Ya era de noche. El cielo oscuro cubría la ciudad como un manto silencioso, mientras la escasa iluminación del Anillo Externo brindaba una cobertura perfecta a dos sombras que se desplazaban con rapidez entre los edificios deteriorados.
—¡Ugh! ¿Por qué demonios nos enviaron a una ciudad tan insignificante? Y además, ¿era necesario que fuéramos los dos? Es solo un lobo demoníaco, está solo. Mientras no sea una manada, uno de nosotros podría encargarse sin problema —se quejó una de las figuras encapuchadas. Su voz, amortiguada por la máscara que cubría la mitad inferior de su rostro, sonaba metálica, aunque su tono juvenil era inconfundible.
—Ya conoces las reglas, Rex —respondió la otra figura con voz calmada y firme, también distorsionada por su máscara—. Los cazadores de 1 a 5 estrellas deben salir en parejas con alguien de su mismo rango o superior. Solo después de sobrevivir a la infusión pueden aceptar misiones en solitario.
—Sí, sí, ya lo sé... —bufó Rex, fastidiado—. Dios, a veces eres insoportable. Siempre hablando de las reglas como si fueran lo más importante. Solo digo que esto es una pérdida de tiempo. ¿Ahora dónde nos dirigimos? ¿Encontraste a ese maldito lobo?
Sentry dejó escapar un suspiro.
—Deberías prestar más atención. Algún día, tu falta de disciplina te va a costar la vida. —Tras una breve pausa, añadió—: La búsqueda del lobo demoníaco quedó en segundo plano. La prioridad ahora es descubrir por qué la señal de una colmena desapareció repentinamente. Si hubiera sido una falla mecánica, se habría reactivado en cuestión de minutos, pero han pasado dos horas sin rastro de actividad. Los altos mandos creen que fue destruida.
Rex frunció el ceño.
—¿Destruida? ¡Oh, perfecto! Primero un lobo demoníaco, ahora una colmena destruida. ¿Qué sigue? ¿Un maldito Therian dentro de esta jodida ciudad?
—Guarda silencio, Rex —dijo Sentry con desdén—. No bajes la guardia, ya casi llegamos.
En el corazón de un complejo de departamentos desgastado por el tiempo, las dos figuras emergieron de la penumbra como espectros. Uno de ellos era notablemente más alto que el otro. Ambos llevaban capas negras que ondeaban con el viento nocturno, sus rostros ocultos bajo capuchas.
—Este es el lugar —murmuró Sentry, sus ojos clavados en la pantalla holográfica que flotaba sobre un dispositivo en su muñeca izquierda—. Según la información, la colmena estaba en un sótano de uno de estos edificios.
Su mirada recorrió el entorno. Los edificios ruinosos se alzaban como gigantes dormidos bajo la luz mortecina de la luna.
—Primero, reconocimiento de la zona —añadió.
Con un movimiento fluido, sacó de su bolsillo unas pequeñas esferas de metal negro y las lanzó al aire. Al elevarse, desplegaron diminutas alas con propulsores, y una lente emergió en su parte inferior, reflejando la tenue luz. Con un zumbido suave, las esferas comenzaron a volar alrededor del complejo, escaneando cada rincón en busca de señales de vida.
Un silencio tenso se instaló mientras observaban los dispositivos trabajar. Minutos después, las esferas regresaron, transmitiendo la información a la muñequera de Sentry.
—No hay signos de vida aparte de nosotros —informó Sentry, su voz fría como el metal de las esferas—. Pero no bajes la guardia. Existen formas de engañar a estos dispositivos. Si ves...
—¡Sí, sí, ya sé! —lo interrumpió Rex con impaciencia—. Si veo algo sospechoso, no avanzo solo, te aviso, mantengo la guardia en alto... blah, blah, blah. Ya déjate de formalidades, vamos a buscar.
Sin esperar respuesta, Rex se desvaneció en la oscuridad del edificio más cercano.
Sentry suspiró, su aliento visible en el aire frío.
—No entiendo por qué insisten en emparejarme con un idiota como él —murmuró.
Pero no había más remedio, así que continuó su trabajo.
¡CLANK!
Un estruendo metálico rompió la quietud. Rex apretó la mandíbula, su frustración creciendo con cada segundo que pasaba. Este era el quinto edificio que revisaba y, al igual que los cuatro anteriores, estaba completamente vacío. Con un gruñido exasperado, lanzó un tubo de metal contra la puerta, provocando otro sonido estridente.
—A este maldito ritmo nos llevará una eternidad encontrar esa colmena... ¿No podrían simplemente de—?
Un chasquido en su comunicador lo interrumpió.
—¡Lo encontré! —La voz de Sentry sonó con urgencia—. Ven rápido al edificio L... esto es un desastre.
—Voy en camino.
Sin perder tiempo, Rex salió disparado. Su velocidad era impresionante; en apenas treinta segundos ya estaba en el lugar. No era sorprendente. Los cazadores como él llevaban sus cuerpos al límite, preparándolos para soportar el intenso proceso de infusión, la transformación que los convertía en Energizers.
Este proceso aumentaba su velocidad, fuerza y reflejos hasta niveles sobrehumanos. Y cuando combinaban esas habilidades con sus trajes de combate y nano-armas, podían enfrentarse a los Therians y las bestias demoníacas en igualdad de condiciones. En equipo, incluso eran capaces de matar a un Prymal.
Las nano-armas pasaban desapercibidas cuando estaban inactivas, pero al activarse, adoptaban formas letales: algunas se electrificaban, otras se calentaban al rojo vivo o se volvían corrosivas. Su exoesqueleto, aunque ligero, le otorgaba mayor fuerza, velocidad y resistencia, permitiéndole cargar peso extra y potenciar sus ataques.
Los Prymals, en cambio, eran criaturas evolucionadas con un único propósito: destruir. Gigantescas, mucho más grandes que cualquier animal común o bestia demoníaca, con fuerza descomunal y piel resistente a la mayoría de los ataques. Pero lo peor de todo era su conexión con el Qi Primigenio, una energía omnipresente y volátil.
Para los humanos, absorberla significaba la muerte o mutaciones incontrolables. Para los Therians... nadie sabía qué pasaría. Las bestias demoníacas, por otro lado, eran capaces de absorberla en menor medida.
Rex irrumpió en el edificio y se detuvo en seco. Su mirada recorrió la escena con una mezcla de horror y fascinación.
La sangre seca manchaba paredes y suelo en un patrón caótico y grotesco. Cuerpos mutilados yacían esparcidos como muñecos rotos. En el centro, la máquina que debía estar intacta y operativa había sido completamente destrozada. La estructura metálica estaba abollada y desgarrada, con marcas de garras.
—Así que eso explica por qué no encontramos a los subordinados de ese idiota... —murmuró Rex con desdén, fijándose en dos cadáveres con uniformes hechos jirones—.
—Frank.
—¿Eh? —Rex frunció el ceño—. ¿Quién demonios es Frank?
Sentry suspiró.
—El nombre de ese idiota.
Rex rodó los ojos.
—Tsk... ¿Y qué hizo exactamente para terminar así?
—Intentó aumentar la producción de la colmena para mejorar sus contribuciones... seguro soñaba con salir de este agujero. La energía debió atraer al lobo demoníaco y... bueno, ya ves el resultado —dijo Sentry con voz neutra.
—¿Y cómo estás tan seguro de que fue el lobo demoníaco?
Sentry lo miró con desdén.
—¿Eres idiota?
Rex apretó los puños.
—¿Qué dijiste, imbécil?
Sentry lo ignoró. Se arrodilló junto a uno de los cadáveres y lo examinó con detenimiento.
—Los cortes son limpios pero erráticos. Algunos huesos están pulverizados... les faltan pedazos de carne, y estas áreas ennegrecidas indican contacto con Qi demoníaco oscuro.
Se levantó y miró a Rex con impaciencia.
—Solo unos pocos seres tienen sentidos tan agudos como los lobos demoníacos. Además del Qi demoníaco presente, el único ser en las cercanías era el lobo que estamos cazando. Sin mencionar los huesos rotos, las marcas de garras y la carne desgarrada. ¿Qué más puede ser, genio?
Rex soltó un bufido y chasqueó la lengua.
—Lo que tú digas, Sherlock... —murmuró con sarcasmo, pateando un pedazo de escombro ensangrentado.
Sentry no respondió de inmediato. En su lugar, se inclinó y pasó los dedos por una de las paredes manchadas. La sangre se había secado, formando gruesas costras de un color oscuro. Sin embargo, al acercar la mano a la herida en el metal, notó algo más: un ligero rastro de Qi residual.
—El Qi demoníaco aún no se ha disipado del todo —murmuró para sí mismo, con el ceño fruncido.
—Ajá... ¿y qué se supone que significa eso? —preguntó Rex con desinterés, mientras inspeccionaba uno de los cadáveres con la punta de su bota.
Sentry exhaló con fastidio.
—Que esto no ocurrió hace mucho. Tal vez una hora, tal vez menos.
Rex dejó escapar una carcajada seca.
—Genial. Entonces el jodido lobo sigue cerca.
Sentry asintió, pero su expresión se endureció.
—Sí. Pero hay algo que no cuadra.
El tono en su voz hizo que Rex alzara una ceja.
—¿Ahora qué?
—Las colmenas no son fáciles de destruir. Incluso un lobo demoníaco necesitaría al menos veinte minutos de ataque constante para causar este nivel de daño... y aun así, aquí no hay signos de un combate prolongado. No hay marcas de batalla en los alrededores, ni rastros de resistencia.
Rex chasqueó los dedos.
—Tal vez los idiotas de Frank y sus hombres ni siquiera tuvieron tiempo de reaccionar.
—Posible... pero improbable.
Sentry se enderezó, echando un último vistazo a la escena. Algo en el aire lo inquietaba, pero no lograba identificar qué.
—No podemos concluir nada aún. Seguiremos investigando.
Rex gruñó con molestia.
—Genial. Más trabajo...
Sentry lo ignoró y revisó su dispositivo de muñeca. Con un par de toques en la pantalla, desplegó un holograma con el mapa de la ciudad y los puntos de interés marcados en rojo.
—Lo siguiente es inspeccionar los túneles subterráneos.
Rex se congeló.
—Oh, no. No me jodas.
Sentry giró la cabeza y lo miró con expresión impasible.
—¿Tienes miedo?
—No. —Rex cruzó los brazos con evidente incomodidad—. Solo digo que no quiero meterme en esas malditas cloacas.
Sentry no hizo comentarios. Simplemente comenzó a caminar.
Rex suspiró, murmurando una serie de maldiciones antes de seguirlo.
El aire se tornó más pesado mientras descendían por una de las entradas ocultas. Los túneles eran oscuros, húmedos y estaban impregnados de un olor nauseabundo. El sonido del agua estancada goteando desde las tuberías oxidadas resonaba con un eco inquietante.
—Espero que el puto lobo no esté aquí... —murmuró Rex con repulsión.
Sentry no respondió.
Pero en cuanto avanzaron unos metros más, ambos sintieron un escalofrío recorrerles la espalda.
El silencio era demasiado profundo.
Demasiado anormal.
Y entonces, lo vieron.
Más adelante, el suelo estaba cubierto de un líquido oscuro y espeso. Pero no era agua.
Era sangre.
Y en el centro del charco, un cuerpo destrozado yacía con el torso abierto de par en par, como si algo lo hubiera despedazado desde adentro.
Los ojos de Rex se abrieron de par en par.
—...La mierda.