"Regla número cinco: cuando el hermano sexy del villano te roza la pierna bajo la mesa, no es seducción. Es una táctica de distracción para que no notes a la bruja envenenando tu té. Regla número seis: si el villano principal te envía un 'regalo', no lo abras. Incinéralo. Desde lejos." — Anotaciones febriles de una transmigrada aprendiendo que el romance aquí es un deporte extremo.
La luz del amanecer se filtraba por los altos ventanales del comedor privado, pintando rayas doradas sobre el mantel de lino blanco inmaculado y la vajilla de porcelana fina. Seraphine, aún adormilada y con los músculos protestando por el minueto forzado de la noche anterior, se sentó con la rigidez de un maniquí. El "éxito" de su primer baile público con Kaelan había sido relativo: no se había caído, no había vomitado del miedo encima del Príncipe Cedric (quien la había mirado con ojos de cachorro abandonado toda la noche), y solo había intercambiado una puñalada verbal directa con Beatrice (la del "ataúd plateado"). Según el sistema, eso equivalía a una victoria táctica menor (Probabilidad de supervivencia nocturna: 89% - ¡Subiendo!).
Kaelan entró con la despreocupación de un gato que posee la casa. Vestía pantalones de montar oscuros y una camisa blanca abierta en el cuello, la cadena del colmillo de lobo reluciendo contra su piel. Olía a jabón fresco, cuero y algo salvaje, como si hubiera estado corriendo por los jardines al amanecer. Se sentó frente a ella sin ceremonia, su sonrisa torcida ya en su lugar.
—Sobreviviste a tu bautismo de fuego cortesano, Temperamental —anunció, sirviéndose café negro como la noche en una taza de porcelana que parecía frágil en sus manos—. Incluso lograste que Beatrice Dubois palideciera. Un logro notable. Su maquillaje suele ser a prueba de terremotos.
Seraphine tomó su propia taza, tratando de ignorar cómo el apodo "Temperamental" empezaba a sonar... no desagradable.
—Fue suerte. Y tu... intervención oportuna. —Recordó su mano firme en su cintura durante el baile, sus palabras cortantes como espadas desviando los ataques de Beatrice.
—Intervención es una palabra muy formal —murmuró Kaelan, sus ojos grises atrapándola sobre el borde de su taza—. Lo llamaría entretenimiento. Ver a los pavos reales de la corte desplegar plumas de indignación nunca deja de divertir. Especialmente cuando Lucius está mirando.
El nombre del Duque hizo que Seraphine se estremeciera, recordando esos ojos dorados fijos en ellos desde la sombra.
—¿Estaba... molesto? —preguntó, tratando de sonar casual y fallando miserablemente.
—¿Lucius? Molesto es su estado natural —Kaelan soltó una risa corta, sin humor—. Pero anoche estaba... intrigado. Más de lo habitual. Tu elección, nuestra pequeña actuación en el baile... le ha dado algo nuevo en qué pensar. Y a Lucius pensar es como darle un juguete nuevo a un niño cruel. Eventualmente, lo romperá.
El sistema asintió virtualmente, proyectando un gráfico rojo sangre en su visión periférica:
—¡Nivel de Amenaza Lucius Blackwood: 'PENSANDO ACTIVAMENTE'! ¡Probabilidad de Movimiento Hostil Inminente: 78%! ¡Sugerencia: ¡Reforzar defensas mentales y físicas! (O construir búnker).
En ese momento, la puerta del comedor se abrió, y una figura de plata y odio entró. Beatrice Dubois. Vestía un traje de mañana de seda lavanda, impecable, pero sus ojos azules estaban inyectados en sangre y su sonrisa era tan rígida como una máscara mortuoria. Iba acompañada de una sirvienta que sostenía una bandeja con una pequeña caja de terciopelo negro.
—Lady Seraphine. Lord Kaelan —saludó Beatrice, su voz un zumbido de avispa. La reverencia fue un mero movimiento de cabeza.
—Qué... íntimo desayuno. —Su mirada recorrió la mesa, la proximidad de Kaelan a Seraphine, y el desdén en sus ojos se intensificó.
—Lady Beatrice —Kaelan respondió, reclinándose en su silla con una languidez estudiada—. Tan temprano y ya radiante de... ¿amargura? Debe ser agotador.
Beatrice ignoró el comentario. Se centró en Seraphine.
—He venido a entregar un regalo, Lady Seraphine. Un gesto de... buena voluntad. —Hizo un gesto a la sirvienta, quien avanzó y colocó la caja de terciopelo negro frente a Seraphine con manos temblorosas—. De parte de Su Gracia, el Duque Lucius Blackwood.
El nombre de Lucius cayó como una losa en el comedor. Hasta Kaelan perdió un ápice de su despreocupación, sus ojos grises fijándose en la caja como si pudiera contener una víbora.
—Un regalo... de Lucius? —Seraphine sintió que la boca se le secaba. El sistema pitó frenéticamente:
—¡REGALO DEL VILLANO DETECTADO! ¡NIVEL DE AMENAZA: 'VENENO/MALEDICCIÓN/POLVO EXPLOSIVO'! ¡PROBABILIDAD DE CONTENIDO MORTAL: 99.9%! ¡NO ABRIR! ¡REPETIR: ¡NO ABRIR!
—Sí —confirmó Beatrice, una sonrisa triunfal y venenosa curvando sus labios—. El Duque quedó... impresionado por tu valentía anoche. Considera que eres un... elemento refrescante en nuestra corte. La caja contiene una joya. Una antigua reliquia de la familia Blackwood. Un honor inusitado para alguien tan... nueva.
El insulto flotó en el aire. Seraphine miró la caja. El terciopelo negro parecía absorber la luz. Era pequeña, del tamaño de un puño. Inofensiva. Mortalmente inofensiva. Sabía, con cada fibra de su ser transmigrado, que abrirla sería una idiotez monumental. Pero negarse abiertamente al "regalo" del Duque sería un insulto directo, una declaración de guerra prematura.
—Qué... generoso del Duque —logró decir Seraphine, su voz apenas un susurro. Sus dedos temblaban ligeramente sobre el mantel.
—Extremadamente generoso —insistió Beatrice, disfrutando visiblemente su incomodidad—. Deberías abrirla. Ahora. Sería descortés hacer esperar a la generosidad de Su Gracia. —Su tono era una orden disfrazada de sugerencia.
Kaelan se inclinó hacia adelante.
—Beatrice, tu entusiasmo por los regalos ajenos es conmovedor. Pero quizás Lady Seraphine prefiera abrirlo en privado. Para... saborear la sorpresa.
Su mirada se encontró con la de Seraphine, intensa, advirtiéndole. *No la abras.*
Pero Beatrice no se movería. Estaba plantada como una estatua venenosa, sus ojos azules brillando con malicia.
—¡Oh, pero la curiosidad es tan natural! Además, Lord Kaelan, seguro que tú también estás impaciente por ver qué ha elegido tu hermano para tu... consorte. —La palabra la pronunció como un insulto.
La presión era insoportable. Todos los ojos estaban sobre ella: los de Beatrice, llenos de odio y expectativa; los de Kaelan, alerta y peligrosamente serios; incluso los de la sirvienta, llenos de pánico. El sistema proyectaba grandes letras rojas parpadeando: **¡¡PELIGRO INMINENTE!!**
En un movimiento impulsivo, Seraphine extendió la mano hacia la caja. Vio el destello de triunfo en los ojos de Beatrice. Vio cómo la mano de Kaelan se tensaba sobre la mesa, como dispuesta a actuar.
Pero en lugar de abrir la caja, Seraphine la levantó suavemente. Vio el destello de triunfo en los ojos de Beatrice. La sostuvo frente a ella, mirándola con una expresión de asombro fingido.
—Es... magnífica —dijo, con voz clara, aunque temblorosa por dentro—. La artesanía del terciopelo es... exquisita. —Hizo una pausa, fingiendo estudiar la caja—. Pero saben, anoche, durante el baile, Lord Kaelan me contó una fascinante historia sobre las antiguas costumbres de su familia. —Miró directamente a Beatrice—. Dijo que los Blackwood creen que la verdadera magia de un regalo no está en abrirlo de inmediato, sino en la anticipación. En dejar que el misterio... fermente. Abrirlo ahora, en público, ante tantos ojos... sería como desvelar el final de una obra maestra antes de tiempo. ¿No le parece, Lady Beatrice? ¿No arruinaría la... magia?
El silencio que siguió fue espeso. Beatrice parpadeó, desconcertada por la desviación. Kaelan la observaba con una mezcla de incredulidad y algo que podría ser... admiración. Un destello de diversión reapareció en sus ojos grises.
—La... magia? —repitió Beatrice, como si la palabra le quemara la lengua.
—Sí —insistió Seraphine, apretando la caja con fuerza, como si contuviera algo precioso y no potencialmente letal—. La anticipación es parte del regalo del Duque. Sería una grosería no honrarla. Lo abriré... en privado. Cuando pueda apreciar plenamente su... esencia. —Hizo una pequeña reverencia con la cabeza—. Por favor, transmita mi más profundo agradecimiento al Duque por su increíblemente pensativo regalo.
Beatrice abrió la boca para protestar, pero no pudo encontrar un argumento protocolario válido contra el "misterio" y la "anticipación". Su rostro se congestionó de rabia impotente.
—Como desee —escupió, el veneno goteando de cada palabra—. Disfrute de su... anticipación, Lady Seraphine. —Giró sobre sus talones, su vestido de seda silbando con furia, y salió del comedor arrastrando a la aturdida sirvienta.
El aire pareció salir de la habitación con ella. Seraphine se dejó caer contra el respaldo de su silla, la caja de terciopelo negro temblando en su mano como un corazón vivo y maligno.
—¡EVASIÓN TÁCTICA ÉPICA DETECTADA! —El sistema casi gritaba en su cabeza, proyectando fuegos artificiales virtuales—. ¡USO CREATIVO DEL FOLKLORE INVENTADO! ¡REDUCCIÓN INMEDIATA DE AMENAZA INMINENTE! ¡PROBABILIDAD DE SUPERVIVENCIA MATUTINA: 95%!
—Fertilizar la magia, Temperamental? —Kaelan preguntó, una amplia sonrisa de genuino asombro y diversión iluminando su rostro. Se inclinó sobre la mesa, su mirada gris brillando con una nueva intensidad.
—Eso fue... inesperadamente brillante. Y tremendamente arriesgado.
—No tenía muchas opciones —jadeó Seraphine, colocando la caja en la mesa como si estuviera caliente—. ¿Qué hay dentro? ¿Una serpiente? ¿Un hechizo? ¿Un trozo de papel que dice 'Muere pronto'?
Kaelan tomó la caja con cautela, sin abrirla. La sopesó, la acercó a su oído, luego la olió sutilmente. Frunció el ceño.
—Ninguna de las anteriores. Es demasiado ligera para una serpiente, no zumba como un hechizo activo, y huele a... madera vieja y metal. —Sus ojos se encontraron con los de ella—. Probablemente es una joya. Antigua, como dijo Beatrice. Pero en esta corte, incluso una joya puede ser un arma. Un veneno de acción lenta en el engarce, una maldición en las piedras... o simplemente una forma de recordarte que él está mirando.
—¿Qué hago con ella? —preguntó Seraphine, sintiéndose como si hubiera aceptado una granada con seguro quitado.
—Por ahora, guárdala. En un lugar seguro. Lejos de tu piel —aconsejó Kaelan, devolviéndole la caja. Su mano rozó la suya al hacerlo, y un escalofrío de advertencia (¿o fue otra cosa?) recorrió el brazo de Seraphine.
—No la abras sin mí. Lucius juega juegos largos. Esto es solo la primera jugada.
Mientras Seraphine guardaba la caja de terciopelo negro en el bolsillo oculto de su vestido (una característica que ahora agradecía infinitamente), notó un movimiento bajo la mesa. La pierna de Kaelan, estirada, rozó la suya. No fue un accidente. Fue un roce deliberado, lento, cálido a través de la fina tela de sus enaguas. Sus ojos grises la miraban con una intensidad que nada tenía que ver con las amenazas o las joyas malditas.
—Anoche —dijo, su voz un susurro ronco que parecía vibrar en el aire entre ellos—, cuando bailamos... no pisé tus pies.
Seraphine contuvo el aliento. El roce bajo la mesa era como un cable vivo. El sistema emitió un pitido confuso:
—¡ESTÍMULO FÍSICO DETECTADO! ¡FUENTE: HERMANO DEL VILLANO! ¡ANÁLISIS... AMBIGUO! ¿AMENAZA? ¿SEDUCCIÓN? ¡PROBABILIDAD DE AMBAS: 50%!
—No —susurró ella, incapaz de apartar la mirada de esos ojos de tormenta.
—Y prometí enseñarte más —continuó Kaelan, su pierna presionando ligeramente contra la suya, un contacto eléctrico que prometía peligro y algo más—. Hay otros bailes. Más... íntimos. Menos pavos reales, más... oscuridad. —Su sonrisa fue un cuchillo envuelto en terciopelo—. ¿Sigues interesada en aprender, Temperamental? O el regalo de Lucius te ha enfriado el entusiasmo.
El roce bajo la mesa, la promesa en sus ojos, el peso de la caja maldita en su bolsillo... Era una mezcla explosiva de miedo, advertencia y una atracción que crecía como una enredadera venenosa y hermosa. Seraphine sabía que era una locura. Que cada paso más cerca de Kaelan era un paso más cerca del precipicio que Lucius vigilaba.
Pero miró esos ojos grises, sintió el calor de su pierna contra la suya, recordó la risa baja y peligrosa que parecía prometer que la caída sería gloriosa, y supo la respuesta incluso antes de que sus labios la formaran.
—Enséñame —dijo, su voz más firme de lo que esperaba—. Pero si esta vez 'la oscuridad' implica ratas gigantes o pasadizos secretos con trampas, avísame. Mi sistema tiene un límite de pánico.
Kaelan rió, un sonido cálido y profundo que hizo que el sistema volviera a parpadear con confusión. Retiró lentamente su pierna, pero su mirada mantuvo la promesa.
—Nada de ratas. Solo tú, yo... y los pasos que te harán olvidar que alguna vez tuviste miedo —murmullo. Bebió el último sorbo de su café frío—. Pero cuidado con la caja, Seraphine. La anticipación puede ser mágica... pero también puede ser el silencio antes del trueno.
Se levantó, dejándola sola en el comedor bañado por la luz del amanecer, con el regalo envenenado de Lucius en su bolsillo y el eco de una promesa peligrosa en sus oídos. La partida había comenzado en serio. Y Seraphine, la transmigrada con pésimo gusto pero excelentes reflejos, estaba justo en el centro. Sabía que el precio de la diversión de Kaelan sería alto. Pero por primera vez, mirando la puerta por donde él había salido, pensó que tal vez, solo tal vez, valdría la pena pagarlo. El sistema, por su parte, solo emitía un pitido constante de desconcierto: **"¡PARÁMETROS EMOCIONALES FUERA DE RANGO! ¡REINICIANDO...!"**