Saori carga con un secreto. Uno tan pesado como su propia existencia, tan doloroso como el amor perdido, tan crudo como la verdad que todos temen mirar.
No es una princesa.
No es una heroína.
Pese a su linaje sagrado, Saori es —y siempre ha sido— una máquina de ejecución.
Criada para proteger, entrenada para obedecer, su deber no es salvar… sino eliminar. Dioses, monstruos, traidores, lo mismo da. Si su existencia amenaza la estabilidad del universo, ella los destruirá.
Sin importar a quién ame.
Sin importar a quién odie.
Sin importar cuánto de sí misma tenga que enterrar.
Pero el reflejo en el agua le muestra algo distinto. Algo que aún late dentro de ella. ¿Puede una ejecutora aprender a vivir? ¿O su destino ya fue dictado… en los ojos de Dios?