Capitulo 2: Luces Bajo la Tierra

—¿En qué carajos me estoy metiendo? —pensó.

Yareth estaba siendo llevado casi por la fuerza por aquella chica extraña que parecía tener una emoción infantil por el supuesto Qi que desconocía.

—¡Ya casi llegamos! Te lo prometo.

Dijo volteando a ver a Yareth con una enorme sonrisa, como si se hubiera memorizado cada paso en el bosque al punto de no necesitar mirar.

Ya habían pasado 5 minutos en los que corrieron sin parar hasta finalmente llegar a lo que parecía un arroyo. El arroyo corría con un murmullo constante, y el aire olía a hojas húmedas y tierra viva. Era el tipo de lugar donde uno podía sentarse y no pensar en nada más.

Encima de una pequeña colina se podía ver un arbusto mal colocado que cubría una especie de entrada a una cueva mal escondida.

—Ven, es por aquí.

Dijo señalando a la dirección de la cueva mientras caminaba hacia ella con un Yareth aún alerta mirando el lugar.

—¿Por qué tantas ramas y arbustos en esta cueva?

Comentó al ver cómo la chica movía los arbustos a los lados de la entrada para poder pasar.

—Es que ya van 3 veces que llego y hay animales adentro. Uno ya se comió mis frutas —dijo haciendo un pequeño puchero.

Yareth solo siguió mirando la cueva con desconfianza... aunque cada vez creía un poco más en las palabras de Hoshiko.

Por dentro, la cueva olía a tierra mojada pero extrañamente también a frutas.

—Sígueme, no te vayas a caer, eh.

Comentó colocando la piedra que le ofreció delante de ella para que iluminara el camino, era tenue pero seguía dando algo de luz.

Ambos se adentraron aún más en la cueva hasta que Hoshiko se detuvo, quitando una especie de piel sobre varias piedras de Manacalcyta que iluminaron el lugar.

Ahí pudo ver mejor la cueva. No era tan grande. En una esquina, una pila de libros desordenados casi tocaba el techo bajo. Del otro lado, un montón de hojas servía como cama improvisada. Frente a eso, las cenizas de una fogata aún marcaban el centro del lugar.

—¡Tada!!!!! ¿Qué opinas?

Dijo con los ojos iluminados como si se tratase de un niño mostrándole un dibujo a sus padres.

—¿Cómo... cómo conseguiste tantas?

Preguntó retrocediendo un poco, no por sorpresa, sino como si temiera que algo terrible estuviera a punto de ocurrir.

—¿Eh? Pues... algunas las encuentro tiradas en el bosque... algunas las dejan las personas cuando huyen de los perros o los pulpos.

—...¿Pulpos? —alzó una ceja.

—¡Ajá! ¡Con un montón de manos largas y pelos raros y ojos que te miran como si te quisieran robar el alma!

—¿Te refieres a una Araña de Kronen?

—¿Una qué? —preguntó ladeando la cabeza con curiosidad.

Yareth suspiró, era inútil intentar explicarle algo por encima a esta niña.

—Lo que me sorprende más es que no haya estallado la cueva aún.

Dijo bufando mientras se acercaba a las torres de libros que tenía en una esquina, tomando uno para hojearlo rápidamente.

—¿Por qué explotaría?

Preguntó inocentemente mientras tomaba una de sus piedras, colocándola donde había restos de fuego junto a unas ramas. Cuando Yareth alzó la vista, lo único que vio fue a la chica lanzarle una roca pesada a la distancia a la piedra de Manacalcyta.

—¿¡QUÉ CARAJOS HAC…!?

Fue interrumpido por un pequeño estallido. La piedra explotó, incendiando las hojas y ramas que había colocado Hoshiko.

—¿Qué sucede? ¿Te da miedo el fuego? No te preocupes, a mí también me daba.

Dijo inocentemente mientras Yareth veía a Hoshiko como si acabara de tirar una barra de oro por un acantilado.

—¿Usas piedras de Manacalcyta para hacer fuego? ¿Acaso perdiste la cabeza, idiota?

—¿Ahora qué hice? —dijo retrocediendo un poco como un cachorro regañado—. Solo quería fuego para que no te diera frío.

Yareth se sujetó el puente de la nariz, suspirando como si pidiese paciencia.

—¿De verdad me dices que usas las piedras para hacer fuego? ¿Tienes idea de lo costosas que son?

Hoshiko pareció algo afectada por la forma en que Yareth le estaba hablando, evitando su mirada y hablando con una voz temblorosa.

—Sí... es que solo sé hacerlo de esa manera... y a veces hace mucho frío.

Con esto a Yareth le quedó claro una cosa: no mentía. Nadie sería tan idiota para desperdiciar piedras de Manacalcyta de esa forma.

—Para que te des una idea —se acercó al montón de las piedras y tomó una especialmente pequeña—, una de estas cuesta entre 3 o 4 Orons.

Hoshiko se quedó quieta, mirando a Yareth como esperando el remate de un chiste. Yareth solo suspiró, frustrado.

—3 noches en una posada buena, con comida incluida.

Hoshiko volvió a quedarse en blanco, ladeando la cabeza.

—¿Qué es una posada?

Hoshiko y Yareth se encontraban ahora afuera de la cueva. Yareth sentía que si hubiera seguido ahí dentro le habría dado una jaqueca.

Ahora Hoshiko se encontraba sentada sobre una piedra, mirando atentamente a Yareth con una sonrisa brillante.

—Bien. Presta atención, mocosa. No repetiré nada. Si parpadeas o te distraes con una hoja, es tu problema.

—¡No soy una mocosa! Y estoy escuchando. ¡Prometido! Hasta contuve la respiración por si ayuda.

Yareth suspiró resignado. Esto no sería fácil. Aun así, no quería estafarla con las piedras, así que no se iría sin que mínimo supiera un poco de Qi.

—El Qi es energía. Punto. —explicó—. Está en mí, en ti, en todo lo vivo y en todos lados.

Hoshiko quedó expectante unos momentos, como si esperara que continuara.

—...¿y ya? ¿Qué tiene que ver eso con verme con los ojos cerrados?

—No te adelantes, mocosa.

Hoshiko infló las mejillas, cruzándose de brazos. Estaba harta de que le dijeran mocosa.

—Existen 5 formas de usarse. Pero eso es demasiado avanzado para ti...

Se acercó al arroyo, poniéndose en cuclillas y metiendo su mano en el agua.

—No es para que me lo digas así. Para que lo sepas, soy muy integilente.

Dijo poniéndose las manos a la cadera, alzando la cabeza con orgullo. Sin que se diera cuenta, Yareth ya estaba delante de ella.

—Se dice inteligente, tonta.

Dijo antes de ponerle la mano fría en el cuello, provocando que pegara un fuerte grito y un salto, alejándose.

— ¡¿Por qué hiciste eso?!

— Es parte de la lección, tonta.

Hoshiko hizo un puchero cruzándose de brazos, para este punto Yareth se cuestionaba si seguirle enseñando

— De verdad voy a enseñarle a usar Qi a esta mocosa? — Pensó, aunque el mismo sabía la respuesta.— Bien, bien ¿Qué sentiste?.

— Frió — Respondió con duda

— Exacto, ahora acércate

Dijo extendiendo su mano. Hoshiko algo dudosa se acercó y Yareth se la puso en la frente, por un momento se sobresalto pensando que sentiría la mano helada de nuevo, pero...

— Está...cálida — Abrió los ojos— ¡¿Esto es Magia?!

— Algo así, lo que hice es hacerlo fluir. Algunos pueden ¿Tu? No tengo idea mocosa.

Hoshiko le saca la lengua a Yareth y se sienta frustrada de ser tratada como una niña.

— Ya te dije que no me llames mocosa...te dije mi nombre. Ho-Shi-Ko repite conmigo Ho...shi...ko..

— Si si como sea señora *integilente*...pero ahora que lo mencionas...tu nombre no parece de la región de Kaldrith ¿Eres del Imperio de Zhugen o del Imperio de Zhemun?

— Y esos quiénes son?

— Eres un caso perdido

Yareth solo resopló.

El sol comenzaba a bajar detrás del follaje, tiñendo el arroyo de un naranja suave.

—¿De verdad estoy haciendo esto?— Pensó.

—Muy bien, señora integilente. Mañana empezamos en serio.

Hoshiko levantó un puño al aire, sonriendo como si acabara de ganar una batalla mientras Yareth comenzó a avanzar directo al bosque.

— Bien, tengo que apurarme si quiero llegar al pueblo más cercano antes de que anochezca por completó.

— ¿Y-Ya te vas?— Pregunto visiblemente entristecida— P-pero... ¡Pero podría ser peligroso si te vas ahora!

— Se cuidarme solo

— P-pero si te vas...

— ¿Por quién me tomas? Descuida, planeo volver mañana temprano.

Yareth volteo para mirar a la chica extraña la cual se veía afectada por su comentario de querer irse. Aún así no le dió importancia...pero se detuvo al sentir que algo lo detenía. Al regresar la mirada podía ver a Hoshiko sujetándole el brazo

— ¿P-podrías...quedarte está noche?...hace mucho que no hablo con nadie...solo está vez...por favor.

Mientras decía esto Yareth podía escuchar como la voz de la chica se quebraba, como el del alguien que finalmente ve la luz y al final solo le ponen nuevamente vendas.

Yareth permaneció con rostro impasible, a lo que Hoshiko al notarlo lo solto rápidamente retrocediendo.

— Lo siento...es solo que ...

— Está bien...— Gruño

— ¿Eh? — Hoshiko abrió los ojos

— Está vez dormiré en la cueva, si intentas algo raro te voy a decapitar.

— ¡S-Si! ¡Prometo no hacer nada raro!

Hoshiko volvió a sonreír con una felicidad genuina mientras Yareth parecía ya estarse arrepintiendo de su decisión. En silencio tomó su bolso y se dirigió a la cueva con una Hoshiko detrás que tarareaba una especie de canción aunque parecía más un chillido de un pájaro confundido.

Fin del Capítulo 2