Una tormenta se avecina

—La tenue iluminación del almacén estaba impregnada con el olor a polvo y un leve rastro de productos de limpieza. Era estrecho, las estanterías llenas de cajas y útiles olvidados proyectaban largas y siniestras sombras en el resplandor fluorescente de una única bombilla parpadeante.

A pesar del entorno, la habitación palpitaba con la ferviente intensidad de una pasión prohibida.

Kylie se arqueaba contra el frío acero de una estantería, respirando con dificultad mientras Jason la sostenía firmemente, moviéndose con facilidad adquirida. Sus manos se aferraban a su camisa, los dedos se encrespaban en la tela como si se anclaran en el momento.

En la neblina de sus cuerpos entrelazados, ella logró susurrar, su voz entrecortada pero con un matiz de inquietud —¿Qué le pasa a Iraya hoy? ¿No crees que sospecha algo? ¿De nosotros?