El sonido de un líquido goteando interrumpió el silencio sepulcral. Una gota cayó desde el techo y se mezcló con la sangre que empapaba el suelo.
Rex tragó saliva con dificultad.
—Dime que esto no es lo que creo que es...
Sentry no respondió de inmediato. En cambio, se arrodilló junto al cadáver y pasó dos dedos por la sustancia espesa. La sangre aún estaba caliente.
—No hace más de veinte minutos.
Rex chasqueó la lengua y miró a su alrededor con creciente paranoia.
—Eso significa que sea lo que sea que haya hecho esto... aún podría estar cerca.
Sentry asintió, pero su atención estaba fija en el cuerpo. Algo no cuadraba.
Las heridas no parecían causadas por garras o colmillos. No eran cortes limpios ni desgarrones brutales. Era como si algo hubiese explotado desde adentro, destrozando los órganos con una fuerza anormal.
—Esto no fue obra de un lobo demoníaco...
—¿Qué? —Rex se inclinó, frunciendo el ceño—. ¿Entonces qué carajos lo hizo?
Antes de que Sentry pudiera responder, un sonido reverberó en la oscuridad.
Un crujido húmedo.
Lento, viscoso. Como carne retorciéndose.
Ambos se tensaron al instante.
Rex desenvainó su cuchillo sin dudarlo, y Sentry se puso en guardia.
—¿De dónde vino eso? —susurró Rex, entrecerrando los ojos para escudriñar la penumbra.
Sentry ajustó su visor y activó el modo de detección térmica. La pantalla se llenó de sombras azuladas y parches de calor dispersos. Nada fuera de lo normal... hasta que vio eso.
Un punto de calor.
Apenas perceptible, pero moviéndose.
En el techo.
—¡Arriba! —exclamó Sentry.
Rex reaccionó al instante, rodando hacia un lado. Justo entonces, algo cayó al suelo con un sonido sordo y viscoso.
La poca luz en los túneles apenas alcanzó para revelar su silueta.
Al principio, parecía un humano... o lo que quedaba de uno.
Pero su piel estaba ennegrecida y agrietada. Su torso estaba abierto en un agujero irregular, con bordes carcomidos como si algo hubiese emergido de su interior. Sus brazos temblaban de manera antinatural, y su cabeza giró lentamente hacia ellos con un chasquido seco.
No tenía ojos. Solo cuencas vacías de las que brotaba un líquido oscuro y espeso.
Rex maldijo en voz baja.
—Me lleva la... ¿qué mierda es eso?
La criatura abrió la boca.
Pero no fue un rugido lo que salió.
Fue un sonido gorgoteante, como si tuviera los pulmones llenos de lodo.
Y entonces, se movió.
No corrió. Se deslizó.
Como si sus huesos no importaran.
Como si su carne estuviera sujeta por algo más.
Sentry no dudó. Apuntó su arma y disparó.
El eco del disparo retumbó en los túneles, pero algo estaba mal.
El proyectil impactó directamente en el pecho de la criatura... pero no cayó.
Ni siquiera titubeó.
En lugar de eso, su carne se replegó alrededor de la herida, como si estuviera absorbiendo el daño.
Los ojos de Sentry se estrecharon.
—Esto no es un demonio común...
Rex ya estaba en posición de combate, cuchillo en mano.
—Pues sea lo que sea, no pienso esperar a que nos devore.
La criatura se lanzó hacia ellos con una velocidad inhumana.
Rex apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que el cuerpo ennegrecido se le echara encima. Con un giro rápido, esquivó el ataque y hundió su cuchillo en el costado de la criatura.
Pero no atravesó carne.
El filo se atascó en algo gomoso, como si estuviera cortando una masa de raíces entrelazadas.
Los ojos de Rex se abrieron de par en par.
—¿Qué carajos...?
Antes de que pudiera retirar la hoja, la criatura giró su cuello en un ángulo imposible y lanzó un golpe con su brazo alargado.
Sentry reaccionó al instante.
Disparó a la cabeza de la criatura, pero el impacto no la detuvo.
El ser tambaleó un segundo, pero su carne se reacomodó como si la bala nunca hubiese estado ahí.
—¡No es un cuerpo normal! —advirtió Sentry, mientras disparaba de nuevo.
Rex logró zafarse justo antes de que el brazo del monstruo le alcanzara. Rodó por el suelo y chasqueó la lengua.
—¡Ya me di cuenta, genio! ¿Alguna maldita idea de cómo matarlo?
Sentry analizó la situación rápidamente. El cuerpo no reaccionaba como un ser vivo.
No sangraba.
No parecía sentir dolor.
No se movía con la rigidez de un cadáver reanimado.
Era como si algo más estuviera moviendo la carne por dentro.
La criatura se giró hacia Sentry con movimientos espasmódicos.
Sus costillas comenzaron a abrirse, separándose como mandíbulas.
—¡Mierda! —Sentry retrocedió mientras la abertura en su torso palpitaba con algo oscuro en su interior.
El cuchillo de Rex seguía incrustado en la criatura, vibrando ligeramente.
Entonces lo entendió.
—¡Sentry! —gritó—. ¡El fuego!
Los ojos de Sentry brillaron con comprensión.
—¡Lo quemo!
Sin dudarlo, soltó su rifle y sacó una granada incendiaria de su equipo.
Pero la criatura se movió antes de que pudiera lanzarla.
Con una sacudida antinatural, su brazo se extendió varios metros y atrapó a Sentry del cuello.
—¡GHHH...!
Los dedos del monstruo no tenían huesos. Eran como tentáculos de carne envuelta en piel podrida.
Rex vio cómo su compañero era levantado del suelo.
—¡Oh, no, no, no!
Corrió hacia ellos y saltó sobre la espalda de la criatura, agarrando su cuchillo.
Lo giró con todas sus fuerzas.
El monstruo chilló.
No como un animal.
No como un humano.
Era un sonido múltiple, como si varias voces estuvieran gritando dentro de un túnel.
Su agarre sobre Sentry se aflojó lo suficiente.
Sentry no perdió la oportunidad.
Sacó un encendedor de su equipo y encendió la granada.
—¡Hasta nunca, cabrón!
La lanzó directo al agujero palpitante en su torso.
Hubo un segundo de silencio.
Y luego, el fuego se expandió de golpe.
La criatura se convulsionó.
Su piel ennegrecida empezó a burbujear, derretirse y desgarrarse desde adentro.
Las múltiples voces en su grito se transformaron en un rugido agónico.
Cayó al suelo, retorciéndose mientras las llamas lo devoraban.
El aire se llenó con un olor nauseabundo a carne quemada y algo más...
Algo mucho peor.
Rex respiraba agitadamente.
—Dime que está muerto...
Sentry observó la masa carbonizada en el suelo, con los restos de su torso aún contrayéndose.
Con el rifle en mano, le disparó una última vez a la cabeza.
La criatura no se movió más.
—Ahora sí.
Rex se dejó caer al suelo, pasando una mano por su cara.
—Voy a necesitar una jodida ducha después de esto.
Sentry guardó su arma y miró a su alrededor.
—Esto no fue normal.
Rex se rió sin humor.
—No me digas.
—Lo digo en serio. No era una bestia demoníaca. Ni siquiera era un cadáver reanimado. Era algo... distinto.
Un escalofrío recorrió la espalda de Rex.
—¿Y si hay más de esos?
Sentry apretó los labios y miró el túnel oscuro frente a ellos.
—Entonces más nos vale estar preparados.
El eco de sus voces desapareció en la oscuridad.
Y, en algún lugar lejano del túnel...
Algo los estaba observando.
El olor a carne quemada aún flotaba en el aire cuando Rex y Sentry retomaron su marcha.
El túnel delante de ellos se extendía como una garganta interminable de piedra y sombras. La única iluminación provenía de sus linternas, que proyectaban haces de luz temblorosos en las paredes húmedas.
Rex ajustó su agarre en el cuchillo.
—Dime que esto no fue una jodida trampa.
Sentry no respondió de inmediato. Avanzó un par de pasos y se agachó junto a unas marcas en el suelo.
Huellas.
Pero no de la criatura que acababan de quemar.
Eran más pequeñas.
Más humanas.
—¿Alguien más bajó aquí? —preguntó Rex en voz baja.
Sentry tocó la tierra suelta con los dedos.
—Son frescas. No tienen más de unas horas.
Rex resopló.
—Genial. Porque esto no podía ponerse peor.
Sentry levantó la vista.
—No bajes la guardia. Si hay alguien más aquí abajo... tal vez todavía esté con vida.
El tono serio en su voz hizo que Rex se tensara.
No hacía falta decirlo en voz alta.
Si estaban vivos, significaba que estaban en peligro.
Si no...
Significaba que algo más los había encontrado primero.
Avanzaron en silencio, con los sentidos al límite.
Cada paso parecía amplificarse en el eco del túnel. El aire era espeso, impregnado de un olor metálico.
Sentry levantó un puño, indicando que se detuvieran.
Rex se quedó quieto.
Un sonido.
Era leve, casi imperceptible.
Un murmullo...
No.
Un sollozo.
Rex intercambió una mirada con Sentry.
Venía de más adelante, detrás de una curva en el túnel.
Se movieron con cautela, pegándose a la pared.
Cuando doblaron la esquina, la luz de sus linternas iluminó una figura encorvada contra la pared de piedra.
Era un muchacho.
No mayor de diecisiete años.
Su ropa estaba hecha jirones, su piel cubierta de suciedad y sangre seca.
Su cuerpo temblaba con cada respiración agitada.
Pero lo que hizo que Rex sintiera un escalofrío no fue su estado físico.
Fue su rostro.
Porque el chico tenía los ojos completamente negros.
Sin pupilas. Sin iris. Solo un abismo oscuro reflejando la luz.
Sentry apretó los dientes y levantó su rifle.
—Mierda.
El chico se estremeció y levantó la mirada hacia ellos.
—A-ayuda... —su voz era débil, quebrada—. No me dejen solo...
Rex sintió un nudo en el estómago.
Había visto muchas cosas en su vida.
Pero nunca había sentido este tipo de instinto de alerta.
Como si el solo hecho de mirar a ese chico fuera un error.
Sentry no bajó el arma.
—¿Quién eres? ¿Qué haces aquí abajo?
El muchacho abrió la boca, pero no emitió sonido alguno.
Y entonces...
Su cuerpo se convulsionó.
Dejó escapar un grito inhumano, un sonido desgarrador que reverberó en las paredes del túnel.
Y justo en ese instante, detrás de él...
Las sombras empezaron a moverse.