombra de los dos. Julián, con su presencia arrogante y deslumbrante, le había robado la atención de Alice, y él, como siempre, debía mantenerse al margen.

Pero esa noche, mientras Alice y Julián se preparaban para salir a una fiesta exclusiva, Dere tomó una decisión. Aunque sabía que su lugar era estar en la mansión, protegiéndola desde lejos, no podía soportar más la idea de ver a Alice en los brazos de otro.

Así que, antes de que el coche de Julián saliera de la mansión, Dere se montó en uno de los autos de servicio, el de los guardaespaldas. Alice no se dio cuenta, porque ya estaba demasiado absorbida por la compañía de Julián, pero Dere la observaba desde la distancia. La historia estaba por cambiar, y él no iba a dejar que otro hombre estuviera tan cerca de ella sin hacer nada.

Los días siguientes serían una constante lucha de poder y emociones. Julián seguiría cortejando a Alice, mientras Dere permanecía en las sombras, protegiéndola, pero también tratando de comprender lo que estaba sucediendo dentro de él. Y en medio de todo eso, Alice empezaba a darse cuenta de que el juego que había comenzado estaba más allá de lo que imaginaba.