Capítulo 24: Las reglas del juego

El sol del mediodía entraba a través de las cortinas cuando Alice se despertó con resaca.

Y con recuerdos borrosos.

Se sentó en la cama, sosteniéndose la cabeza. Todo le daba vueltas.

Intentó hacer memoria.

La discoteca.

Las risas.

El vómito.

Dere.

Su corazón dio un brinco.

Su voz retumbó en su cabeza.

"Porque si no lo hiciera, Salvaterra… ya te habría besado."

Alice se quedó helada.

Se tocó los labios, como si pudiera sentir el beso que nunca ocurrió.

"¿Lo soñé?"

No. No lo soñó. Fue real.

Dere la quería.

Pero se estaba conteniendo.

¡Maldito!

Una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro.

Si él quería jugar a ser el fuerte…

Ella se encargaría de hacerlo caer.

En la cocina

Alice entró como un huracán.

Vestía un short diminuto y una camiseta holgada que se deslizaba de su hombro.

Dere estaba sirviéndose café, con su postura recta y su expresión de piedra.

Ni siquiera la miró cuando ella se acercó.

— Buenos días, mi caballero oscuro. —canturreó.

Dere no reaccionó.

Alice se sirvió un café y se apoyó en la encimera, mirándolo fijamente.

— ¿Te pasa algo?

Dere bebió un sorbo de su taza con calma.

— No.

— ¿Seguro?

— Segurísimo.

Alice sonrió.

— ¿Ni siquiera por lo que pasó anoche?

Esta vez, Dere se quedó inmóvil.

Alice lo vio tensar la mandíbula. Bingo.

— ¿Así que no piensas hablar de eso?

Dere dejó la taza en la mesa, sin mirarla.

— Fue un error.

Alice sintió un golpe en el pecho.

Pero no dejó que lo notara.

— ¿Un error?

— Sí.

— Vaya. —Alice cruzó los brazos—. Pues la próxima vez que me salves la vida, al menos bésame.

Dere finalmente la miró.

Su expresión era seria, peligrosa.

— No juegues conmigo, Salvaterra.

Alice no apartó la mirada.

— ¿Y si quiero jugar?

Dere se inclinó levemente hacia ella, hasta que su rostro estuvo a centímetros del suyo.

— No te conviene.

Alice sintió su corazón golpearle el pecho.

Pero no iba a ceder.

Sonrió con inocencia y tomó su café.

— Ya veremos.

Se dio la vuelta y salió de la cocina, dejándolo con la mandíbula apretada.

La guerra había comenzado.

El sonido del teléfono despertó a Alice. Era demasiado temprano.

Con los ojos entrecerrados, vio la pantalla: Agencia de Modelos LUX.

—Mierda…

Respiró hondo y contestó con su voz más profesional:

— ¡Hola, buenos días!

— Alice, querida, queremos que hagas una pasarela exclusiva la próxima semana. —dijo la coordinadora con entusiasmo—. Alta costura, playa, fotógrafos de Vogue.

Alice se despertó de golpe.

— ¡¿En serio?!

— Sí. Te enviamos los detalles por correo. Prepárate.

Cuando colgó, saltó de la cama emocionada.

"¡Mi primera gran pasarela!"

Pero su felicidad no duró mucho.

Apenas se puso de pie, la puerta de su habitación se abrió de golpe.

Dere estaba ahí.

Con su postura dominante, la mirada helada y una furia contenida en su mandíbula apretada.

— Tienes cinco segundos para explicarme por qué carajos te escapaste anoche.

Oh, oh.

Alice tragó saliva.

Se recogió el cabello, fingiendo calma.

— No sabía que eras mi padre.

Dere se cruzó de brazos.

— Tampoco tu niñera. Pero es mi trabajo protegerte.

Alice puso los ojos en blanco.

— Qué exagerado, solo salí a divertirme.

Dere avanzó un paso.

— ¿Divertirte? Estabas borracha, vomitaste en una maldita esquina y Cristina tuvo que rogarme que fuera a recogerte.

Alice sonrió con descaro.

— ¿Te preocupaste por mí, Dere?

Dere no cayó en la provocación.

— No. Solo no quiero que me despidan si te pasa algo.

Mentiroso.

Alice sintió un calor subirle por el pecho.

— Tienes que aprender a relajarte, grandulón.

Dere la miró con intensidad.

— Tienes que aprender a no comportarte como una niña caprichosa.

Alice se quedó sin palabras.

— Fuera de mi cuarto.

— Con gusto. —Dere le lanzó una última mirada dura—. Pero si vuelves a escaparte, no te va a gustar lo que pase.

Alice sintió un escalofrío.

Porque, por primera vez, no sabía si le estaba advirtiendo… o prometiendo algo.

Más tarde…

Julián la invitó a la playa.

Y Alice aceptó.

Sabía que Dere se enteraría.

Sabía que lo haría enojar.

Y le encantaba la idea.

Así que se puso su mejor bikini.

Negro. Pequeño. Ajustado en los lugares correctos.

Cuando bajó las escaleras, Dere estaba en la sala.

Ella sintió su mirada quemarle la piel.

Pero él no dijo nada.

Alice quería que la detuviera.

Que la mirara con celos.

Que reaccionara.

Pero él no hizo nada.

Y eso la irritó.

En la playa

Julián y Alice estaban en la arena, entre risas, copas y miradas intensas.

El sol se iba ocultando.

— Extrañaba esto. —dijo Julián, acariciando su mejilla.

Alice no se apartó.

Julián se inclinó para besarla.

Y Alice casi cedió.

Pero entonces…

Una sombra se movió en su visión periférica.

Alice giró instintivamente.

Dere estaba a unos metros, de pie, con los brazos cruzados.

Viéndolos.

Frío.

Serio.

Indescifrable.

Alice sintió su corazón explotar.

¿Por qué estaba ahí?

¿Por qué no se iba?

¿Por qué no hacía nada?

Ella apretó los puños.

Si Dere no iba a reaccionar…

Entonces ella se encargaría de hacerle perder el control.

Alice tomó el rostro de Julián y lo besó.

Lento.

Provocador.

A propósito.

Cuando abrió los ojos, buscó la reacción de Dere.

Pero él ya no estaba.

Mierda.

¿Ahora qué pasará?