Cuando volví en sí, la luz cegadora atravesaba mi visión, obligándome a cerrar los ojos nuevamente.
Mi cabeza palpitaba y el potente olor a antiséptico impregnaba el aire, provocándome náuseas.
Lentamente, volví a abrir los ojos, parpadeando para disipar la neblina hasta que el rostro de Sullivan entró en foco. Estaba sentado a mi lado, su expresión seria, con Sofía junto a él, su fría mirada fija en mí. Y allí, justo detrás de ellos, estaba Sophie, la sonrisa en sus labios inconfundible, como si estuviera saboreando mi caída.
—¿Q-qué pasó? —balbuceé, mi voz apenas audible, pero mis palabras se atoraron en mi garganta seca.
—Te desmayaste —dijo Sofía, su tono escalofriantemente carente de preocupación. Ni siquiera fingió importarle.— Sus ojos se desviaron hacia Sullivan antes de hablar de nuevo, su voz cortando el silencio estéril como un cuchillo.— Eve, ¿qué está pasando? ¿Por qué estabas con Padre? ¿Qué estás haciendo con él?
—¿Padre? ¿Viejo Sinclair?