Era Dimitri.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, con voz cargada de ira. Su mirada penetrante se clavó en ella mientras daba un paso más cerca—. ¿Qué te dije sobre el palacio?
El corazón de Sorayah latía con fuerza en su pecho. ¿Eh? Él no sabe que me disfracé de bailarina, ¿verdad? Eso es bueno entonces.
—Yo... yo... —tartamudeó Sorayah, buscando desesperadamente una excusa creíble—. Solo estaba admirando la estructura del palacio y me dejé llevar un poco. No pude resistirme a mirar alrededor. Lo siento.
Dimitri inclinó ligeramente la cabeza, como si considerara sus palabras. Luego, sus labios se curvaron en una sonrisa burlona.