Draven.
El suave chasquido de las piezas de ajedrez resonaba entre nosotros.
Dennis había decidido jugar una partida de ajedrez conmigo e insistió.
Moví mi caballo hacia adelante, observando a Dennis al otro lado del tablero. Apenas miró hacia abajo antes de capturar uno de mis peones con esa insufrible sonrisita tirando de sus labios.
—Hoy no voy a ser indulgente contigo —dijo, estirando las piernas bajo la mesa.
—Nunca eres indulgente con nadie —respondí secamente.
Se rio, inclinándose hacia adelante. —Eso es porque eres demasiado orgulloso para admitir cuando alguien juega mejor.
Gruñí y volví a concentrarme en el tablero.
Estábamos sentados en mi oficina, con las ventanas entreabiertas lo suficiente para dejar entrar la fresca brisa de Duskmoor.
El rico aroma de especias flotaba desde el pato asado que estaba al otro lado de la mesa, pero no tenía hambre. No cuando Dennis ya estaba jugando sus habituales juegos mentales al otro lado de la mesa.