Mío

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Toc. Toc. Toc.

Adam Collins gruñó y abrió los ojos ligeramente, mientras los golpes lo sacaban del borde del sueño. ¡Mald*ta sea! ¡Unos minutos más y habría estado muerto para el mundo!

Frunció el ceño mirando la puerta, debatiendo si ignorarla. Acababa de acostarse, y si se levantaba ahora, no habría posibilidad de volver a dormirse. Pero si los golpes continuaban, sería igual de malo. Y el resultado sería el mismo: sin dormir. Mejor arriesgarse y ver qué quiere ella.

Haciendo una mueca, se obligó a sentarse y arrastró los pies hasta la puerta. Con un ceño fruncido que rivalizaba con el del mismo diablo, la abrió de un tirón.

—¿Qué? —murmuró, con la voz cargada de irritación.

Melanie estaba allí, con los brazos cruzados, pareciendo poco impresionada. Normalmente, podría haber pensado que se veía linda, pero ahora mismo, todo lo que le importaba era volver a dormir.

—No puedo dormir —dijo ella.

Adam dejó escapar un suspiro mientras se pasaba una mano por el pelo.