"Regla número tres al enamorarse del hermano del villano: cuando te invita a bailar, no es romance. Es un reconocimiento del terreno antes de la batalla. Regla número cuatro: si su archienemiga te sonríe, no sonrías de vuelta. Corre." — Apuntes urgentes de una transmigrada que debería invertir en un chaleco antibalas (o antibrujería).
La mano de Kaelan era sorprendentemente cálida, una contradicción viviente a su aura de tormenta y peligro. Su apretón fue firme, seguro, y duró un segundo más de lo estrictamente protocolario, transmitiendo un mensaje claro: *Esto es real. Y yo juego.* Cuando soltó sus dedos, Seraphine sintió una extraña sensación de pérdida, seguida de un torrente de adrenalina que le hizo tambalearse levemente.
—¿Funciona siempre así tu sistema? —preguntó Kaelan, inclinando la cabeza con curiosidad genuina mientras observaba la forma en que Seraphine se llevaba inconscientemente la mano al pecho, como si quisiera conservar el calor—. El pitido agudo y luego el silencio total. Parece sobrecargado.
Seraphine enrojeció. *¿Había oído el sistema?*
—Es... temperamental —masculló, evitando su mirada—. Como una tableta antigua con demasiadas pestañas abiertas.
Kaelan lanzó otra de esas risas bajas y resonantes que parecían vibrar en el aire mismo.
—Encantador. Un sistema temperamental para una elección temperamental. Parece justo.
Se acercó un poco más, su presencia eléctrica llenando el espacio que Lucius había dejado frío y vacío.
—Entonces, Lady Temperamental, ¿qué hacemos ahora? Porque elegirme fue el primer paso, pero el protocolo exige un... ¿cómo lo llaman? Ah, sí. Un cortejo.
La palabra la pronunció con un deje de sorna, como si fuera un chiste privado. El sistema, como si hubiera sido despertado por el desafío, volvió a la vida con un pitido de reinicio:
—¡Protocolo de Cortejo Iniciado! Objetivo inmediato: Sobrevivir al evento social vespertino (Baile de Presentación de Consortes). Amenazas detectadas: Villano Principal (Lucius Blackwood - Nivel Máximo), Antagonista Secundaria (Lady Beatrice Dubois - Alto), Protocolo Palaciego (Moderado). Sugerencia: ¡Aprender a bailar el Minueto Real en menos de dos horas! ¡Prioridad: ALTA!
—¿Dos horas? —chilló mentalmente Seraphine—. ¡No sé bailar ni la conga, Siri del Desastre! En su vida anterior, su experiencia con el baile se limitaba a torpes movimientos en discotecas oscuras y un intento fallido de zumba.
—¡Ajustando sugerencia! ¡Prioridad: APRENDER O FINGIR CONVULSIONES!
Kaelan observó cómo sus ojos se dilataban con el pánico interno.
—Veo que el sistema tiene malas noticias —comentó, su sonrisa torcida reapareciendo—. Déjame adivinar. El Baile de Presentación. El minueto. La mirada asesina de la siempre encantadora Lady Beatrice cuando se entere de que su príncipe rubio favorito ha sido rechazado... otra vez. Por mí.
Parecía disfrutar enormemente la perspectiva.
—Algo así —admitió Seraphine, sintiendo que el suelo de mármol se movía bajo sus pies—. No estoy exactamente... versada en los bailes de la corte.
—Versada. —Kaelan repitió la palabra, saboreándola—. Me gusta. Suena mucho mejor que 'desastre ambulante', que es lo que serás si te dejan sola en ese salón.
Extendió el brazo de nuevo, esta vez con un gesto más formal, pero con esa chispa de desafío intacta en sus ojos grises.
—Ven. Si vas a arruinar tu reputación irrevocablemente eligiéndome, al menos haré que luzcas bien haciéndolo. Una lección rápida. Considera parte del... servicio incluido.
Antes de que pudiera protestar o el sistema pudiera sugerir otra convulsión, Kaelan la tomó suavemente de la mano y la colocó frente a él. Su otra mano se posó con firmeza, pero sin brusquedad, en su cintura, a través de las capas de gasa y encaje. El contacto, a través de la tela, fue como una pequeña descarga. Seraphine contuvo el aliento.
—El minueto —comenzó Kaelan, su voz baja y cercana—, es un juego de pasos pequeños, miradas intensas y fingir que no estás calculando la caída social de tu vecino. Paso atrás con el izquierdo... sí, así.
Guió su pie con una leve presión en la cintura.
—Ahora el derecho adelante... no, adelante, Seraphine, no hacia mi pie. A menos que quieras empezar un nuevo baile llamado 'Pisotón de la Muerte'.
Seraphine soltó una risa nerviosa, tratando de concentrarse en sus pies y no en la proximidad de su cuerpo, ni en el calor de su mano, ni en la forma en que su aliento rozaba su cabello.
—Lo siento. Mis pies parecen tener mente propia.
—No te disculpes —murmuró Kaelan, girándola con sorprendente suavidad—. La incompetencia adorable es parte de tu encanto recién descubierto.
Sus ojos grises se encontraron con los suyos, atrapándola.
—Ahora, la reverencia. No demasiado profunda, no eres un siervo. Pero lo suficiente como para decir 'sí, soy una dama, pero también podría envenenar tu té si me provocas'.
Seraphine intentó la reverencia, sintiéndose como un pato tratando de hacer ballet.
—¿Así?
Kaelan sonrió, una sonrisa genuina que le arrugaba los ojos.
—Perfecta. El mensaje de envenenamiento queda clarísimo.
La mantuvo girando, sus pasos seguros compensando sus torpezas.
—Recuerda, en ese salón, todos son tu enemigo. Hasta las flores probablemente estén escuchando para Lucius. Pero —añadió, bajando la voz hasta un susurro que le hizo estremecer—, esta noche, solo tienes un enemigo que importa: Beatrice Dubois. Y ella ya te odia.
—¿Por qué? —preguntó Seraphine, tratando de recordar los detalles de la novela. Beatrice, la hija del Duque Dubois, ambiciosa, venenosa y obsesionada con Cedric. En la trama original, envenenaba a Seraphine por celos.
—Porque Cedric, el Príncipe Aburrido, ha estado mirándote como un cachorro perdido durante semanas —explicó Kaelan con un deje de desprecio—. Y porque ahora has elegido al 'lobo salvaje' sobre el 'cordero dorado'. Para ella, es un insulto personal. Prepárate para zarpazos. Verbales, de momento.
El sistema asintió virtualmente:
—¡Análisis correcto! Lady Beatrice Dubois: Nivel de Amenaza 'AGUJA ENVENENADA'. Probabilidad de ataque verbal en el baile: 98%. Sugerencia: ¡Armar réplicas ingeniosas o llevar un antídoto tópico!
La "lección" de baile continuó, una mezcla de instrucciones prácticas, advertencias siniestras y una tensión creciente que Seraphine no sabía si atribuir al miedo o a la abrumadora proximidad de Kaelan. Cada vez que sus manos se encontraban, cada vez que sus miradas se cruzaban durante un giro, sentía una chispa eléctrica que el sistema registraba como un "¡Aumento de adrenalina anómalo!".
El Gran Salón de los Espejos era una locura de luz, música y ostentación. Miles de velas reflejadas en paredes cubiertas de espejos creaban la ilusión de un espacio infinito, lleno de figuras elegantemente vestidas que se movían como marionetas preciosas. El aire olía a flores caras, perfume pesado y la tensión agria de las intrigas palaciegas.
Kaelan entró con Seraphine del brazo, su presencia inmediatamente creando un círculo de silencio a su alrededor. Los murmullos cayeron, sustituidos por miradas de curiosidad, desaprobación y franco horror. Era evidente que la noticia de la "elección estúpida" ya había corrido como la pólvora.
—Respira, Temperamental —murmuró Kaelan, inclinándose hacia su oído. Su aliento caliente le hizo estremecerse—. La primera impresión es solo la primera puñalada. Hay muchas más por venir.
Antes de que pudiera responder, una figura se materializó frente a ellos. Beatrice Dubois. Era hermosa, como una estatua de hielo tallada: pelo rubio platino recogido en un elaborado peinado que debía pesar más que su cabeza, ojos azules fríos como lagos helados, un vestido de seda plateada que se ajustaba como una segunda piel. Su sonrisa era una obra maestra de falsedad.
—Lady Seraphine —dijo, su voz tan dulce como el jarabe de arce... envenenado. Hizo una reverencia perfecta, calculada para resaltar la torpeza de Seraphine—. Qué... atrevido vestido. El azul celeste es tan... juvenil.
Su mirada recorrió el vestido de Seraphine con un desdén apenas disimulado. Seraphine sintió el impulso de esconderse. Pero recordó la advertencia de Kaelan y la risa nerviosa de su lección de baile.
—Gracias, Lady Beatrice —respondió, forzando una sonrisa que esperaba fuera más convincente que la de su rival—. Me alegra que le guste. Aunque pensé que el plateado le sienta tan bien... como a un ataúd.
*¡Sistema, qué demonios acabo de decir!*
El sistema emitió un pitido de alarma:
—¡Réplica detectada! ¡Nivel de Sarcasmo: Alto! ¡Posible escalada de conflicto!
Beatrice palideció ligeramente, sus ojos azules destellando con rabia. Kaelan, a su lado, soltó una carcajada ahogada que sonó como un trueno en el silencio expectante.
—Lady Seraphine tiene un sentido del humor... peculiar —comentó Kaelan, su mirada gris fija en Beatrice con un desafío abierto—. Como su gusto en consortes, ¿no crees, Beatrice?
Beatrice recuperó la compostura con un esfuerzo visible.
—Peculiar, sí —replicó, su voz gélida—. Aunque algunos gustos son más... mortales que otros, Lord Kaelan.
Su mirada se posó en Seraphine, cargada de un odio puro y venenoso.
—Espero que sepas bailar el minueto, querida. Sería una pena que tropezaras... y cayeras tan temprano en la noche.
La amenaza, velada pero clara, flotó en el aire.
—No se preocupe, Lady Beatrice —intervino Kaelan antes de que Seraphine pudiera tartamudear una respuesta. Tomó la mano de Seraphine con un gesto posesivo—. Yo me encargaré de que Lady Seraphine no tropiece. Después de todo —añadió, su sonrisa torcida reapareciendo, llena de peligroso encanto—, es mi tormenta personal. Y las tormentas, ya sabes, son impredecibles. A veces iluminan... a veces queman.
Su mirada, al decir esto, no estaba en Beatrice, sino en alguien al otro lado del salón. Seraphine siguió su mirada. Allí, semioculto en un rincón entre dos espejos gigantescos, como una sombra hecha carne, estaba Lucius Blackwood. Observaba la escena con sus fríos ojos dorados, impasible, pero Seraphine juró ver un destello de... ¿interés? ¿Fastidio? La copa de vino oscuro que sostenía parecía contener sangre a la luz de las velas.
Beatrice siguió su mirada y palideció aún más.
—Disfruten la noche —escupió, antes de girarse y desaparecer entre la multitud como un fantasma plateado y furioso.
La música del minueto comenzó a sonar, notas altas y precisas que cortaban el aire tenso.
—Bueno —susurró Kaelan, girando a Seraphine hacia él y colocando su mano en su cintura de nuevo—, la primera puñalada ha sido desviada. Ahora, ¿recuerdas los pasos, Temperamental? O prefieres que invente un nuevo baile llamado 'Huida Desesperada'?
Seraphine miró hacia el rincón. Lucius seguía allí, inmóvil, observando. Luego miró a Kaelan, a sus ojos grises brillando con un desafío y una promesa de caos que la atraía irremediablemente. El miedo seguía allí, un nudo frío en su estómago, pero ahora se mezclaba con algo más: una determinación temeraria.
—Enséñame a bailar, lobo —dijo, agarrando su hombro con más fuerza de la necesaria—. Pero si me pisas, juro que esa metáfora de la quema la haré realidad.
Kaelan rió, un sonido cálido y vibrante que atrajo aún más miradas.
—Esa es mi elección estúpida.
Y la llevó al centro de la pista, bajo la luz de mil velas y las miradas asesinas de la corte, mientras Lucius Blackwood, desde las sombras, observaba el inicio de lo que solo podía ser una ruina gloriosa... o una guerra. El primer paso del minueto resonó en el mármol, marcando el comienzo del juego más peligroso.